Una mecedora guateada, por J.C.Deus

mecedora2‘La Fauteuil à bascule’ fue un éxito teatral en la lejana Francia de 1981. A partir de ello, su autor, Jean‐Claude Brisville, practicó una especie de teatro histórico que como la novela histórica se basa en personajes y hechos reales para inventar todo lo demás. Josep Maria Flotats trabó amistad con él en su larga carrera en Francia, y al retornar a España ha adaptado dos de sus obras: La cena (2004) y El encuentro de Descartes con Pascal joven (2009). Como no hay dos sin tres, insiste ahora con esta pomposa y acolchada mecedora, una obra mediocre cuya puesta en escena agrava los defectos de partida.

El argumento de ‘La mecedora’ despierta interés en principio, la difícil adaptación del mundo editorial a la economía de mercado. Una editorial que prescinde del tradicional lector incapaz de comprender que lo que cuenta es vender historias y no alimentar egos literarios. Pero ya sentado en tu butaca y apagadas las luces de la sala, enseguida decepciona. La trama es imposible, pues el despedido se presenta ni corto ni perezoso en casa del jefe, éste le recibe y mantienen un diálogo de una hora. Si me citan un sólo jefe que abra la puerta de su casa al empleado que ha despedido por la mañana, me castigo a asistir a todas las representaciones.

mecedora3La conversación entre ambos es aburrida, con algunas ocurrencias y muchas críticas al inaceptable hecho de que las editoriales existan fundamentalmente para vender libros cuando deberían existir únicamente para publicar lo que les venga en gana a cargo del presupuesto del Estado. El que para una empresa lo importante sea el beneficio, parece una aberración inconcebible. El cruel editor Osvaldo es muy malo y no tiene biblioteca en casa; el sabio despedido Jerónimo es muy sabio por el contrario, y cita continuamente supuestas sentencias de gloriosos literatos. Dos caricaturas trucadas para mayor gloria del bueno de la obra, que representa al autor, con el que se identifica el director, y del que nadie dirá la verdad, que es un viejo fatuo al que simplemente le ha llegado la prejubilación como a todo hijo del vecino.

El manido dualismo de la pieza es el mismo que Brisville repetiría enfrentando en desigual combate al ‘lúcido’ Descartes con el ‘reaccionario’ Pascal. La diferencia esta vez es que Flotats sólo dirige pero no hace también el papel del bueno, quizás por los imponderables que apartaron a Toni Cantó de interpretar un malo a su altura, quizás porque ha considerado que se estaba repitiendo. En todo caso, ha contratado para hacer del bueno de Jerónimo, a un actor que es casi un calco suyo, de su dicción y movimientos afrancesados, de sus tics tan previsibles.

mecedora5Esta mecedora no es de las usuales de mimbre sino más bien un sillón basculante, figúrense, un sillón guateado montado en un balancín. No sabemos si en Francia abundan, pero en España semeja bastante ridículo. Si además resulta que el empleado lo tiene instalado en su despacho y se pasa en él las horas, no parece extraño que en el primer reajuste lo manden a mecerse a su misma casa.

El autor introduce en el tramo final un tercer personaje que viene a empeorarlo todo. Se trata del joven Gerardo, amante del editor Osvaldo, mantenido suyo como ilustrador de la editorial, un sensible y amoroso muchachuelo prendido de las dotes humanas del lector Jerónimo, al que piropea continuamente para encelar a Osvaldo, con el que finalmente tiene una escena de celos y ruptura, metida con calzador para alargar y amenizar la obra. Denostado por Gerardo, ridiculizado por Jerónimo, el malvado Osvaldo se refugia en el silencio y el cinismo. Interpretado por Eleazar Ortiz, diríamos que es lo poco que se salva del naufragio. Porque Elio Pedregal y Daniel Muriel naufragan en sus infumables papeles.

mecedora1Flotats despues de su ambicioso Beaumarchais ha vuelto a lo fácil. No hay nada que destacar en este montaje de escenografía corriente, de lo que se llamaba antes comedia comercial de teatro de provincias. Desgraciadamente, la mutación cultural que vivimos merece aproximaciones más dialécticas y menos maniqueas.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Versión, 6
Dirección, 5
Interpretación, 5
Escenografía, 5
Producción, 4

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro Valle‐Inclán | Sala Francisco Nieva

La mecedora. de Jean‐Claude Brisville
Dirección, Josep Maria Flotats
Versión, Mauro Armiño
Escenografía y vestuario Alejandro Andújar
Iluminación Albert Faura
Ayudante de dirección José Gómez
Producción Centro Dramático Nacional

Reparto
Gerardo, Daniel Muriel
Osvaldo, Eleazar Ortiz
Jerónimo, Helio Pedregal.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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