El affaire de Casimiro Curbelo aún colea. El articulista Alonso Trujillo, ex miembro del Partido Socialista, relata con detalle el impacto que supuso a varios periodistas de medios nacionales que se desplazaron a La Gomera observar con todo lujo de detalles las actitudes feudales y caciquiles del presidente del Cabildo y ex senador socialista. El diagnóstico que hace este columnista es evidente, en Madrid no quieren ver a Curbelo ni en pintura, pero en las Islas, y sobre todo en La Gomera, no están por la labor de jubilar a este «dinosaurio» de la política.
Afirma Trujillo que:
Un amigo me facilitó íntegro el atestado de la Policía. Por el otro lado, vi las explicaciones que dio Curbelo en el Cabildo gomero. Conociendo la degeneración del personaje, no albergo ninguna duda sobre la veracidad de la policía. Como el escándalo, desde el primer momento se convirtió en un asunto político con tintes delictivos (presunto atentado contra los agentes de la autoridad), mis comentarios no los voy a embridar. Aquí hay mucha tela que cortar; vayamos por partes.
Todos conocemos los hechos que se sucedieron en la madrugada del jueves catorce de julio en Madrid; y el comportamiento de los autores, también. Los medios de comunicación de la capital del Reino, de consuno, le concedieron al suceso una cobertura informativa de carácter excepcional. Un escándalo de estas características es inédito en la historia del parlamentarismo español.
Añade que:
A consecuencia del affaire, arribaron a La Gomera varios enviados de los rotativos nacionales, para conocer in situ el hábitat y el feudo de Curbelo. La sorpresa fue de infarto cuando lo que encontraron los periodistas es un dinosaurio. Me explico, un dinosaurio político caciquil del siglo XIX; no el de la Era Secundaria. Por su pedigrí data de finales del XIX, apogeo del caciquismo nacional, y por su variedad es una rareza, un endemismo que pertenece a la especie de los socialistas canarios. Cuando el dinosaurio se emborracha no es que tire fuego por las fauces, como un lanzallamas. Es algo peor, suelta una ristra de improperios que tiembla el Misterio.
Sus conmilitones de Madrid, la coordinadora de la campaña electoral Elena Valenciano, dice que el individuo no tiene cabida en el PSOE. Que abulta mucho; que da el cante; que no lo puede esconder; que tiene muy malas pulgas; que estamos en campaña y es un peligro; que se le suelta la lengua o un pata y arremete contra las mujeres (es muy machista); contra la policía; contra los moros; contra los fachas; contra el Partido Popular y contra Dios es Cristo.
Como solo queda un ejemplar de esta especie, que conozcamos por ahora, quizás el partido en un gesto de filantropía decida acordar que los delirios que le produce el etílico mezclado con el Red Bull se los trate un psiquiatra, especializado en patologías nazis.
Y expone las dificultades que entraña deshacerse de Curbelo:
Pero hay un inconveniente, los compañeros del dinosaurio aquí en Canarias y en especial su protegido Julio Cruz, otro degenerado (diputado y secretario general de organización), se opone al desarraigo y no quiere que al dinosaurio lo saquen de su feudo, ni que lo trate un psiquiatra, aunque sea un malcriado. Menos aún que entregue las llaves del Cabildo por temor a que se arruine el granero de los votos fraudulentos y cautivos, más la financiación irregular, vital para el partido.
Cuanto más demore el dinosaurio en entregar las llaves del Cabildo, más infamia y más oprobio para el partido. El dinosaurio no merece clemencia por falsario, cínico, corrupto e impresentable. Por mucho que lo pretenda y se lo proponga su mentor Jerónimo Saavedra, en el umbral de la senilidad. Él sabrá por qué, nosotros también. En cuanto al secretario general del PSOE José Miguel Pérez, más de lo mismo. Lo que es bueno para el Senado, en Madrid, no es bueno para la Isla y su Cabildo.
El PSOE estatal dice que, en este caso, lo propio es que Curbelo renuncie a todos sus cargos públicos. El PSOE canario dice lo contrario. Que permanezca en el Cabildo.