Hay cierta tradición de tomarse el radicalismo comunista andaluz con cierta guasa, como se hizo en la toma de posesión del escaño del alcalde de Marinaleda -el de barba castrista y pañuelo palestino- que prometía con toda solemnidad subvertir el orden capitalista y que acabó su soflama con un «Viva Andalucía libre» que desató el pitorreo general, como si fuera la Asamblea autonómica un chiste de Lepe.
Ya hace menos gracia a los andaluces saber que el recién investido presidente José Antonio Griñán también tiene vocación de jardinero y recortará como si fuera un malvado neoliberal -porque dinero no hay para nadie-, y que al mismo tiempo -en esa esquizofrenia sólo posible en la política de izquierdas- se opondrá a la política de recortes que impulsan Europa y Rajoy.
Y es que Diego Valderas, el líder de IU en esa autonomía -y próximo vicepresidente-, ha anunciado que el nuevo Ejecutivo deberá alentar «una resistencia al recorte de derechos desde las instituciones» pero «sin olvidar la lucha en la calle».
Magnífico horizonte el que se le ofrece a Andalucía: unas cifras a la cola de Europa en todo y un Gobierno regional cuyos cargos bajan de los coches oficiales para «luchar en la calle», en convocatorias que pueden hacer a través de sms (hay en Andalucía 38.000 teléfonos móviles con cargo a lo público), y en las que podrán exhibir sus pancartas y banderas con fotos del Che Guevara (personaje que el alcalde de Marinaleda tiene en su despacho, a falta de retrato del Rey).
Y todo esto con la tenebrosa sombra de la sospecha que planea sobre los ganadores de las últimas elecciones. Y es que el pacto social-comunista no va a detener la humareda judicial de los ERE, un escándalo sin precedentes (hablamos de 1.000 millones de euros repartidos entre socialistas, sindicalistas y su entorno) en que ya hay más de 50 imputados, y un director general de Griñán, y un consejero de Griñán, ya están en la cárcel.
Es cierto que el líder socialista ha prometido un Gobierno «que cumpla la Ley», (algo que también debería haber provocado una carcajada, aunque sólo fuese por lo cómico que resulta que un político tenga que anunciar ese compromiso), pero el propósito de enmienda no absuelve de responsabilidades anteriores, y más pronto que tarde hemos de saber quién es la X de esta gigantesca estafa, el líder político que dio la orden de establecer un mecanismo ilegal con el que habrían de lucrarse amigos, afiliados y simpatizantes.
Como muestra de que todavía no se ha llegado al capo di capi quedan las palabras de Antonio Fernández, el consejero de Trabajo que ya contempla los amaneceres desde la celda, que antes de ingresar en prisión se lamentaba ante la juez de esta manera «¿y qué podía haber hecho yo?», como si la corrupción fuese un requisito ineludible en la Junta.
Griñán, en fin, es por segunda vez presidente de la Junta de Andalucía, habiendo liderado sólo una vez las elecciones y sin haber ganado ninguna. Promete un Gobierno «alegre», y más de uno puede sospechar que, más que de alegría, está hablando de guasa porque a todo eso suena esta coalición de los ERE y los Ches.