En los últimos días, una polémica en el Parlament sobre el uso de la expresión «España nos roba» —López Tena llama «mamarracha» y «cosa» a la presidenta del ‘Parlament’— y el exilio voluntario de Félix de Azúa —«Papá, ¿nosotros qué somos: catalanes o fachas?»— han devuelto a la escena político-periodística el encaje de los nacionalismos en España.
Salvador Sotres, reconocido y confirmado independentista, ha salido en defensa de los no nacionalistas que, siendo catalanes, son ninguneados y apartados de la primera línea de la cultura en Cataluña por el único hecho de no ser nacionalistas.
EL NACIONALISMO «HA CARECIDO DE GRANDEZA»
Así, en un artículo titulado «España nos roba», Sotres asegura en El Mundo que el nacionalismo catalán «ha carecido siempre de grandeza y lejos de pretender el resurgir de una patria se ha obsesionado en cerrarse en el club de los que estamos de acuerdo».
Para el polémico columnista, ejemplos de este caso de falta de grandeza es la situación que viven actualmente Albert Boadella, Arcadi Espada o Valentí Puig. Del dramaturgo, que trabaja en Madrid porque en Cataluña no le contrataban por sus ideas políticas, asegura Sostres:
Pienso en Albert Boadella, tal vez el mejor y más catalán de los dramaturgos que ha dado mi país. Si él me lo permite, diré también que el más catalanista porque su minuciosa, asombrosa, deliciosa trilogía sobre Cataluña -Pujol, Pla y Dalí- sólo puede hacerse desde el intenso y sincero amor a una tierra, desde el profundo conocimiento de su gente, por mucho que el sentido ideológico no coincida con el del partido mayoritario. Si Boadella no es catalanismo, ¿qué es catalanismo? ¿qué mayor y más brillante prenda de amor a Cataluña podríamos encontrar en nuestra era? Y todavía más: si Boadella no es Cataluña, hasta el punto de tener que marcharse a vivir a Madrid por el continuo desprecio de las instituciones públicas, ¿qué es Cataluña? ¿qué autor teatral tan extraordinario hemos conocido en nuestro tiempo? ¿qué otra compañía tan profesional y capaz como Els Joglars, con el magnífico, estratosférico Ramon Fontserè al frente?
LIBRO FUNDAMENTAL PARA TODOS LOS INDEPENDENTISTAS
También elogia a Espada, que recientemente fue apartado de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y señaló a Periodista Digital que ningún euro que ingresaba era ya originario de Cataluña —Arcadi Espada:»Ningún dinero de lo que gano viene de Cataluña»–:
Todavía vive en Barcelona pero sólo porque Dios está en todas partes y vive donde le da la gana. Arcadi, que es tal vez el mejor articulista del mundo y que podría ser perfectamente un activo de Cataluña y parte de su patrimonio, pero al que el nacionalismo con su poca inteligencia considera extranjero. Discrepancias menores que trágicamente se imponen a la afinidad básica: también Arcadi demostró un conocimiento exacto de su lugar en Contra Cataluña, un libro fundamental sobre todo para los independentistas que quieran comprender los errores que hay que dejar de cometer para aspirar a más, los errores que Espada vaticinó en 1997 y que son los que nos han traído esta bancarrota económica y moral.
Otro caso citado por Sostres es Valentí Puig, escritor, columnista de La Vanguardia y «el mejor poeta catalán vivo». Su pecado: «sus posiciones en ocasiones cercanas al PP». Puig es sistemáticamente marginado de la cultura oficial catalana:
Ni tan siquiera por respeto a la lengua catalana, piedra angular del nacionalismo mayoritario, el partidismo se deja a un lado. Así no hay patria.
Para Sostres, otro caso de decadencia de Cataluña es que «a diferencia de los ingleses, los catalanes no hemos sabido incorporar a nuestro patrimonio ni el jamón, pese a tener a Pedro Hernández en Jamonísimo, ni el sushi, pese a Hireki Matsuhisha en Koy Shunka. Pero, eso sí, nos emborrachamos con cava, tan nuestro como ordinario».
UNA ‘PATRIA’ SIN LOS MEJORES
Finalmente, la conclusión a la que llega el columnista catalán es que «España no nos roba nada» en comparación con lo que «nosotros mismos nos robamos». E, incluso, el supuesto agravio fiscal que denuncian los partidos nacionalistas «es insignificante al lado de los agravios con que nosotros mismos nos mutilamos».
No hay nada pero que tener al «principal ladrón» en casa: «El nacionalismo dice: España nos roba, pero el principal ladrón es su sistema sectario que desposee a la patria de sus mejores genios».