Se han tomado tan en serio el diluvio purificador de reformas que, en cuanto se descuidan los ciudadanos un minuto, ya les están colando una nueva en los medios digitales, que son los Usain Bolt de las pistas mediáticas.
Desde que Mariano Rajoy anunció que los viernes dejaban de ser días de Consejo de Ministros y empezaban a ser días de Consejo de Reformas, el diverso y disperso personal popular dedica los lunes, los martes, los miércoles, cualquier día de la semana a ofrecerle un nuevo cambio de loock a la opinión pública y la opinión publicada.
Feijóo, sin ir más lejos, es un metrosexual de la gestión pública. Su físico personal le preocupa mucho menos, pero su imagen de gestor la cuida más que Josemi Rodríguez Sieiro su vestuario.
La gestión como estrategia contra la crisis
Al principio era un tic, una costumbre adquirida por el señor Presidente durante su etapa ejecutiva al frente de Correos, del Servicio Nacional de Salud, incluso de la Consellería de Ordenación del Territorio, en un gobierno en el que la política la hacía Manuel Fraga. Pero ahora se ha convertido en una imperiosa necesidad.
Si Pachi, Jorquera y el personal que aspira a que «suene la flauta», se cree que Alberto Núñez Feijóo ha entrado en un nirvana gestor, están más despistados que Sergio Ramós cuando envío su célebre penalti «trending topic» a la luna. Feijóo practica la gestión, porque sabe que su única oposición es la crisis.
Sólo la crisis puede desahuciarle de Monte Pío, en una comunidad autónoma en la que los candidatos de la oposición son simples teloneros que rellenan los descansos del Boss galaico.
La crisis, en cambio, es una oposición implacable. No se sube a las tribunas del Parlamento. No practica la retórica en los medios de comunicación.
Sencillamente, se pasea por las calles, se refleja en cifras en los periódicos y visita a los electores casa por casa, familia por familia, con el slogan menos sofisticado y más contundente capaz de idear el más genial asesor electoral: ¡estoy aquí!
Sacar conejos de la chistera
Por eso Feijóo, un día sí y otro también, un día con más fortuna y otro con menos, intenta sorprender a los gallegos con una nueva medida. Este 21 de mayo de 2012 en el transcurso de un locuaz desayuno, se sacó de la chistera la privatización de lo que no sea el «núcleo duro» de la sanidad.
Describir en unas cuantas líneas lo que va incluido en el «núcleo duro», sería una osadía. Pero algunos medios lo concentran en la cirugía y las pruebas diagnósticas. Todo aquello que requiera el uso de instrumentos públicos.
Anguita afrontó una campaña electoral repitiendo en todos los mítines: ¡programa, programa, programa! Feijóo ya ha decido que su larga precampaña mantenga un mensaje de fondo: ¡gestión, gestión, gestión! En una sociedad escarmentada de que las palabras se las lleve el viento y que los grandilocuentes slogans suenen a hueco, quizá sea una buena estrategia presentarle hechos.
Algunos, los rechazarán de plano. Otros quizá empiecen a entender que la iniciativa privada y la iniciativa pública, si son eficaces, son compatibles. En sanidad y en Educación, sin ir más lejos, a pesar de los defensores de lo público rasgándose las vestiduras, ya llevamos décadas utilizando centros de sanidad y centros de educación concertados que han acumulado más éxitos que fracasos.
No hay axiomas. Ni conservadores, ni progresistas. Lo que hay es crisis, esa implacable oposición política que lo mismo se lleva por delante a gobiernos de centro-derecha que a gobiernos de centro-izquierda. Por eso el lema electoral de Feijóo es gestión: disciplina presupuestaria, techo de gasto, cierre de chiringuitos, Axencia Tributaria, racionalización administrativa, optimización de los recursos educativos y sanitarios. Se lo está jugando todo a una carta: la posibilidad de que muchos gallegos acepten que, la austeridad de hoy, puede ser el desahogo del mañana.
Es verdad que Feijóo no tiene oposición, con el máximo respeto al PSdG y a los nacionalistas, pero la crisis puede acabar dejándole fuera de combate.