Opinión / Pasajes

Depresión

Depresión
José Luis Rodríguez Zapatero. PS

¿Saben ustedes y “ustedas” lo que es la depresión…? Pues si no lo saben, los/as felicito. Los felicito una barbaridad, porque la depresión es una putada. Y si ustedes van al diccionario a enterarse de lo que es una putada, él los remite a cabronada. Sus señorías académicas de la Lengua aquí hay que reconocer que han estado bien; que han hecho sus deberes, vamos. Porque la depresión es tanto una cosa como la otra, o sea una putada y una cabronada al tiempo,
entendiendo ambas como: “Incomodidad grave e importuna que hay que aguantar por algún motivo”.

Pero lo que le pasa a la depresión, es que ni siquiera precisa algún motivo para presentarse y hacer la puñeta. Sí, señoras y señores, esto es así y no le den más vueltas. Y si se empeñan en darle más vueltas, es simplemente porque: “¡Hace tiempo que vengo al taller, y no sé a qué vengo…! ¡Eso es muy alarmante, eso no lo comprendo!”. Palabras muy sabias, extraídas de la zarzuela “La del manojo de rosas”. Sin venir a cuento, sí, pero qué le vamos a hacer.

Ya metidos en materia, en materia depresiva, dice el diccionario que la depresión es, en psicología, un “síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos”. Los trastornos neurovegetativos, consio, que no son moco de pavo. Ni de pava. Cuando un servidor sufrió de depresión por vez primera, se le produjeron unos fenómenos neurovegetativos en forma de almorranas desconsideradas. Unas almorranas, caballeros y caballeras, que no daba gusto verlas. Y hasta se me rebeló el quiste dermoide-congénito y hubo que extirparlo a la fuerza. Gracias a Dios no tuvo que intervenir la Guardia Civil; bastó con un cirujano amigo.

Y cuando uno padece depresión, lo aconsejable es ir al psiquiatra. No le va a resolver nada el psiquiatra, pero es lo aconsejable. A un servidor se lo aconsejaba todo el mundo. Yo creo que por joder, más que nada. Pero en fin.

La primera vez que fui al psiquiatra por depresión, a lo mejor fue la segunda, la tercera, la cuarta o la quinta, me encontré la consulta abarrotada. Una cosa… Y entonces me arrimé a una columna, o a la pared, y estuve contemplando el panorama… Y vaya con el panorama. Aquello parecía tal cual una reunión de candidatos a representar el papel principal de la película “El Resplandor”. ¿Se acuerdan…? Sí hombre, o mujer, aquella peli en la que el protagonista principal fue el Jack Nicholson, en la que demostró que para loco, para loco de atar, él y solo él. Y el Javier Bardem, sí; otro que parece abocado a interpretar solamente papeles de loco peligroso.

O sea que me dije en la consulta: “Godofredo, esto está fatal”. (Me llamo Godofredo a veces, sobre todo después de las comidas copiosas). Y seguí diciéndome: “Basilio, tienes una depre, sí. Una depre del copón y todo la que tienes Basilio, pero esto asusta”. (Después de llamarme Godofredo, cambio a Basilio, como han podido comprobar). Y entonces concluí, digo concluyó Basilio: “¡Joer, cómo está el patio de loquitos con cara de malas pulgas!”.

Y a continuación me mande a mudar, alegando como excusa que me había dejado el potaje de lentejas al fuego.

–¡Fuerte cabeza la suya! ¿No le da vergüenza, desaprensivo…? ¿Y llegó a tiempo para rescatar las lentejas de la quema?
–Que era una escusa falsa, Godofredo.
–Basilio, yo soy Basilio; Godofredo es el otro.

Me han pasado más cosas con mis depresiones, sí, pero todavía no estoy preparado para contarlas…

–No, señor, el que no está preparado para contarlas soy yo Basilio; usted ya tenía preparado el post con lo de cuando…
–No sea mentiroso, porque el que de verdad tiene recato depresivo, por decirlo de alguna manera estrambótica, soy yo, o sea Godofredo. Así que menos lobos.
–Usted se calla, o me veré obligado a cantarle “La del manojo de rosas”, a capela.

Viene a cuento esto de hoy de la depre, porque mucha gente, alias ciudadanía, debe estar ahora mismo sufriendo de depresión exógena porque Zapatero no se va a volver a presentar de presidente…

–¡Sí claro, porque usted lo diga! Pues yo me compré ayer dos docenas de cohetes de los gordos, para celebrarlo.

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