Está esperando a que Javier Arenas haya obtenido su pasaporte a la presidencia de la Junta de Andalucía. Cuando el Partido Popular pueda exclamar después de más de 30 años: ¡el sur también existe! Cuando entren sus generales en La Moncloa, ¡Ave, César!, y le muestren el mapa de España prácticamente teñido de azul.
Rajoy prepara ya una sesión agresiva de quimioterapia para abril, medidas mil, que van a hacer entrar en ebullición a los medios de comunicación y las calles de España. Los malos tragos cuanto antes mejor, y tras las elecciones andaluzas y asturianas le va a pedir a los españoles más sangre, más sudor y más lágrimas. O dicho en el lenguaje de ahora: IVA, copago sanitario y retraso en la edad de jubilación.
En todos los libros de instrucciones para gobernantes recién elegidos aparece como prioridad que, lo que tengas que hacer, sobre todo si puede provocar huelgas, dejar al rojo vivo las calles y proporcionarle munición a la oposición, hazlo pronto, al principio de la legislatura, cuando queda tiempo para que los pueblos pierdan la memoria o los hombres del tiempo anuncien anticiclones.
Y Rajoy se lo ha debido leer. Se lo ha comunicado ya a empresarios, compañeros de partido y periodistas de su círculo más íntimo y no le va a temblar el pulso en abril, cuando se asome a las pantallas de los televisores y le anuncie a los españoles: ¡apriétense ustedes tres agujeros más el cinturón!
Rajoy va; Feijóo viene
El problema es que Rajoy está iniciando su legislatura, pero Núñez Feijóo ha entrado en la recta final. Uno va y otro viene. Y es inevitable que se produzca un choque de intereses. Lo que puede ser estratégicamente rentable para el inquilino de la Moncloa, va a resultar inoportuno y quizá nefasto para el inquilino de Monte Pío.
Galicia ya está embarazada de urnas, saldrá de cuentas en otoño o en la próxima primavera, ¿qué más da?, y España estará sociológicamente en llamas, económicamente en cueros, laboralmente anémica y anímicamente deprimida. El panorama electoral para Feijóo es dramático. Ya ha dejado de tener importancia estratégica un adelanto de elecciones.
La campaña a las autonómicas de Galicia, que habría sido un paseo militar en otras circunstancias, será un vía crucis en el devastado paisaje 2012-2013. El Goliat gallego puede volver a caer ante cualquier David que presente un PSdG inofensivo, con la honda rota del nacionalismo y las piedras de la ira de una sociedad que no tendrá nada que ganar y nada que perder.
Este es el gran dilema que mantiene a Feijóo despierto por las noches, deambulando por los corredores de Monte Pío y emulando el inmortal monólogo de Hamlet: ¿ser o no ser?
Esa es la cuestión para el actual Presidente de Galicia, que sabe que nunca perdería las elecciones ante cualquier alternativa bipartita, pero que le va a resultar muy difícil ganarlas frente a la crisis, la reducción del gasto, el control del déficit y el inevitable «fuego amigo» de las medidas que prepara el gobierno Rajoy.
Tiene, como último as en la manga, la jugada que le planteó el otro día a Soraya Sáenz de Santamaría: que Madrid premie a las autonomías que han hecho sus deberes. Un plus para sus últimos presupuestos de la Xunta antes de las elecciones. Un poco de oxígeno financiero, que le permita hacer caer sobre los gallegos algún tipo de maná en período electoral.
Todo depende de Mariano, aunque parezca que depende de Montoro. Pero si Madrid no abastece de municiones presupuestarias al gobierno popular de la Xunta, que no se rasgue después las vestiduras si Rubalcaba inicia su reconquista precisamente por Galicia, el legendario bastión del PP.