Agosto yanqui en invierno ibérico, por J.C.Deus

14_1hCuando coinciden un gran texto y un gran montaje, el teatro cumple su sagrada misión de mejorarnos la vida. ‘August: Osage County’ es la historia de una familia desgraciada en la mejor tradición de la comedia satírica estadounidense. Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional desde 2004, se despide del puesto poniendo todo su saber y experiencia al servicio de esta gran producción. Un montaje extraordinario con una escenografía excepcional y un reparto magnífico. Es pleno agosto en Oklahoma en casa de los Weston. Podría ser nochebuena en el adosado de los Rodríguez en Albacete. Teatro para dejarse llevar, para dejar correr intelecto y corazón tras los enigmas de nuestra pequeña existencia.

Tracy Letts (Tulsa, Oklahoma, 1965) ha escrito de lo que sabe, de su tierra, de su gente, y ésa es condición ‘sine qua non’ para escribir algo auténtico. Ha reflejado con perspicacia y honestidad la infelicidad familiar, el conflicto generacional, una cierta decadencia social de nuestros días, basándose en propias y cercanas experiencias; ni ha cargado las tintas ni ha echado balones fuera; ha dejado los prejuicios ideológicos y la puñetera política al margen, como es imprescindible cuando se trabaja en la creación y el arte. E impulsado por su memoria, su imaginación y su oficio ha currado como una bestia para construir una obra de tres horas y media de duración dividida en cuatro actos, prometedora herencia de Arthur Miller, Eugene O´Neill, Edward Albee, distinguida secuencia de Tennessee Williams y William Faulkner, a quienes Letts considera sus maestros. ‘August: Osage County’ se estrenó en 2007 y no ha parado de cosechar los mayores honores -premios, público y escenarios de todo el mundo- desde entonces.

14_4hEn el principio fue, es y será el Texto. Los personajes de Letts hablan y se comportan como personas; las escenas y los diálogos son creíbles y sin embargo se elevan sobre la estulticia cotidiana sintetizando años de vidas vulgares y biografías anodinas, esa condensación alquímica que exigen los buenos guiones, los buenos argumentos. Beverly, un anciano alcoholizado que una vez fue prometedor poeta, desaparece de la destartalada casa en que consume sus días junto a su esposa Violet, enferma de cáncer y de rabia por tantas mentiras y rencores como ha acumulado en su vida. El suceso convoca en la casa familiar a la hermana de Violet, Mattie Fae, y su marido, Charlie, otro matrimonio en la etapa donde ya sólo quedan achaques, rencores y secretos. Son la generación del esfuerzo que consiguió el paraiso consumista para la siguiente. Y la desaparición convoca también a las tres hijas de Beverly y Violet, adultas con su propia vida a cuestas. Vienen con los restos de sus respectivos naufragios. La más ‘funcional’ es la mayor (una suposición, porque no se dice): Bárbara arrastra un marido, Bill, que le es infiel con una alumna, y una hija adolescente que la desprecia; luego están Karen, que simula un romance tardío con un tres veces divorciado petimetre, e Ivy la divorciada, que encuentra una oportunidad con el acomplejado Charles ‘Junior’ -el hijo de Mattie Fae y Charlie, y por tanto su primo.

14_6hDiez miembros de la misma familia reunidos por vez primera ante la repentina ausencia del patriarca. Y un testigo ajeno, la joven india cheyene que el mismo ha contratado antes de partir con rumbo desconocido. Ya no contaremos más. Estalla la tormenta dialéctica y no se detendrá hasta el final. Se sucederán los lances y las sorpresas, habrá giros insospechados, descubrimientos penosos. Desatadas las pasiones es difícil volver a la contención. Al frente del ajuste de cuentas, la matriarca que al fin dice lo que piensa de la forma más dañina posible. Frente a ella, la hija Bárbara, la que más se le parece.

Estamos ante una gran producción, tanto por el volumen del elenco, como por las dimensiones espacio-temporales. La dirección coordina armónicamente el conjunto de los elementos en juego. El magnífico escenario del Teatro Valle Inclán se colma con una escenografía naturalista que reproduce una casa de tres pisos en cuyo interior opresivo, con las ventanas tapadas para no distinguir el día de la noche, tiene lugar toda la acción. Max Glaenzel (que ya hiciera hace un año la escenografía de esta pieza en Barcelona con dirección de Serge Bebel, que alcanzó 40.000 espectadores y volverá en la primavera próxima) ha construido un escenario impresionante donde no falla un detalle y en el que la iluminación es un elemento esencial para subrayar las sucesivas fases en la acción. Vera insiste en una de sus especialidades, rivalizar con el cine a la hora de usar sabiamente imágenes proyectadas y banda sonora: sonido y vídeoescena son elementos capitales en una ambientación soberbia.

14_5hAmparó Baró sale de un retiro largo y forzado para encarnar un papel agotador, un personaje que podría ser una caricatura y es sin embargo un ser complejo, -gastado y enérgico-, que convierte frustraciones propias en tormentos ajenos. Aún más que en su hija antagonista, se apoya en la solidez de la veterana pareja que componen Sonsoles Benedicto y Abel Vitón en los papeles de su hermana y su cuñado: pocas veces son tan importantes personajes aparentemente accesorios. Su sola presencia en escena ancla el entramado entre sucesivos vendavales. Frente a esta madre desesperada, Carmen Machi es fotocopia y revés al mismo tiempo, hija de su madre, condenada por una herencia maldita aletargada bajo el choque generacional. Violet y Barbara son cara y cruz de la misma moneda.

Pero lo que en Baró es matiz y contención, en Machi es un poco esquemático. El personaje popular, populachero y populista en el que ella y los demás la están encerrando a partir del modelo ‘Aida’, no es la Barbara culta y de buena familia, casada con un profesor e instalada en la comodidad burguesa de provincias con la que el autor ha querido en parte retratarse a sí mismo. Sus relaciones con su marido y su hija es lo menos conseguido del conjunto. No sabemos si el desajuste proviene del texto original o de la adaptación española, pero el personaje despliega una crudeza de vocabulario que roza lo tabernario. Hay en algunos momentos un tono chulesco, modales bruscos y frases malsonantes que no encajan en el prudente tono general de la obra.

14_3hCarmen Machi es una buena actriz que se está o la están encasillando. Una cierta decepción también nos produjo la tercera luminaria del reparto junto a Baró y Machi, Irene Escolar en el papel de Jean, la hija adolescente de Bárbara y Bill. Después de puntuar sobresaliente en mayo pasado en ‘Oleanna’, esta vez no termina de convencernos, quizás también víctima de la misma trivialización que sufre su madre en escena. Y es que ambos personajes parecen excesivamente ‘adaptados’, y tanto ‘chocho’ en boca de Machi y tanto ‘flipe’ en boca de Escolar hacen de innecesarios injertos chabacanos.

Como es habitual, los personajes secundarios marcan el nivel de una obra. Y aquí rozan el sobresaliente. Alicia Borrachero y Marcos Marín son la víscera sensible que sufre en todas las familias, los patitos si no feos sí desafortunados. Clara Sanchis y Gabriel Garbisu son el contrapunto extrovertido: ríen para no llorar, como tantos. No hay reparos a los cuatro. Sin embargo, Antonio Gil aparece desdibujado ante su apabullante esposa, y ese mosquita muerta que al final da portazo debería coger más brío. Chema Ruíz es un correcto policía y Marina Seresesky una buena asistenta aunque no parezca indígena. Y casi nos olvidamos del muerto, como termina siempre pasando. Miguel Palenzuela debería darnos alguna pista más de lo que Beverly planea. Porque el principio y el final de ‘Agosto (Condado de Osage)’ se engarzan en una soldadura perfecta para el dramático círculo. Beverly y Violet forman ese enrevesado y archicomplejo ente que es una pareja humana que ha vivido junta toda una existencia, cuya apariencia a ojos externos puede resultar desagradable o penosa, pero cuyo contenido es un crisol secreto. A pesar de todo, el último pensamiento del que se va es asegurar la supervivencia de la que se queda. Y éste es el mensaje optimista para compensar el pesimismo intrínseco que descansa en el repetirse de las generaciones, en estas abuela, madre y nieta andando una tras otra por la misma senda.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Texto, 8
Adaptación, 7
Dirección, 8
Interpretación, 8
Escenografía, 9
Realización, 9
Producción, 9

Agosto (Condado de Osage)
de Tracy Letts
Dirección, Gerardo Vera

Equipo artístico
Versión, Luis García Montero
Traducción, Ana Riera
Escenografía, Max Glaenzel
Vestuario, Alejandro Andújar
Iluminación, Felipe Ramos
Sonido, Roc Mateu
Videoescena, Álvaro Luna
Caracterización, Eva Fernández
Ayudante de dirección, José Luis Arellano

Reparto (por orden alfabético)
Violet Weston, Amparo Baró
Mattie Fae Aiken (hermana de Violet), Sonsoles Benedicto
Ivy Weston (hija de Beverly y Violet), Alicia Borrachero
Jean Fordham (hija de Bárbara y Bill), Irene Escolar
Steve Heidebrecht (prometido de Karen), Gabriel Garbisu
Bill Fordham (marido de Bárbara), Antonio Gil
Barbara Fordham (hija de Beverly y Violet), Carmen Machi
Charles Aiken Junior (hijo de Mattie y Charlie), Markos Marín
Beverly Weston, (marido de Violet), Miguel Palenzuela
Deon Gilbeau (jefe de policía), Chema Ruiz
Karen Weston (hija de Beverly y Violet), Clara Sanchis
Johnna Monevata (ama de llaves), Marina Seresesky
Charlie Aiken (marido de Mattie Fae), Abel Vitón

Músicas de Angelo Badalamenti, Eric Clapton, Bob Dylan, Mariano Marín, Paolo Nutini

Producción del Centro Dramático Nacional

7 diciembre de 2011 a 19 de febrero de 2012
De martes a sábados, a las 19.00 h.
Domingos, a las 18.00 h
Teatro Valle‐Inclán
Plaza de Lavapiés s/n
28012 Madrid
14_2h

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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