No hemos ofrecido ni un solo mensaje nítido a la sociedad, ha sido un desastre
La victoria tiene muchos padres, pero la derrota siempre es huérfana.Y duele, lo que ayuda a entender la que se esta montando el PSOE extremeño.
Rodríguez Ibarra, tras el segundo cataclismo consecutivo del PSOE extremeño en las urnas en seis meses, ha sido tajante:
«Una máxima en democracia, y por lo tanto en el PSOE, es que quien pierde paga».
El mensaje va destinado a su sucesor y pupilo Guillermo Fernández Vara, quien parece seguir deshojando la margarita y todavía no tiene claro si se postulará para ser secretario general del PSOE, en sustitución de Zapatero y compitiendo con Rubalcaba y Chacón.
El cabreo de Rodríguez Ibarra tiene motivos: Ni en la peor época del felipismo se le tosió a los socialistas en Extremadura, pero de repente, en un abrir y cerrar de ojos, han sido borrados del mapa, incapaces de colocar a tanto alto cargo que se ha visto en la calle, sin puestos ni presupuestos que repartir.
Como explica David Vigario en ‘El Mundo’ y por si no quedara claro a Vara el mensaje directo de su predecesor y padre político, el viejo guerrista le ha señalado directamente la puerta de salida en un ataque que ha terminado por explicitar las diferencias que ya se venían rumiando de forma interna desde hace tiempo:
«Remover a la dirección actual sin que se remuevan las direcciones regionales y provinciales en todos aquellos sitios donde la responsabilidad política les alcance por haber bajado significativamente los resultados electorales, no sería suficiente para la inmensa tarea que el PSOE tiene por delante».
O sea, que Ibarra apunta a quien él mismo nombró a dedo como sucesor.
Lo hace por segunda vez tras darle un primer aviso nada más perder el Gobierno regional en las pasadas elecciones autonómicas, una comunidad hasta entonces sagrada tras 30 años de férreo control socialista.
Ya desde su poltrona en el Consejo de Estado, donde fue colocado este pasado verano tras la polémica creada con los millonarios gastos de su oficina, ya cargó el arma al acusarle de haberle otorgado a José Antonio Monago, entonces líder en la oposición, demasiado protagonismo, al alcanzar varios pactos legislativos.
También le criticó que fuera «blando» con el Gobierno de Zapatero a la hora de exigirle inversiones para Extremadura ya recogidas en el presupuesto pero no materializadas, como el AVE o la Refinería.
Incluso, calificó como «desastrosa» la campaña electoral:
«No hemos ofrecido ni un solo mensaje nítido a la sociedad, ha sido un desastre».