El tax lease es una parte de la solución que la implacable competencia europea ha ido convirtiendo en un problema genuinamente español
El conselleiro de Economía de Galicia, Javier Guerra, izaba el otro día la bandera verbal de la esperanza en la primera página de La Voz de Galicia: «No vamos a dejar caer al Naval».
Pero la construcción naval de Galicia tiene serias dificultades para abrir el paracaídas . Europa sigue empeñada en pinchar el salvavidas del tax lease, Bruselas mira para otro lado cada vez que se le plantea la resurrección de la construcción civil en Navantia y la propia Xunta le ha negado el pan y la sal al plan in extremis de viabilidad que ha presentado el astillero de Hijos de J. Barreras.
Las grandilocuentes palabras se las lleva el viento, pero a la industria de construcción naval de Galicia se la está llevando la crisis. A Javier Guerra, el conselleiro de la cosa, es de agradecerle su voluntarismo en todas sus declaraciones públicas.
Pero, políticamente hablando, es una temeridad vincular la suerte del naval gallego a la pericia y la gestión de la Xunta de Galicia. Porque, en esta compleja cuestión de la construcción de barcos, la Xunta propone, el Gobierno de Madrid vuelve a proponer allende nuestras fronteras y sólo Bruselas dispone, con la inestimable colaboración de su «comprensivo» comisario Almunia.
Los socialistas y los nacionalistas gallegos se frotan las manos cuanto más se vincula éste conselleiro popular al impredecible destino del Naval galaico; los sindicatos autóctonos utilizan ya su fotografía para afinar el tiro al blanco a la Xunta; y los simpatizantes del PP le ponen velitas a la virgen del Carmen, reina de los mares, para que salve a la construcción naval de un naufragio sin precedentes, desde lo de la Armada Invencible de Felipe II.
Reflexiones para un conselleiro
Con todos los respetos para Javier Guerra, que ha sido cocinero antes que fraile, empresario antes que conselleiro, PD ha ido recogiendo impresiones de expertos en la materia:
- España, que fue la tercera potencia mundial en los años 70 del pasado siglo, tiene ahora un 0´2% en la cuota mundial del mercado.
- A la Xunta de Galicia ni el Estado español ni Bruselas le dan o le pueden dar vela en éste entierro. Como mucho pueden escuchar sus lamentos. Sólo queda el derecho al pataleo, las soflamas mediáticas y apelar a sus buenas relaciones con el recién estrenado «gobierno amigo» de Madrid.
- La diferencia entre España y otros estados europeos es el peso de la demanda interior de sus mercados. España no está en condiciones de incentivar a sus armadores para que construyan sus barcos en nuestros astilleros.
- Se ha apostado por subvencionar la oferta, facilitando operaciones a la demanda, pero no se han abierto líneas de ayuda directa, dinero en mano, vamos, para incentivar contratos en el mercado interior español. Y el problema es que tampoco se puede en estos tiempos de penuria.
Pero, en otros estados de la UE, el 40% de los pedidos proceden de armadores nacionales. Aquí, ese porcentaje es insignificante. La solución no pasa exclusivamente por el dichoso tax lease cogido por hilos.
Hay que jugar con las mismas cartas marcadas con las que juegan otros países europeos, ayudas alegales, incentivos camuflados y demás subterfugios ante los que el comisario Almunia, casualmente, mira para otro lado.
El tax lease es una parte de la solución que la implacable competencia europea ha ido convirtiendo en un problema genuinamente español. ¡Habrá que espabilar!
Con excesivo peso de la fuerza del trabajo y muy poca inversión en tecnología para abaratar costes, el Naval español y gallego compite con excesiva desigualdad de oportunidades.
En el caso de Barreras en Vigo, ha estallado una guerra civil en el Consejo de Administración: Pepe García Costas e Ignacio Lachaga (Abacora) versus Pucho Viñas ¿Acaso el conselleiro de Economía ha tomado partido por alguna de las partes? Es de suponer que no.
Pero en Vigo se habla mucho en las tertulias de clanes, de cárteles, de grupúsculos empresariales endogámicos que sitúan sus intereses colectivos por encima de los intereses de la ciudad.
No creo que Moncloa olvide en ningún momento que Almunia sigue manteniendo carné del PSOE. Que no le haría gracia antes negarle el tax lease a Zapatero, pero ahora le crea menos problemas de conciencia negárselo a Rajoy.
Aquí se está jugando una irresponsable partida de «hundir la flota» entre las Españas que siempre nos hielan el corazón, y el señor Conselleiro de Economía de Galicia, en su ingenuidad, se ha metido en medio de la pelea y va a acabar recibiendo bofetadas hasta en el carné de identidad.
Como le comentaba el otro día a PD un veterano político gallego:
«Si yo fuese conselleiro de Economía y me cayese el marrón del tax lease, empezaría explicándole con toda claridad a los gallegos: Galicia sugiere, Madrid propone y Bruselas dispone. Intentar convertirse en uno de los protagonistas de ésta película de terror, es un suicidio político a plazo fijo»
El conselleiro Guerra está entre la espada y la pared. Por un lado tiene que salir en defensa del Naval gallego, pero, por otro, debería curarse en salud dejando muy claro que es un David, sin honda, luchando contra el enorme Goliat sin escrúpulos de una Europa intrigante de los mercaderes.
No podrá evitar que los sindicatos y la izquierda galaica lo utilicen de sparring, pero puede conseguir que la opinión pública gallega comprenda que los barcos que se pueden y se quieren construir en Galicia, no pueden luchar contra los «elementos» que andan sueltos por Bruselas. Por cierto: ¿se ha quedado afónico Abel Caballero?
A primeros de noviembre de 2011, con Zapatero todavía en La Moncloa, cuestionaba a su camarada Almunia por su papel en la crisis del tax lease. Ahora, no dice ni pío.