Quizá el panorama de Pepe Blanco esté menos negro, pero todavía lo tiene gris. Quizá el Tribunal Supremo acabe absolviéndole, pero le va a resultar muy difícil que le absuelva la historia.
Porque los coches oficiales de los ministros de España no los pagan los españoles para mantener conversaciones ambiguas entre un señor que lleva una cartera oficial y un señor que lleva una cartera privada.
Porque la expresión «lo voy a mirar», reconocida por el poderoso señor exministro, es pura apología del tráfico de influencias y la hipotética relación amoral entre un representante de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y un señor de Lugo.
Porque si Andorra es algo parecido a un paraíso fiscal, resulta francamente difícil digerir el informe pericial de la Agencia Tributaria sobre una transferencia efectuada en territorio andorrano ¿Tan largo y preciso es el brazo armado de la Hacienda Pública española?
Porque Dorribo estará obsesionado con derribar a Pepe Blanco -ellos sabrán por qué- Pero, salvo que sea un tipo enganchado a la caza mayor, o sea, que le pone disparar al cualquier ministro, y resulta que pasaba casualmente Pepe Blanco por ahí, ninguno de los defectos propios de la condición humana pueden explicar la tenacidad de éste empresario, o lo que sea, lucense, metido en un irreversible callejón sin salida.
En ningún caso se puede obviar la sacrosanta presunción de inocencia como esencia de un estado de derecho. Incluso es verdad que Pepe Blanco lo tiene menos negro desde hace unos días que hace unos meses. Pero tras las sucesivas declaraciones ante el Tribunal Supremo, resulta difícil no reconocer que el señor Blanco todavía lo tiene gris.
Algunos populares y algunos socialistas damnificados por el ex ministro de Fomento y mano derecha de Zapatero, llaman a Jorge Dorribo, desde hace ya varios meses, Jorge Derribo.