No hay demanda para tanta producción

La fusión General Motors-Citroën amenaza a Vigo

¿Por qué La Coruña tiene una tasa de paro del 13% y Vigo sobrepasa el 24%?

Una de las grandes incógnitas de Galicia es la posibilidad de que PSA-Citroën tenga fecha de caducidad. Hasta hace unos años era una reflexión de ciencia ficción, pero en 2012 aparece en el mapa de isobaras como una lejana borrasca en las Azores que podría acabar transformándose en una ciclogénesis explosiva de naturaleza sociológica y laboral.

Los habitantes del Área Metropolitana de Vigo, los sucesivos alcaldes de esa ciudad del sur y los diferentes gobiernos de la Xunta, incurren en un error que se ha ido enquistando con el paso tiempo: han llegado a convencerse de que Citroën es gallego, que se ha inventado en ésta tierra y que las patentes y el valor añadido son patrimonio de la Comunidad Autónoma.

Se lo comentaba este 3 de mayo de 2012 a Periodista Digital un vigués con dos dedos de frente que, naturalmente, ni era político, ni era empresario, dos especies que viven en Babia, excesivamente ocupadas en pedir el voto o solicitar subvenciones. Analizaba el proceso de fusión con General Motors, el aviso de desahucio de la factoría de Madrid, los amagos de la Opel en Aragón y el anuncio de una gran central conjunta de compras para abaratar costes, y entonaba un sutil y profético réquiem, más o menos lejano, por Citroën en Vigo.

Las cuentas no le salen a nadie, aunque no haya alguien más ciego que el que no quiera ver. Opel produjo en 2011 370 mil unidades y Citroën 355 mil. La demanda en el mercado interior español alcanzó las 808 mil unidades, pero ya ha descendido más de 15 puntos en el primer cuatrimestre de 2012 respecto al mismo periodo de tiempo en el año anterior. También desciende la demanda en el mercado exterior, una contrariedad que obligará a reducir la producción para la exportación.

Se puede contemplar desde todos los ángulos posibles. Aplicar la teoría de la botella medio llena y tirar para adelante. Pero la botella está medio vacía y pierde líquido por alguna grieta. Citroën no es de los gallegos, que se desengañe el personal, el Ayuntamiento de Vigo y el voluntarista conselleiro de Economía de la Xunta de Galicia.

Lo que tenga que ser, será. Y quizá Vigo salve algunos muebles por el valor estratégico de su puerto, que permite el transporte al exterior a costes razonables. Pero el clúster de automoción del Sur, esa placenta industrial de grandes, medianas y pequeñas empresas unidas a Citroën por un cordón umbilical, va a sufrir como una madre. Ya ha empezado a tener irreparables pérdidas y resulta muy difícil pronosticar las que le esperan, cuando la macrocentral de compras Opel-Citroën empiece a apretar más las tuercas.

Malos tiempos para la Lírica

Fue un grupo del Sur, precisamente, el que inmortalizo éste título profético. Se llamaba Golpes Bajos, que es como vulgarmente se suele llamar al golpe inesperado que no estaba en el reglamento ni en el guión. El problema es que los dirigentes políticos, empresariales y sindicales del sur de Galicia no previenen a sus ciudadanos.

Y, si llega el «golpe bajo» de Citroën, aunque no sea mortal de necesidad, va a pillar a muchos gallegos desprevenidos. Si encoje la demanda, encoje la producción; si encoje la producción, encojen las plantillas; si encojen las plantillas, encojen los corazones en cientos, quizá en miles de hogares del Sur de Galicia.

Pero Abel Caballero, el alcalde de la ciudad de Vigo y candidato a virrey del Área Metropolitana, sigue a lo suyo, en su coche oficial (marca Citroën), con su show victimista del mundo contra él, buscando culpables por todas partes y declarándose víctima en cualquier circunstancia.

Debe, o debería manejar información privilegiada sobre los planes de la factoría en Vigo, pero va a mantener un prudencial silencio hasta que estalle la burbuja. Entonces le echará la culpa a Feijóo o a Rajoy y volverá a lavarse las manos como Pilatos. Es economista y no debería ignorar que las cuentas no salen, pero le «debe» lealtad y sumisión a la multinacional franco-estadounidense y no se siente obligado a decirle la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a su «amado» pueblo.

Citroën no va a morir de repente, pero se va ir desvaneciendo en la historia, como el General Mc Arthur. Quizá le saque a la Xunta, al Estado, algún que otro «impuesto revolucionario» para mantener artificialmente cuotas de empleo en serio peligro de extinción.

Pero será dinero público malgastado que se perderá por el sumidero. Sería mejor invertirlo en ayudas directas a los hipotéticos despedidos. Mejor no aguantar la burbuja. Mejor coger el toro por los cuernos, dejarse de poner parches, cheques, subvenciones y dedicar los escasos recursos financieros a las Pymes y los nuevos emprendedores que pueden volver a tejer lentamente el empleo.

Coruña sube; Vigo baja

No es casualidad que la ciudad de A Coruña tenga un 13% de tasa de paro y Vigo sobrepase el 24%. No es culpa de Feijóo, como repite Abel Caballero para echar balones fuera. No es que la Xunta acune al Norte y flagele al Sur con inversiones discriminatorias, como intenta transmitir Caballero a sus «descamisados» y a muchos vigueses de buena voluntad.

Es que, allí arriba, fabrican prendas de vestir «made in Coruña» que se consumen en los cinco continentes. Que los Hermanos Rivera han inundado los mercados internacionales con cerveza genuinamente galaica, que incita a exclamar en muchos idiomas: ¿por qué a mí se me ha caído una Estrella en el jardín»?.

El drama de Vigo es que Citroën no lo han inventado los vigueses. Que en construcción naval ponen la mano de obra, pero los motores, la electrónica, la innovación, casi un 80%, la facturan los nórdicos.

Que la ciudad era referencia mundial en contenido y continente de conservas, pero, paradójicamente, fue incapaz de conservar esa industria. Funciona la pesca, pero el único invento vigués fueron los buques congeladores que empezaron a traerse productos del mar, en perfectas condiciones, de los más remotos lugares del mundo. Fue un proyecto innovador de Pescanova, la empresa genuinamente viguesa a la que el señor alcalde se atreve a tachar de «coruñesista».

No hay fantasmas que persigan a Vigo. Sólo ha habido negligencia política, demagogia barata, picaresca y frivolidad de nuevas generaciones empresariales y un sindicalismo que ha abusado de la razón de la fuerza y ha dejado aparcada la fuerza de la razón.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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