El sello que va a dejar Alberto Núñez Feijóo en el Congreso de Partido Popular en Sevilla se puede resumir en dos palabras: tolerancia y progresividad.
El Presidente de Galicia, coautor de la Ponencia Social con el presidente balear José Ramón Bauzá y el dirigente navarro Santiago Cervera, ha alcanzado ya una victoria precongresual despejando el panorama del fin de semana de los negros nubarrones que se cernían sobre el conclave popular sevillano.
Porque los españoles, hasta hace pocas horas, corrían el peligro de pasarse el próximo lunes día 20 de febrero de 2012 posicionándose a favor o en contra de las tesis del Partido Popular respecto al matrimonio entre homosexuales.
Pero el consenso que ha auspiciado el varón gallego entre el sector más conservador y el sector más progresista, en esta cuestión que despierta tanta sensibilidad en la opinión pública y la opinión publicada, permite que el PP nacional pueda salir de su XVII Congreso lavándose las manos como Pilatos. Ni van a quitar ni van a poner matrimonio homosexual. Ése marrón, como otros muchos que aguardan en la lista de espera, se lo va a tener que comer el Tribunal Constitucional.
España podrá volver a discutir el próximo lunes si jugó mejor CR7 que Messi, o viceversa, en un ambiente de normalidad sociológica que va agradecerle a ANF su paisano Mariano Rajoy, suficientemente estresado entre la espada de Europa y la pared de unos Presupuestos Generales escritos en alemán.
La otra aportación de Alberto Núñez Feijóo, ANF, al concilio popular, es la inclusión de la progresividad como un botín arrebatado a un socialismo confuso y pacato. El PSOE español perdió en los últimos años la oportunidad de registrar la patente de la «progresividad», según los niveles de renta, en su sede de la Calle Ferraz.
Los socialistas no han cogido el toro del copago por los cuernos, y le han dejado vía libre a os populares. Y, en los próximos años, al rebufo de todo lo que el viento se va a llevar con esta crisis, el copago, o el extrapago, o como se le quiera llamar al hecho de que las rentas más altas contribuyan con algo más a la sostenibilidad del estado de bienestar: sanidad, educación y servicios básicos gratuitos para las rentas más bajas, se convertirá en un logotipo de progresismo y justicia social en todo el orbe occidental.
La punta del iceberg viaja en la Ponencia Social desde Santiago de Compostela a Sevilla: la propuesta de hacer sostenible la defensa totalmente gratuita de oficio a los económicamente más débiles, fijando «criterios progresivos» para rentas algo más holgadas.
El Estado de Bienestar no puede seguir siendo un concepto estático, sino dinámico, capaz de adaptarse a las circunstancias y sostenerse en el tiempo como garantía de los españoles más desfavorecidos. Es un concepto de izquierdas, pero se le ha ido marchitando a una confiada socialdemocracia europea que se ha olvidado de podarlo en los otoños económicos y sociales.