El temor a un boicot comercial de fuera o a una lista negra dentro guía la estrategia.
«Aquí nadie ha dicho lo que muchos empresarios queremos; hay miedo a herir sensibilidades».
Ni la CEOE, ni el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), ni las Cámaras de Comercio, ni el Instituto de la Empresa Familiar (IEF), ni tampoco el Círculo de Empresarios han querido participar en la polémica por la deriva independentista del presidente de la Generalitat, Artur Mas.
Una actitud muy distinta a la que adoptaron en su día los empresarios españoles, incluidos los vascos -no todos-, con el Plan Ibarretxe en el País Vasco.
Con Cataluña el silencio ha sido la nota dominante. Y cuando ha habido respuesta, prudencia y balones fuera. Ninguna de estas organizaciones ha emitido un pronunciamiento oficial.
Sólo el presidente de la CEOE, el catalán Juan Rosell, ha salido a escena, y siempre con medias tintas. Hace ya más de un mes, evitó, en una rueda de prensa prácticamente monotemática, censurar las aspiraciones secesionistas de Mas, hasta el punto de afirmar que la independencia no estaba «en el vocabulario» del president.
Defendió la unidad de mercado y abogó por el diálogo para solventar un «problema» que, a su juicio, obliga a reformar la Constitución.
Una máxima con la que no todos dentro de la CEOE comulgan:
«La Carta Magna está para cumplirla y no se pueden hacer distinciones», señala un veterano de la patronal.
Días más tarde Rosell, que siempre ha estado bajo la lupa por su participación, antes de presidir la CEOE, en la manifestación a favor del Estatut, sí admitió que el propósito independentista es «una barbaridad».
Una declaración insuficiente a ojos de muchos empresarios, que en privado le reclaman mayor contundencia.
Un relevante patrono rememora incluso la figura del fallecido José María Cuevas, ex presidente de la CEOE, al que le atribuye una frase, en su opinión, «muy acertada»:
«No se puede ser español a tiempo parcial».
Un principio compartido por muchos empresarios, que admiten el descontento –«son comentarios que sí se dan en los pasillos» de la sede de la CEOE-, pero no lo dicen a la cara.
Valga como ejemplo la última reunión del comité ejecutivo, en la que el único que se expresó en estos términos fue el polémico José Antonio Segurado, de la CEIM madrileña. Rosell, sin alardes, defendió su contundencia y ahí terminó todo. El resto de los presentes asintió.
Comedido en sus palabras y en sus gestos, reacio a las alcachofas y las entrevistas -todo lo contrario que su antecesor Gerardo Díaz Ferrán o que el vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández-, Rosell prefiere moverse entre bambalinas.
Así lo está haciendo desde que explotó la cuestión catalana, afirman varios empresarios próximos a su círculo.
Como ex presidente de Fomento del Trabajo goza de gran influencia en Cataluña y mantiene una excelente relación con el presidente de La Caixa, Isidro Fainé. No en vano, es consejero independiente de Gas Natural Fenosa, a la sazón controlada por la entidad catalana.
A Rosell se le reconoce en Madrid este esfuerzo, que ha propiciado la marcha atrás de la convocatoria de los empresarios catalanes prevista para el pasado día 18 y que se pospuso para no confundir las intenciones iniciales de la cita con cuestiones políticas, según explicó en la última junta el presidente de Fomento, Joaquim Gay de Montellà.
Hasta la fecha, Rosell ha conseguido tender puentes ante la papeleta probablemente más difícil que ha tenido entre manos desde que llegó al cargo hace casi dos años. La crisis económica le ha ayudado.
«Los empresarios tenemos otras prioridades ahora mismo mucho más importantes que lo de Cataluña», señala uno de los vicepresidentes.
«Ahora bien, aún faltan semanas para las elecciones, ya veremos qué va pasando, porque si la cosa se pone fea habrá que decir algo más».
Sin posición
Pero si Rosell ha tratado de mantener cierta distancia, mucho más lo han hecho el resto de organizaciones empresariales y, por supuesto, la mayoría de las empresas a título individual.
Del Ibex 35, sólo Antonio Brufau, presidente de Repsol, ha entrado en el debate -aunque sin excesos- al instar a los Gobiernos de España y Cataluña a «hablar» y hacer de «un problema una oportunidad».
El resto ha preferido guardar silencio o no entrar en el juego, como el consejero delegado del Banco Sabadell, Jaime Guardiola, que ha asegurado que la entidad «no tiene posición» al respecto.
Al fin y al cabo, el negocio es el negocio y el riesgo de boicot a lo catalán está latente. Sólo los presidentes de Vueling, Josep Piqué, y de Planeta, José Manuel Lara, lo han rechazado abiertamente.
El CEC, que engloba a grandes empresas como Telefónica, Inditex, Iberdrola, Santander, La Caixa o BBVA, ha permanecido al margen.
De hecho, su director general, Fernando Casado, rehusó opinar sobre ello esta semana. Lo mismo ocurre con el Círculo de Empresarios o las Cámaras de Comercio.
El IEF, que abarca a la gran empresa familiar, reunirá a su junta directiva la próxima semana para tomar una posición ante la dispersión de opiniones dentro del instituto, en el que participan numerosas firmas catalanas.
No lo tenía previsto, pero la celebración de su congreso en Barcelona entre el 11 y 13 de noviembre, que contará con la presencia de Mas, ha llevado a su presidente, José Manuel Entrecanales, a tratar de aunar un discurso común.