El BNG se ha apuntado a la política del vale todo
«100.000.000 millones de euros. Rescatan la Banca roban al Pueblo». Este texto, incluido en una campaña de publicidad en prensa gallega, ha desatado una fuerte polémica en la Comunidad Autónoma gallega. El anuncio aparecía con la identidad corporativa de la Vicepresidencia de la Diputación de Lugo, cuyo titular, Antonio Veiga, pertenece al BNG. El Partido Popular ha reaccionado anunciando la presentación de una querella por posible malversación de fondos públicos. —El PP denuncia ante la Fiscalía que la Diputación de Lugo paga una campaña del BNG—
Los anuncios en la prensa aparecen al mismo tiempo en el que se difunden carteles del partido nacionalista con el mismo texto, y esa coincidencia ha puesto en guardia al Presidente Provincial del PP lucense, a su vez portavoz del Grupo Popular en el Senado, José Manuel Barreiro, que acusa a la Diputación de utilización de fondos públicos para fines partidistas.
El pasquín fue exhibido en el Parlamento de Galicia por parte de los diputados pertenecientes al BNG, durante una sesión en la que se debatía la situación y el futuro de Novagalicia Banco. La portavoz nacionalista, Ana Pontón, salía después al paso de las acusaciones del PP y aseguraba que el coste de la campaña lo había asumido el partido, como se demostrará con facturas, y que la presencia corporativa de la Vicepresidencia de la Diputación en los anuncios en prensa, se debía a un error.
Hasta ahí un nuevo capítulo de excesos, voluntarios o involuntarios, de las estrategias del nacionalismo en Galicia. Pero empiezan a ser recurrentes los excesos de éste grupo político. Actúan como si tuviesen patente de corso para transgredir normas y maniobran a su aire, con una actitud de impunidad que parece basarse en la idea de que la sociedad tiene alguna deuda histórica con ellos.
Un nacionalismo claustrofóbico
Serán muy gallegos, amarán a Galicia sobre todas las cosas y tendrán todo el derecho del mundo a intentar convencer a los gallegos, uno por uno, casa por casa, para que dejen de ser españoles y declaren la independencia en este rincón del noreste peninsular, si la historia decide alguna vez que se encienda la luz verde constitucional para que se apee del Estado cualquier pueblo que habite en cualquier rincón de España.
Esa es la grandeza de la democracia, cercada por la miseria de la clase política. Así es un Estado de Derecho que, entre unos y otros, derechas e izquierdas, partidos centrífugos y partidos centrípetos, energúmenos jacobinos y ejecutivos prácticamente vitalicios del nuevo negocio político del separatismo, están convirtiendo en un Estado de Deshecho.
Si crece, se desarrolla y se instala definitivamente la incultura democrática del «vale todo», vamos a acabar de nuevo como los personajes del inmortal y profético cuadro de Goya: «duelo a garrotazos».
El nacionalismo gallego «instalado», ese que no despega sus culos de los escaños, de los coches oficiales cuando toca, de las concejalías liberadas que venden al PSOE, de las cloacas políticas gallegas, resulta claustrofóbico, practica el terrorismo oral y convierte la lengua que tanto amó Castelao en un dialecto autoritario, con aspavientos agresivos y una actitud como de raza superior iluminada (afortunadamente en clara minoría), que ya ha dejado huellas dramáticas y vergonzosas en la historia reciente de la humanidad.
PPdG y PSdG suministran «patentes de corso» al Bloque
Por supuesto que hay numerosas y honrosas excepciones. Pero en Galicia existen fanáticos energúmenos que, si se diesen las circunstancias, lo mismo obligaban a los castellanoparlantes a andar por las calles con distintivos estigmatizantes, de características que permitirían establecer odiosas comparaciones.
La intolerancia debería ser delito en una civilización avanzada. El acoso de las mayorías a las minorías y de las minorías a las mayorías, debería estar regulado y sancionado implacablemente en un Estado de Derecho. Pero PPdG y PSdG, con demagógicas estrategias electoralistas, suministran «patentes de corso» a la minoría nacionalista.
Por ejemplo, ése mantra de que el idioma gallego está maltratado, que en su nombre está justificado todo y que, en ocasiones, con la complicad silenciosa de populares y socialistas, incita a que resuenen en la cabeza de muchos gallegos la célebre frase de Samuel Johnson, reproducida en la película de Kubrick ‘Senderos de Gloria’: «el patriotismo es el último refugio de los canallas». Los que se den por aludidos sabrán por qué…