Y sabiendo como sabían Javier García de Paredes, José María Castellano, Gregorio Gorriarán, Óscar Rodríguez Estrada y José Luis Pego, que la caja iba en picado
La historia de la fusión entre Caixa Galicia y Caixanova tiene flecos que recuerdan a los episodios más vergonzosos de la crisis de la CAM.
Como explica María Fernández Lago en ‘El País’, cuatro exdirectivos que cobraron 19 millones de euros, y a los que les esperan otros 33 cuando cumplan 65 años, defienden con uñas y dientes sus indemnizaciones y se culpan mutuamente del fracaso de la integración, consumada en diciembre de 2010.
«No solo vaciaron el cajón, se quisieron llevar hasta los últimos céntimos», describe un sindicalista de UGT.
Nacionalizada con 3.600 millones, con necesidades de capital actuales que suman otros 7.176 millones de euros según el test de Oliver Wyman, Novagalicia Banco (NCG) está al borde de la liquidación, según la última advertencia de la agencia Fitch.
Pero a la luz del relato que los exdirectivos dieron esta semana al juez Ismael Moreno, la cosa no iba con ellos.
Ni siquiera por el hecho constatado de que autorizaron un balance de fusión con un descuadre de 982 millones por aplicar tasaciones infladas e información errónea sobre suelos y promociones, según desveló la auditoría.
Ser un pésimo gestor, al fin y al cabo, no es un delito.
Si puede serlo o olo es, acordar como hicieron mejoras en sus contratos de alta dirección ocultando los cambios al Consejo de Administración y al Banco de España, para lo cual contaron con la «necesaria cooperación» del presidente de la entidad, Julio Fernández Gayoso, que declara el lunes.
Y sabiendo como sabían Javier García de Paredes, José María Castellano, Gregorio Gorriarán, Óscar Rodríguez Estrada y José Luis Pego, que la caja iba en picado y tenían que ser rescatada con fondos públicos.