PP, PSOE y BNG pierden apoyos

Feijóo afronta las elecciones gallegas con sondeos caducados

La alternativa es un gallinero, los gallegos están pasotas y la novedad es Mario 'Bross' Conde

No es verdad que los partidos políticos gallegos manejen encuestas recientes. Si las hubiesen encargado en verano, mientras calienta el sol ahí en las playas, sería la demostración de que el 21 de octubre los gallegos sólo pueden elegir al menos tonto entre los tontos; si hubiesen aceptado el encargo las empresas demoscópicas, despejaríamos la duda metódica de si las dirigen o no incompetentes y sinvergüenzas; si alude a ellas algún candidato, con eufemismos de tendencias e indicios al alza, casualmente favorables a su causa, sería un mentiroso compulsivo; y si se las traga el pueblo, la opinión pública o la opinión publicada, ya saben ustedes el uso y el lugar que habría que reservarle a tan osado periódico en la casa: el cuarto de baño.

Alberto Núñez Feijóo, Pachi Vázquez, Francisco Jorquera, los chicos de Beiras, Comprmiso por Galicia, el candidato gallego de Rosa Díez, Esquerda Unida o el aspirante a profeta en su tierra, Mario Bross Conde, se enfrentan juntos y, en algún caso, puede que revueltos, a una «cita a ciegas» con las urnas. Esa es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad en una tierra en la que acaba de abrirse la veda de las mentiras.
 
Los sondeos trasnochados

En Galicia se barajan sondeos pre-estivales que arrojan algunas pistas trasnochadas. Un PP situado en una horquilla entre la mayoría simple y la mayoría absoluta (36-39 escaños), un PSdG a la baja pero manteniendo prácticamente los mismos escaños y un  BNG que proseguía su lenta pero imparable caída libre. De primavera a otoño, el decorado se ha hecho más surrealista que aquel célebre de Dalí en el Tenorio de Zorrilla. Una parte escindida del Bloque se estira como un chicle hacia el ecologismo y  el centro-derecha; el Beirismo le pide formalmente su mano a la rama gallega de Izquierda Unida; Rosa Díez y Mario Bross Conde se disputan el terreno abonado del voto transhumante, los indignados crónicos de Galicia Bilingüe y los desencantados con el gobierno de la Xunta; Pachi Vázquez es una incógnita, un clavo ardiendo al que no se sabe cuántas manos progresistas están dispuestas a agarrarse; y a Feijóo es verdad que le salen las cuentas del déficit, la deuda y la cosa, pero muchas de sus promesas electorales de 2009 suenan a cuentos chinos entre sus votantes situados a su derecha y a su izquierda.

Si a esto añadimos las demoledoras cifras de la crisis, la sombra alargada de Mariano «manostijeras», el «efecto preferentes», la náusea que expande por la geografía gallega el olor a podrido de las cajas de ahorros, el infausto recuerdo del último bipartito (PSOE-BNG), la memoria histórica de la etapa Zapatero, el IVA, la rebelión en las aulas, el vudú de los funcionarios, el bautizado «apartheid» sanitario, la objeción de conciencia de los médicos, la corrupción en todas las cestas ideológicas, el copago farmacéutico, la fuga forzada de cerebros o los políticos como tercer problema de los ciudadanos, predecir el futuro electoral de Galicia es una quimera. Sondear en esta tierra en las próximas semanas va a ser llorar, como escribir en España en los tiempos de Larra.
 
La decadencia autonómica (Todos saldrán vencidos)
 
El 22 de octubre empieza la decadencia de la España autonómica. Galicia puede ofrecerle a los gallegos más de lo mismo: un Feijóo gobernando en solitario o un Pachi Vázquez en plan Fausto galaico vendiendo su ideología y su alma al primer diablo o diablos, distintos y distantes, que le enseñen Monte Pío y le digan:

«Todo esto será tuyo si firmas al pie de este pacto»

Pero no se descarta la posibilidad de que se convierta en un gallinero. En una pequeña Italia a la gallega con la espada de Damocles de una moción de censura pendiendo sobre la Novena Legislatura. En cualquiera de los casos, tanto si acaban descorchando champán en la calle Génova o en la calle Ferraz, con la frivolidad habitual de las dos Españas, habrá un antes y un después del poder gallego, del poder vasco, del poder autonómico, cuyo margen de maniobra descenderá de manera directamente proporcional al margen de maniobra que Europa le deje a La Moncloa. Estas, las vascas y las gallegas, son unas extrañas elecciones en las que no habrá vencedores, sólo quedarán vencidos en los respectivos campos de batalla. Urkullu, para ir abriendo boca, ya anunció el otro día en ABC Punto Radio que no iba a incluir la independencia en su programa ¿Para qué? Ni Euskadi propone, ni Madrid dispone, ni Berlín va a aflojar pasta, financiación, fondos de rescate, para que algunos pedazos de España jueguen a ser Luxemburgo.

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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