Ciertamente más de uno en Benalmádena hoy se sorprende de la velocidad vertiginosa que ha alcanzado el proyecto de ampliación del Puerto Deportivo de Benalmádena, con un lugar preferente en la portada de muchos periódicos provinciales en papel y digitales.
Y es que fue, a pocas semanas de las pasadas Elecciones del 20N, y ahora a las puertas de las autonómicas del 25M, cuando despertaba el león dormido de Griñán y la Consejería de Obras Públicas que durante años ha abanderado trifulcas continuas e innecesarias lapidando trámites en el tiempo para manejar el momento que les interesaba para sacarlo a flote.
Desde este martes, parece que reina el optimismo de que el ‘desbloqueo’ de la Junta de Andalucía permitirá al municipio benalmadense vivir el privilegio de contar en un futuro, no sabemos si próximo o lejano en el tiempo, del mayor puerto deportivo de Andalucía y uno de los mayores de España, duplicando su capacidad hasta alcanzar los 1.700 atraques. Es una gran noticia… pero profundicemos en hemeroteca.
Llama la atención el recorrido, vía-crucis, de un proyecto que ahora abandera el alcalde, el socialista Javier Carnero, como si fuera suyo, pero que él mismo guardó en el último cajón al alcanzar por primera vez la Alcaldía en mayo de 2007. El PSOE siempre estuvo en contra del mismo, junto al entonces edil no adscrito, primero de MPB, ahora de la UCB, Francisco Salido, y con Izquierda Unida, con la entonces edil Elena Benítez.
Todos en contra de una propuesta del PP de recuperar el proyecto que inició el más que cuestionado Bolín, un proyecto que se cuestionó por ser de Bolín más que por lo que representaba en sí mismo. Tanto el PSOE, como sus socios de gobierno, los mismos en su esencia que gobiernan ahora dividiendo en tres Benalmádena, dieron la espalda al principal revulsivo económico y de empleo para el municipio.
Curioso es, que de la noche a la mañana, abanderen, menos IU -lo que denota diferencias entre socios-, un proyecto que nunca reconocieron, no impulsaron y no defendieron, sumisos a intereses partidistas, del que fueron recelosos, dando motivos en bandeja de plata a la Junta de Andalucía para aplicar a los benalmadenses un correctivo injusto y duro, ahora levantado a las puertas unas elecciones con elevados índices de derrota en las encuestas.
El mérito, en su justa medida. Primero, al equipo de Gobierno que inició todos los trámites para su puesta en marcha, antes de 2007, antes de que el PSOE alcanzase la Alcaldía en 2007 y pisara el freno y lo dejara aparcado en doble fila. El mérito es del exalcalde Enrique Moya y el equipo de Gobierno que desde 2009 hasta 2011 luchó cuerpo a cuerpo, y contra viento y marea, contra los ‘tejemenejes’ y ‘excusas’ de la Junta de Andalucía reivindicando el potencial y magnitud del mismo.
Benalmádena no puede estar agradecida al Gobierno de Griñán, y mucho menos al de Chaves, pues es esta administración pública la que ha toreado con capote político en mano al municipio hablando de un informe de impacto medioambiental que no ha sido modificado en el grueso de su fondo y que es un espejo del elaborado hace ya bastante tiempo por otros, que no eran socialistas.
El alcalde Javier Carnero, por aprobarse esto, no puede apuntarse un tanto, porque deja en evidencia que siempre ha estado en fuera de juego, y si nos apuran, que su gol lo mete con la mano gracias al beneplácito de árbitros socialistas andaluces preocupados con la isla desierta de la Costa del Sol. Carnero sacó tarjeta roja a la ampliación del Puerto durante muchos años.
Benalmádena pasa de ser el primero al último, a estar a la cola, con Marbella y Málaga en marcha y Mijas a la expectativa. ¿Cuánto tiempo se ha perdido? Son más de cuatro años en la sala de espera. No en vano, todo es de reconocer, sí le podemos agradecer al alcalde socialista que, gracias a las siglas que representa, y a sus últimos movimientos, ha logrado despertar a un Gobierno andaluz, que como un gato, estaba divirtiéndose cazando ratones a costa de retrasar la modernización de Benalmádena. Carnero no debería estar orgulloso, en absoluto, de un proyecto que ahora bien quieren vendernos bajo el ‘mal etiquetado’ electoralista de ‘obra faraónica socialista’.
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