Estamos sin duda ante uno de los mejores montajes de los últimos años en la escena española. Gerardo Vera, el director del Centro Dramático Nacional, ha podido por fin cumplir su sueño sin limitación alguna y montar Woyzeck, de Georg Büchner, por tercera y quizás definitiva vez en su vida. Lo ha hecho sin regatear esfuerzos. Con una puesta en escena y un reparto de nivel excepcional que sin duda engrandecen el texto original y lo convierten casi en disculpa para un despliegue audiovisual bellísimo y conjuntado.
Esta obra es una pieza esencial para comprender a los alemanes, tan lejanos de nosotros. Bertolt Brecht se lo debe todo a ella, y en su estudio generalizado por sucesivas generaciones alemanas radica parte de esa idiosincrasia incomprensible que dio lugar al nacionalsocialismo y también a muchas cosas buenas. Una obra romántica, un panfleto décimonónico, un juvenil lirismo inmaduro e inconcluso al que sin embargo no se le puede negar capacidad de fascinación, abyecta belleza y elementos de irracionalidad subconsciente que luego dominarían la escena hasta hacerse triviales. Merece admiración cómo los alemanes han reverenciado a Büchner y tristeza el pensar cuántos Büchner habremos pisoteado por estos lares.
Tal como explica Gerardo Vera, es a partir de una historia real, un soldado que mata a su mujer en un ataque de celos, como Büchner construye un drama emocional y violento, cuya influencia ha configurado gran parte del teatro contemporáneo, el primer drama existencial, un precoz teatro de protesta, la historia de un hombre corriente, un ser inocente y elemental destinado al matadero, víctima propiciatoria de la esencial tragedia humana. ‘Woyzeck sacude nuestras conciencias y nuestra moral pequeñoburguesa, con un estallido de inocencia, con una mirada asombrada ante la injusticia del mundo que no entiende, intentando descifrar todos los enigmas que le rodean y que le conducen irremisiblemente a la locura’, resume Vera.
Dado que ‘Woyzeck es un punto de partida, -como dice Vera- una investigación teatral que nunca termina, un discurso abierto a múltiples interpretaciones, un relato que un director puede iluminar a partir de miles de lecturas, todas válidas probablemente’, esa versatilidad hace de la pieza codiciado objeto de deseo para muchos directores. Vera ha elegido resaltar que ‘por primera vez en la escena denuestro tiempo, un dramaturgo nos presenta en escena un personaje cuya tragedia cotidiana desborda los propios recursos que tiene para expresarla. Más que la opresión que sufre el soldado, más que la locura a la que le conducen los otros, lo que va a definir este personaje es la imposibilidad de encontrar un lenguaje para entenderse y entender el mundo’.
Para Juan Mayorga, ‘Georg Büchner logra que un paria alcance la envergadura trágica de los héroes griegos o de los reyes shakespeareanos. Büchner lleva al centro del escenario a un hombrecillo al que nadie prestaría atención fuera de él, y nos obliga a mirarlo –en su fealdad, en su errático vagar– y a escucharlo – en su frágil decir, en sus silencios. La torpeza de la lengua de Woyzeck lo separa de nosotros y del mundo, como lo vuelve un extraño frente a sí mismo. Tal es la tragedia de Woyzeck: la de un ser humano que nació para la libertad y la belleza, pero que, enloquecido de soledad, destruirá a quien ama y se destruirá a sí mismo. Sin haber llegado a comprender. En ese final sin razón, el pequeño Woyzeck, verdugo y víctima, desafía nuestra capacidad de juzgar. En su muerte sin razón, Woyzeck nos juzga’.
La escenografía de Max Glaenzel y Estel Cristià, apoyada en la iluminación de Juan Gómez‐Cornejo y el vestuario de Alejandro Andújar, es de lo mejor que recordamos. Ese bosque estilizado de tallos cimbreantes y ese piano misterioso inspirado en Bela Bartok consolidan una atmósfera misteriosa que podía haber empleado algún elemento más para diferenciar cuartel, cantina, vivienda y ciénaga, especialmente esta última, de enormes sugerencias si contara con mayor presencia.
Un reparto de 17 componentes es un conmovedor lujo en estos tiempos. Y si funciona al unísono, brillante en los papeles secundarios, entonces nos recuerda -aún más que la escenografía- al The Bridge Project. El tonto, la vecina, la vieja y las dos niñas forman un coro griego desestructurado, un paisaje humano estremecedor. Javier Gutiérrez hace un protagonista que no es loco ni cuerdo, cobarde ni valiente, listo ni tonto, sino todo lo contrario. Más difícil que haber seguido un estereotipo. Más valioso. El capitán y el doctor se convierten en dos personajes convincentes. La danza simbólica de Marie y su fornido amante, funciona.
Büchner murió a los 23 años, en 1837. Fue socialista utópico y agitador campesino, también partidario de la unificación alemana. Esta obra se basa en la historia real del soldado Woyzeck, que asesinó a su amante en Leipzig en 1821: inacabada, sus fragmentos estaban diseminados en diversos manuscritos y se desconoce su final. Las obras teatrales de Büchner comenzaron a representarse ya entrado el siglo XX y a partir de entonces ocupa un lugar prominente en el repertorio del teatro mundial. El compositor Alban Berg se basó en la obra de Büchner para crear su ópera Wozzeck, estrenada en 1925.
Esta extraña, inconclusa y balbuceante pieza dramática se ha convertido en ingrediente fundamental de la esencia alemana y por tanto componente importante del espíritu europeo. Adivinar por qué, reconstruir ese trayecto, sería tarea de toda una vida. Contentémonos con captar apenas atisbos de su significado en nuestro inconsciente colectivo. Nosotros cambiaríamos ese final de crimen pasional sin pasión, y convertiríamos a Woyzeck en un ‘serial killer’ que tras eliminar al fanfarrón chusquero, al fantasmón capitán y al perverso doctor, huyera con su Marie y su hijo a establecerse en otros rumbos y rehacer su vida hacia otro final.
Con Woyzeck, Gerardo Vera presenta una inteligente réplica a la Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny, tanto a la versión teatral de Mario Gas como incluso a la ópera de Kurt Weill recientemente programada por Gérard Mortier en el Teatro Real. No sabemos si es un canto de despedida de su larga andadura en el CDN, pero en todo caso es una importante aportación. Lo único que lamentamos, como siempre, es que tanto y tan buen trabajo siempre sea destinado a causas foráneas ya consagradas y nunca o casi nunca a limitar nuestro ignorante desdén por tantos autores y títulos españoles de todos los hoy y de todos los ayeres, que merecen reposiciones cuidadosas y revisiones al alza.
Calificación del espectáculo (del 1 al 10)
Texto original, 7
Adaptación, 7
Dirección, 8
Interpretación, 8
Realización, 8
Producción, 9
Woyzeck
de Georg Büchner
Versión
Juan Mayorga
Dirección
Gerardo Vera
Equipo artístico
Versión Juan Mayorga
Dirección Gerardo Vera
Escenografía Max Glaenzel y Estel Cristià
Iluminación Juan Gómez‐Cornejo
Vestuario Alejandro Andújar
Música Luis Delgado, Mariano Marín
(sobre temas de Béla Bartók)
Diseño de sonido y efectos Roc Mateu
Movimiento escénico y coreografía Chevi Muraday
Caracterización Eva Fernández
Ayudante de dirección José Luis Arellano
Ayudante de escenografía Silvia de Marta
Ayudante de iluminación David Hortelano
Ayudante de vestuario Carmen Mancebo
Reparto (por orden alfabético)
Soldado 2 Jon Bermúdez
Soldado 1 Críspulo Cabezas
El tonto Helena Castañeda
Woyzeck Javier Gutiérrez
Vecina Trinidad Iglesias
Soldado 3 Andoni Larrabeiti
Pianista Mariano Marín
Tambor mayor Markos Marín
Andrés Chani Martín
Capitán Jesús Noguero
Doctor Helio Pedregal
Marie Lucía Quintana
Suboficial Sergio Sánchez Shaw
Charlatana/Puta Marina Seresesky
Niña 2 Sara Sierra
Vieja Ana María Ventura
Niña 1 Marita Zafra
Producción, Centro Dramático Nacional
11 de marzo a 22 de mayo de 2011
De martes a sábados, a las 20.30 h
Domingos, a las 19.30 h
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid.