La reelección de Griñán en Andalucía se materializó este 3 de mayo de 2012 gracias a los votos de IU. Ese apoyo, determinante, esboza inquietantes resultados.
Para empezar, la coalición de izquierdas ya le ha impuesto al presidente que en el sector público no rija la reforma laboral. Esa actitud disparatada e irresponsable de IU hace prever conflictos entre los gobiernos regional y central, pero también serias dificultades con su socio a lo largo de la legislatura.
Griñán, consciente de que está maniatado, ha sido muy poco concreto en sus compromisos con la ciudadanía. El propio acuerdo con IU no pasa de ser un esbozo de buenas intenciones, un catálogo de iniciativas que obvia la Ley de Estabilidad Presupuestaria, como si el rigor en las cuentas fuera ajeno al territorio andaluz.
Y así lo parece, porque en su discurso de investidura, Griñán anunció una especie de nuevo Plan E de 200 millones de euros para contratar a jóvenes y parados de larga duración con el vaporoso objetivo de cuidar y repoblar montes.
La medida contradice la política general de contención del gasto y recuerda vicios del pasado. Por si todo ello fuera poco, Valderas, líder de IU en la región, prometía ayer «resistencia» a los recortes aprobados por el Ejecutivo central y no dudaba en abogar por «la lucha en la calle».
Esa actitud beligerante y de trinchera es la que menos conviene a una región con graves dificultades financieras, con un 33% de paro y con un problema de corrupción no resuelto.
Son demasiados ingredientes inflamables como para ser optimistas con el periodo que se abre en Andalucía.