Sin pelos en la lengua y con la libertad que da el tener un currículum independiente, Albert Boadella ha criticado las alabanzas casi unánimes que ha recibido, tras su muerte, el pintor y escultor Antoni Tàpies —Fallece el pintor Antoni Tàpies a los 88 años de edad–.
El dramaturgo catalán, creador y director de Els Joglars, ahora director artístico de los Teatros del Canal de Madrid, se ha preguntado si «¿existe algún ser humano sensible, culto, sensato, inteligente, sin defectuosidad visual o simplemente con sentido común, al cual le guste Tàpies?».
En un apunte en su blog —Tàpies— Boadella señala que «no hubiera escrito nada» de la reciente muerte del artista catalán pero se ha visto casi obligado a ello después de que los medios se hayan lanzado «todos sin excepción, a la contaminación mental del ciudadano en una enésima versión del cuento del rey desnudo».
Según Boadella no tiene sentido que a Tàpies se le haya equiparado con Goya, Picasso o Velázquez y ha acusado a la prensa de no «expresar aquello que todos piensan»; es decir, de decir que Tàpies no gusta y no se le entiende —Tàpies, ¿artista universal o catalán universal?–.
«LA REALIDAD CLAMA AL CIELO»
«Vamos a ver, ¿existe algún ser humano sensible, culto, sensato, inteligente, sin defectuosidad visual o simplemente con sentido común, al cual le guste Tàpies?», se ha preguntado. Para el director teatral, Tàpies no es más que «marketing», «mediático» y «la más genuina representación de la nada»; algo que nadie dice porque es arriesgarse «a pasar por un ancestro, un cateto o un reaccionario».
Pero al común de lo mortales la obra de Tàpies sigue sin gustarle, después de «llevar más de cincuenta años vendiéndonos su obra vinculada al sinónimo de libertad, modernidad y progresía»; esta artimaña no hubiera funcionado con Tiziano, Rembrandt o Cezanne.
Y añade:
Comprendo que la realidad tiende a ser dolorosa y parece más agradable para los artistas evitar entrometerse en las fantasías de los exquisitos a fin de no salir denigrado pero la realidad clama al cielo. Una realidad en la que no es necesario ser vidente para anticipar lo que serán en el futuro las mercantiles ocurrencias de residuos urbanos bajo la firma Tàpies. ¿Quién recordará estas mezcolanzas de albañilería? Solo los que han pagado fortunas, convertidos ahora en accionistas de su obra y a los cuales les tocará la difícil tarea de mantener la cotización y vigilar que la mujer de la limpieza no eche los cartones garabateados a la basura (no sería la primera vez).
Boadella, finalmente, recuerda que el futuro triste que le espera al legado de Tàpies, además, se producirá sin aguantar una comparación con Van Gogh o Modigliani, por ejemplo, ya que estos «no tuvieron medio siglo de propaganda y dinero del contribuyente a su servicio para promocionar las obras». Como sí ha tenido el artista catalán.