Alberto Núñez Feijóo, el hombre que eligió Moisés Fraga para conducir a los gallegos a la tierra prometida, ya no ha podido seguir disimulando en su último debate sobre el Estado de la Autonomía gallega.
Tres años después de haberla buscado entre la espesa niebla de la crisis, ha tenido que reconocer que la tierra de promisión está más lejos de lo que indicaba el GPS de Monte Pío. No hay milagro de los panes, los peces y los puestos de trabajo. No es el momento propicio para quemar las últimas naves en el AVE: ése legítimo sueño que las circunstancias han convertido en un frívolo capricho.
No está la cosa para juegos electoralistas, para estaciones Mayne de diseño, para jugar a la ruleta rusa ecológica con la acuicultura, para inyectar dinero público al negocio privado de la energía eólica, para hacer caja pública a costa de una banca (Pachi dixit) que ha cortado el suministro a la actividad privada.
No está el asunto para pedirle peras a un olmo presupuestario seco, como el de Machado, hendido por el rayo de la crisis y en la mitad podrido por la gestión y la indigestión de gobiernos sucesivos.
Eso, salvo Pachi Vázquez y Ana Pontón, y sus correspondientes hinchadas ideológicas, lo comprenden la mayoría de los gallegos.
Desde la oposición resulta muy sencillo adorar becerros de oro, mientras un gobierno autonómico sube al monte Sinaí a recoger las Tablas de la Ley de los mercados, de Europa, del gobierno del Estado y de lo que todavía quede de conciencia en la política:
-No te endeudarás.
-Mantendrás un techo de déficit.
-No mentirás.
-No prometerás infraestructuras en vano.
-Priorizarás inversiones.
-Gastarás lo que tienes.
-No ofrecerás pan para hoy y hambre para mañana.
-No caerás en la tentación de llevarte los votos.
-No permitirás que algunos sigan poniéndose las botas.
-Amarás a tu pueblo por encima de tu partido, de tu ideología, de tu ambición de poder y de los codiciosos consejos de tus asesores.
Estos mandamientos se resumen en dos: «no conservarás el poder a cualquier precio» y «no usurparás el poder ajeno por cualquier método»
El largo discurso de Feijóo para describir el Estado de la Autonomía de Galicia, lo habría resumido Camilo José Cela repitiendo una de sus frases inmortales: «el que resiste, gana». Por eso Cela fue Premio Nobel de literatura y Núñez Feijóo es Presidente de la Xunta.
Luego fue cuando subió Ana Pontón a la tribuna a ponerle un suspenso al Presidente de la Xunta. Cuando lo comparó con Dorian Gray, sin darse cuenta de que estaba reconociendo urbi et orbi que podía durar en su cargo eternamente.
La portavoz nacionalista tiene muy claro que, salvo excepciones, nunca le van a votar los ricos, y maneja un discurso demodé maniqueo, de buenos y de malos, que enardece a sus bases, pero incita a los económicamente fuertes a intentar convertirse en profetas en otras tierras. Practicar el tiro al blanco indiscriminado al rico, al hipotético inversor, arranca salvas de aplausos cuando estás en la oposición, pero conduce al suicidio colectivo cuando estás en el gobierno.
¿De verdad Ana Pontón quiere alcanzar algún día el gobierno o está resignada a pasarse su existencia en la cómoda burbuja de la leal oposición separatista y radical?
Cuando subió Pachi Vázquez a la tribuna, se sabía que iba a reponer una película de esas que se repiten una y otra vez por la televisión. En ésta ocasión eligió una versión personalizada de «Senderos de Gloria», de Stanley Kubrick.
Se puso a hacer patria con el acoso fiscal a la banca, con la pírrica presión recaudatoria a la rentas más altas, izando la bandera ecológica en cabo Touriñán, apelando a las primas para subvencionar a los inversores eólicos, evocando un estado de bienestar que han dejado en tal mal estado sus compañeros de partido, que todavía manejaban el BOE y los Presupuestos del Estado hace menos de 100 días e intentado convencer al personal de que, la Costa de la Muerte, comercial, laboral, pesquera, sólo dependía del Parador de Muxía para convertirse en la Costa de la Vida.
En esta España que padece sequía de agua y de fondos públicos, ni siquiera los habitantes de La Costa da Morte, que no se han caído precisamente de un guindo, pueden aferrarse a un parador como piedra filosofal de su despegue económico. Por supuesto que más vale parador en mano. Pero los políticos del gobierno y de la oposición deberían centrarse en capturar para ellos todos los pájaros, todas las esperanzas, todos los sueños volando.
Periodista Digital, tras haber contemplado el debate sobre el Estado de la Autonomía gallega, invita a cada uno de los intervinientes a reflexionar sobre una frase:
Feijóo: «No os preguntéis lo que Galicia puede hacer por los gallegos; preguntaros lo que los gallegos pueden hacer por Galicia». Es muy bonito, Presidente, pero no se pase un pelo.
Pachi: «El patriotismo es el último refugio de los canallas». Haga usted patria, señor Vázquez, pero no patriotismo demagógico.
Pontón: «Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social». Si le ha sentado mal, doña Ana, no se enfade con nosotros, enfádese con Aldous Huxley. Ese señor nos enseñó a recelar de cualquier «mundo feliz» diseñado por unos cuantos.
Puy: «¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegran un átomo que un prejuicio» Siga usted intentándolo, a ver si consigue contradecir a Albert Einstein.