‘Visiones de la India’: Ocho siglos, tres religiones y otros tantos imperios, por J.C.Deus

india2Es la primera vez que el Thyssen se sale del ámbito de la pintura occidental, y lo hace para ofrecer una panorámica de la evolución de la pintura india desde el siglo XII hasta mediados del siglo XIX. Los visitantes serán equipados con lupas, porque la característica más sobresaliente a pesar de la diversidad de épocas y regiones, es el detallismo y minuciosidad de su trabajo. El uso de pinceles extraordinariamente finos, incluso de tan solo dos pelos permitía a los artistas realizar una labor prácticamente de miniatura. Todo invita a la observación minuciosa de los universos que reflejan.

El San Diego Museum of Art de California nunca había viajado al exterior con una muestra completa. Es un gigantesco museo generalista, con más de 16.000 obras, que considera esta escala en Madrid el inicio de su presencia europea. Su generosidad y rapidez en la empresa ha sido destacable. Para el Thysse, que no olvidemos que en estos momentos está ofreciendo también la antológica de Chagall así como un complemento de miradas cruzadas dedicado a Holanda, supone reforzar su oferta de primavera con un aliciente que sin duda gustará al público.

Se trata de una selección de 106 piezas -pinturas, grabados y manuscritos- de la colección de pinturas del sur de Asia creada por Edwin Binney (1925-1986) que incluye cerca de un millar y medio de piezas. La exposición está organizada en cuatro secciones que siguen también un recorrido cronológico, empezando en el siglo XII con algunos ejemplos tempranos de la iluminación de manuscritos de estilo autóctono, hasta llegar a mediados del siglo XIX, con el traspaso del poder del Imperio Mogol al Raj, el sistema británico de administración colonial.

Es un figuracionismo fiel a sí mismo a lo largo de siglos, sin apenas evolución, que absorbe la temática y la técnica imperante en los sucesivos poderes invasores para integrarla en la poderosa idiosincracia india. Siempre detallista, siempre repleta de cosas, de gente, de escenas complejas, una forma minuciosa de reflejar la vida corriente que emparenta directamente con la pintura medieval europea.

La larga dedicación a tan minucioso trabajo hacía que muchos artistas perdieran la vista a edad temprana y tuvieran que abandonar su actividad. El trabajo de los artistas, determinado por la tradición familiar o la pertenencia a una casta concreta, solía ser anónimo. Los talleres de pintura estaban organizados según los distintos niveles de especialización y maestría. Por ejemplo, en los dedicados a la iluminación de manuscritos, el maestro esbozaba primero la composición; después, los pintores noveles aplicaban las primeras capas de color y los especialistas en rostros, árboles y otros motivos añadían estos elementos; finalmente, la obra volvía a manos del maestro para darle los últimos toques. Una vez terminada, se bruñía con una piedra de ágata, lo que compactaba las diversas capas de pigmento y le proporcionaba un brillo muy especial, que es otra de las características distintivas de la pintura india.

El primero de los cuatro tramos de tan largo recorrido de ocho siglos se titula ‘Iluminaciones sagradas’, pinturas destinadas a ilustrar los libros sagrados que servían de ofrenda en los templos, una tradición que empezó a florecer en los monasterios budistas en torno al siglo XI, donde se pintaban escenas que embellecían las copias de los textos sagrados y facilitaban la meditación. Era un estilo repetitivo, con una paleta limitada y escasa amplitud temática hasta el siglo XV en que se abrió la temática y la técnica para abordar temas como las victorias de la diosa Kali, obras devocionales al dios Krisna o textos filosóficos.

‘Visiones líricas’ está dedicado a continuación a las pinturas que, a partir del siglo XV, ilustran las narraciones persas más populares encargadas por una clientela de élite, que no busca ya incrementar sus méritos espirituales sino mostrar estos trabajos como signo de educación, riqueza y sofisticación cultural. Una de las primeras obras que se ilustró en la India fue una versión del Khamsa, un conjunto de cinco poemas persas escritos en el siglo XIII que relataban las conquistas de Alejandro Magno y las hazañas amorosas y épicas de diversos personajes históricos.

La tercera etapa es la pintura del Imperio mogol, una de las más influyentes y reconocidas del arte indio. El emperador Akbar (1556-1605) fue en buena parte responsable de este esplendor, al contratar a un centenar de artistas para que trabajaran en el taller imperial bajo la dirección de siete pintores procedentes de la corte de Irán. Las obras que realizaron conjuntamente los artistas indios e iraníes, sometidas al realismo impuesto por el gusto del emperador, constituyen un excelente conjunto que revela un estilo nuevo, dotado de una vitalidad sin precedentes. Tanto Akbar como sus sucesores se interesaron por las estampas europeas que, a partir del siglo XVI, los misioneros jesuitas llevaron a la India, que sirvieron de inspiración a los artistas indios.

Finalmente, llegaron los británicos, y los artistas indios trabajaron para los funcionarios y comerciantes vinculados a la Compañía de las Indias Orientales, reproduciendo con realismo ejemplos de la flora y fauna locales incorporando las convenciones artísticas europeas: el sombreado, la perspectiva y un cromatismo discreto, así como cierta sensación de distanciamiento entre el espectador y la obra. Estas pinturas prolongan en el período de la dominación británica el interés mogol por el género animalista y el dominio técnico, su vibrante colorido y las magistrales composiciones. La demanda de este tipo de obras decayó a partir de 1848, cuando la Compañía empezó a disolverse y un nuevo medio, la fotografía, sustituyó en gran parte a la pintura como procedimiento para documentar a los habitantes y los lugares de la ya oficialmente colonia del Imperio británico.

Cuatro etapas: budista, persa, mogol y británica. Una continuidad asombrosa. Ese magma enorme que llamamos India aceptó todos los imperios y siguió inmutable su camino. La exposición es una inmersión en un tiempo y un espacio legendarios que despierta primero curiosidad y después fascinación rayana en arrobo. Quienes visitaran en 2009 la exposición ‘Los mundos del Islam en la colección del Museo Aga Khan’ en Caixaforum -ver crítica- encontrarán vínculos evidentes, pues reflejaba también los universos persa y mogol aquí presentes.

Museo Thyssen-Bornemisza
Visiones de la India
Pinturas del sur de Asia del San Diego Museum of Art
Del 28 de febrero al 20 de mayo de 2012
Comisaria: Sonya Rhie Quintanilla, conservadora de arte asiático del San Diego Museum of Art
Coordinadora: Paula Luengo, Área de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza
Número de obras: 106
Catálogo: edición en español con apéndice en inglés
Más información: www.museothyssen.org

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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