El proceso comienza con el líder profiriendo una sandez. Continúa en los periódicos dándole a la sandez naturalidad informativa: cualquier cosa a cuatro columnas mejora en su relación con la plausibilidad
El artículo es de Arcadi Espada, nacido en Barcelona en 1957, periodista, director del Instituto Ibercrea y profesor-consultor en la Universidad Internacional de Valencia (VIU).
Aparece este 10 de noviembre de 2012 en ‘El Mundo‘, diario en el que Espada publica con regularidad y se titula «La Vanguardia Catalana»:
«Salvo en alguna remota república soviética o en los feudos de la Liga Norte padana no hay constancia de que algún político haya rebajado el argumento democrático como lo está haciendo el presidente Mas».
Tras ese arranque, Arcadi Espada remacha:
«Desde el 11 de septiembre todas sus intervenciones se cuentan por insultos. Al resto de los españoles, a su gobierno y a sus instituciones, desde luego; pero también insultos a la razón, a la ley y a la lógica, que deberían abochornar, sobre todo, a los ciudadanos a los que pide su voto».
Y sentencia el periodista barcelonés, militante activo de Ciudadanos de cara a la elecciones autonómicas del próximo 25 de noviembre:
«Todo catalán autodeterminado debería considerar como un golpe franco a su inteligencia y como una prueba de decadencia moral la propia existencia política de Artur Mas. No es que no deba obtener la mayoría absoluta; es que el presidente Mas debería ser expulsado de la política por los votos abrumadores de los ciudadanos.»
Con una dureza inusitada y que levantará ampollas entre el adocenado periodismo barcelonés, sometido por CiU al digal d ela subvención oficial, Arcadi España equipara al president de la Generalitat con un «sargento totalitario» y recuerda para retratar su deriva que dijo a principios de noviembre dijo que su proyecto no lo «podrá frenar nadie, ni los tribunales ni las constituciones ni todo lo que pongan por delante».
Eso, en opinión de Arcada, son ‘hechuras de golpista’.
Completando la faena, que es de orejas y rabo, el columnista de ‘El Mundo’ afirma que nadie, salvo sus íntimos puede descartar que el presidente Mas sufra alguna patología mental más o menos transitoria:
«Y digo esto con una seriedad de prospecto farmacéutico».
Subraya Arcada que desde el 11 de septiembre los ciudadanos han dejado de hablar de la crisis, del recorte del bienestar, para sólo hablar de la independencia.
Esto ha sido posible no sólo porque el relato de la independencia es más atractivo periodísticamente que el de la crisis estancada y opaca: como bien sabes, el sistema comunicativo catalán escribe editoriales conjuntos y sus integrantes sobreviven gracias al mismo pagador, lo que simplifica la toma unívoca de decisiones.
«Para que la propaganda cumpla sus fines es indispensable también el refrendo estadístico. El proceso comienza con el líder profiriendo una sandez. Continúa en los periódicos dándole a la sandez naturalidad informativa: cualquier cosa a cuatro columnas mejora en su relación con la plausibilidad. Y culmina con el cocinado de las encuestas, que decide cuántos catalanes se han adherido ya a la sandez inicial e invita a adherirse al resto por un procedimiento simpático elemental».
Y a la hora de explicar las razones por las que el mensaje de Mas y la táctica d ela banda que le rodea ha prendido en un amplio sector de la opinión pública catalana, Arcadi Espada cita algo evidente, pero en lo que nadie había caído hasta ahora:
«Después de la sangre derramada, lo peor que ha hecho ETA al nacionalismo es reforzar la imagen del País Vasco como un lugar de brutos. El tópico catalán, comprado a granel en los reductos acomplejados de España, exhibe todo lo contrario. ¡Cómo tan refinados y pacíficos mercaderes iban a aceptar los presupuestos de un enajenado! […] No sólo es posible sino razonable: cualquier secta rebosa de personas inteligentes y sensibles».