Opinión / Pasajes

¡Vaya par de loquitos!

¡Vaya par de loquitos!
Imagen de un policia nacional. EFE/Archivo

Lunes 8:30 de la mañana. Los agentes de policía Remigio y Floro –son nombres supuestos y residentes en el Santoral–, realizan su patrullaje habitual por las calles de San Miguel, Tenerife, Spain, digo España. Cuando, de repente, el agente Remigio se fija en que dentro de un vehículo con cuatro ruedas y una de repuesto, aparcado convenientemente, hay un individuo que lleva puesto un chaleco antibalas y está haciendo morisquetas obscenas, además de deportivo benéficas. Y entonces pues se mosquea, claro está, y se lo dice a su compañero:

–Floro, en ese coche, alias automóvil, hay un individuo con chaleco antibalas haciendo morisquetas obscenas. ¿No te parece raro…?
–¡Pues claro! ¿No me va a parecer raro? Desde luego Remigio, tienes cada cosa. ¿Tú te desayunaste esta mañana…? Anda, vamos a identificarlo.

Y entonces fueron a identificarlo porque no es porque nosotros lo digamos, que lo decimos, pero Remigio y Floro son dos agentes muy conscientes y hacen muy bien las croquetas de bacalao al pilpil. Conectamos con la identificación:

–Buenos días, caballero: ¿Podría usted identificarse, por favor?
–Pues no, señor agente. ¡No puedor, no puedor, fistros de la pradera! No puedo en absoluto, porque soy precisamente agente secreta. ¿No se me nota, prenda…?
–Ya, sí, bueno. (¡Joer, cómo está el patio!) Vale, no se identifique, pero al menos enséñenos su carnet de identidad, por fa.
–Ah, eso sí. Tome, aquí lo tiene. No estoy muy favorecida en la foto, porque no había ido a la peluquería, pero bueno.
–Muy bien, Gregorio. Se llama usted Gregorio, ¿verdad…?
–No señora, me llamo Petronila. Se equivocaron al hacerme el carnet de identidad. ¿Quieren que les cante un bolero de Ravel…?

Naturalmente, los agentes Remigio y Floro se mosquearon todavía más de lo que ya estaban, y como son muy conscientes… (Ah, que ya eso lo dije… Bueno, pues se los repito. ¿Pasa algo…? ¡Ah, bueno!). Y entonces los agentes registraron el vehículo de Gregorio/Petronila, donde encontraron: “una pistola Astra del 9 corto, con cinco cargadores con munición real y varios chalecos antibala”. Y entonces le preguntaron a Gregorio/Petronila:

–¿Y todo este folklore, Gregorito…?
–Gregorito no, Angustias, me llamo Angustias. Y todo eso es para hacer la primera comunión, que me estoy preparando. Sin pistola no se puede hacer la primera comunión, como todo el mundo, el demonio y la carne saben, señor juez.

Y como estas respuestas y lo hallado en el coche infringían el artículo cuarto de la Ley de la Gravedad, porque es gravísimo que un individuo esté tan como una chota y vaya tan armado, pues fueron con el permiso del juez a registrar su vivienda, alias domicilio particular. Y hete aquí que Gregorito tenía en su casa: “una pistola de fogueo, una carabina de aire comprimido, varias catanas, sables, machetes grandes, espadas, diversos puñales, bates de béisbol, puños americanos y nunchakus”.

–¿Nunchakus…?
–Sí, nunchakus. Que los nunchakus son mismamente unos palos unidos por una cadena, que sirven para descrismar seres humanos; y que también se denominan sosetsukon o nisetsukon, en ciertos sitios que me callo por discreción.
–No, gracias, prefiero lo de nunchakus. Agradecido por su amabilidad.

O sea que Gregorito estaba preparado para la guerra de Libia una barbaridad…
–¡Que no hay guerra en Libia, coñe! Vaya manía le ha dado a todo el mundo por decir tal cosa.
–Ah no, eso sí que no. Ya está bien, Sopena. Que sea esta la última vez que interrumpe usted esto, o se lo digo a Gregorio/Petronila/Angustias para que tome medidas. Que se entere.

Pero en una inspección más a fondo a mano izquierda del domicilio particular del muchacho, se encontraron: “materiales que podrían ser usados como explosivos”. ¡Toma ya! Y no solo eso, sino también “una biblioteca repleta de libros esotéricos…, además de algunos relacionados con el fundamentalismo islámico, concretamente uno titulado ‘Soldados de Alá’”.

–¡Hala!
–Hala no, Alá. Haga el favor de hablar con propiedad conmutativa, de forma que el orden de los factores no altere el producto interior derecha. ¿Estamos…?

Gregorito, una vez descubierto todo su pastel, se confesó ante el juez de la siguiente forma o manera: “¡Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que a tu cuerpo es ‘pa’ darle alegría y cosa buena!”.

–¡La madre que lo parió!
No señor: La madre que lo parió precisamente, no tiene culpa en absoluto de que su retoño saliera así de gilipollas y todo lo demás.

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