Si un cordobés se convierte al catalanismo, rozando el nacionalismo en más de una ocasión, no es óbice para que su pueblo natal le honre y homenajee; sin embargo, si una catalana, muy maña, pero catalana abandera una propuesta de ley para reconocer el habla aragonesa, y entre esta la dicha catalán o aragonés oriental, sale en tromba el nacionalismo mediático contra ella.
En los últimos días, desde que el PP de Aragón anunciara que llevará a las Cortes aragonesas una propuesta de ley que regula las lenguas en la Comunidad –-El nacionalismo catalán arremete contra el gobierno de Rudi por llamar «aragonés oriental» a la lengua hablada cerca de Cataluña–, la prensa nacionalista en Cataluña no ha perdido ocasión en cargar contra la consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte de Aragón.
PROMESA ELECTORAL DEL PP Y EL PAR
Así lo han puesto de manifiesto la Plataforma Aragonesa No Hablamos Catalán, que han denunciado lo que consideran una campaña en la prensa y potenciada por los partidos nacionalistas en contra de Dolores Serrat. Serrat, por otro lado, no ha hecho más que llevar a la práctica lo que prometieron PP y PAR en la pasada campaña electoral.
Para la plataforma aragonesa, que apoya a la consejera autonómica del PP, el ataque contra Serrat ha llegado a puntos «irracionales» y hasta «la saciedad» contra las instituciones de Aragón.
Algunos, como en el diario El Punt Avui han recurrido incluso a Wilfredo el Velloso (840-897), al que dan la categoría de padre de la nación catalana y creador de la bandera de las cuatro barras, la señera, para atacar a Serrat. Y otros, como ERC, han exigido directamente la independencia de la «nación de los Países Catalanes que va desde Salsas a Guardamar y desde Fraga hasta Mahón».
Pilar Rahola, por ejemplo, desde La Vanguardia, ha llamado «traidora», «botiflera» y «Agustina de Aragón de pacotilla» a Serrat y ha indicado que «no hay nada peor que una persona que para ser aceptada, necesita traicionar sus orígenes. Es decir, la identidad de su gente durante generaciones. Y como todo traidor, necesita ser más papista que el papa, tanto, que incluso niega haber nacido en Cataluña sino «en la provincia de Gerona», término más digerible para sus colegas hooligans de la España grande y libre».
Rahola –en La botiflera— continúa diciendo que «la tal Dolores, pues, merece el título de botiflera del año, aquel mote que los catalanes dedicaban a los seguidores de Felipe V y que ella se ha ganado con inquina, dedicación y mala fe». Y se pregunta: «¿Qué más le queda a España por hacernos? ¿O cuánto más aguantaremos nosotros?»
RECURRIR AL FRANQUISMO
ERC, por su parte, ha presentado una moción en el Ayuntamiento de Ripoll (Gerona), ciudad natal de Serrat, para reprobarla. En El Punt Avui –en una encuesta poco científica– se apunta que en Ripoll «muchos de los consultados se mostraban contrariados y en algunos casos dolidos y afirmaban que no le había servido de nada haber nacido en una villa que tiene el título de Cuna de Cataluña y que, en el monasterio de Santa María, está enterrado el creador de la nación catalana, Wilfredo el Velloso». Y apuntan al futuro inmediato: «Los más airados, incluso, llegaron a proponer que el pleno la declare persona no grata, tal como hizo hace poco con el rey de España».
Hasta opinadores ciertamente moderados en las formas como Antoni Puigverd, también en La Vanguardia, señala –en Lenguas irritantes— que «en España, desde hace siglos, los ciudadanos de familias de matriz castellana tienden a considerar insoportable la mera existencia de otra lengua que no sea la propia, pues, durante siglos, en todos los regímenes, con mayor o menor descaro, se ha transmitido la idea de que sólo existe en España una lengua digna de tal nombre, que es la española por antonomasia».
Pero Puigverd no se queda solo en eso y se remonta al franquismo: «Laín explica que uno de los objetivos, si no el mayor, del alzamiento de Franco era acabar con la cultura catalana. Sobre el intento casi logrado de genocidio cultural, la España democrática e intelectual no ha hecho la menor autocrítica. Al contrario, en un abuso argumental indigno del que lo usa, se ha repetido mil veces que la ley de inmersión escolar (discutible, pero democrática) equivale al genocidio cultural que ensayó Franco».
A la fiesta se ha sumado también Josep-Lluís Carod-Rovira, quien ha llegado a afirmar –en Ahora, la Franja— que el Gobierno autonómico de Aragón está en contra de «la lengua propia de la Franja» porque los catalanes «la tenemos en poniente» y «ellos la tienen en su oriente».
Así, para el ex número dos de la Generalidad de Cataluña, con Pasqual Maragall y José Montilla, ambos del PSC, como presidentes autonómicos, la solución es sencilla: reivindicar los Países Catalanes, desde Salsas a Guardamar y de Fraga hasta Mahón: «El anterior gobierno socialista no lo hizo oficial (el catalán), como tampoco el aragonés, sino que, simplemente, reconoció legalmente que existían como lenguas, en el territorio de administración aragonesa, cosa que no dejaba de ser histórico. ¿Continuaremos inmóviles en el Principado y en el resto de los Países Catalanes, universidades, entidades, ciudadanos y ciudadanas? El recurso a la «injerencia» me recuerda la no intervención de los países democráticos de Europa y del mundo, ante la ofensiva armada del general Franco, broma que nos duró 40 años…».
ARAGÓN «COMO UNA COLONIA»
Para la Plataforma Aragonesa No Hablamos Catalán estos artículos, que son solo una muestra, es una campaña «antiaragonesa». María José Blanc, portavoz de la entidad, ha señalado que «es una pena que desde los medios de comunicación de Cataluña y desde los partidos nacionalistas catalanes se fomente el insulto y el odio hacia Aragón cuando aquí lo único que queremos es trabajar y legislar a favor de nuestro aragonés».
Y ha añadido que «los pancatalanistas nos acusan de acientíficos mientras en sus universidades se enseñan los reyes catalanes, la confederación catalanoaragonesa y la nación de los Países Catalanes. Es más, desde la prensa catalana esta semana le han dado validez al origen de la bandera aragonesa en Guifredo el Peloso y la leyenda de los dedos manchados en sangre».
Finalmente, la entidad –que apenas tiene eco en Cataluña– ha lamentado que los nacionalistas traten a Aragón «como una colonia» y que les quieran imponer el catalán mientras les niegan devolver sus bienes artísticos religiosos de las parroquias de Barbastro-Monzón y existen problemas, desde hace dos años, para atender a ciudadanos aragoneses en hospitales de Lérida.