¿Tan jugosas son las prebendas como para acarrear tamaño sometimiento editorial?
Con un notable nivel de participación, las elecciones autonómicas del 25-N nos acaban de brindar un retrato de Cataluña. Un retrato complejo, que refleja una sociedad mucho más diversa de la que los principales medios de comunicación y sobre todo ‘La Vanguardia’ y ‘TV3‘ llevan meses proyectando a la opinión pública.
El catalanismo no ha sido derrotado en estas elecciones, pero tampoco estamos ante una simple redistribución de escaños. El orden de los factores sí que altera el producto. Y el producto resultante no será fácil de gestionar.
Una vez efectuado el recuento, queda meridianamente claro que la masiva manifestación del Onze de Setembre transportaba diversos malestares, difíciles de sintetizar en un único y simple mensaje político.
No era un ensordecedor clamor a favor de la independecia, por mucho que en las gradas del Camp Nou y en los titulares de muchos medios de comunicación -todos convenientemente subvencionados por la Generalitat- se ‘vendiera‘ esa tesis.
Artur Mas ha recibido un severo castigo ante la opinión pública española e internacional y una inequívoca sensación de fracaso se ha apoderado de los convergentes, exceptuando al militante enfervorizadas.
El voto soberanista no ha aumentado con respecto a los anteriores comicios, celebrados en el 2010. Se ha reorganizado, se ha distribuido de distinta manera y en número de diputados incluso ha retrocedido en dos escaños.
Sin negar que el primer y el segundo partido -CiU y ERC- comparten en estos momentos el ideal soberanista, se impone una reflexión sobre el verdadero alcance sociológico de ese engendro que los nacionalista llaman ‘derecho a decidir’.
Lo hace este martes 27 de noviembre ‘El Periódico de Catalunya’ en un editorial que por su indudable interés reproducimos íntegro a continuación.
Lean, valoren, analicen y juzguen:
Editorial
EL PERIÓDICO DE LA CATALUNYA REAL
A la espera de que arranque el baile de los pactos poselectorales, hora es ya de hacer balance del papel que los medios de comunicación han jugado en esta intensa campaña.
Porque es en vísperas de las citas con las urnas, al ponerse en juego el reparto del poder y los recursos públicos, cuando tanto la política como el periodismo dan lo peor y lo mejor de sí mismos.
Como viene haciendo antes y después de la demostración independentista de la Diada, ‘El Periódico de Catalunya’ ha abordado sin complejos ni prejuicios el debate soberanista, dando la voz a partidarios, detractores e indecisos, pero sin olvidarse de las vicisitudes de la Catalunya real.
«La crisis y su creciente secuela de penalidades para muchas familias es el problema número uno», rezaba nuestro editorial del 9 de noviembre, al arrancar la campaña.
No era una mera declaración de principios: la sección ‘Catalunya recortada‘ en las páginas electorales, la serie ‘STOP desahucios’ y el diálogo con nuestros lectores en el espacio Entre Todos nos han confirmado que las proclamas de los candidatos diferían de sus inquietudes.
Todos los candidatos en liza han gozado de un trato ecuánime y equilibrado tanto en la portada como en páginas interiores, como es lógico en un medio independiente y plural.
Incluso, cuando la derecha mediática madrileña ha sembrado dudas sobre la honorabilidad del president Artur Mas, ‘El Periódico de Catalunya’ ha informado con rigor e imparcialidad, sin someterse a ningún dictado institucional viniera de donde viniera.
La neutralidad e independencia del principal diario del Grupo Zeta ha ampliado, por méritos ajenos, el abismo que lo separa de otros grupos de comunicación catalanes.
Sobran ejemplos de quienes pasaron de silenciar los recortes y ovacionar la alianza CiU-PP a abrazar tras la Diada la fe soberanista.
O de ofrendar a Mas sus portadas electorales a alentar, el día de reflexión, un acto de apoyo al president vetado por la Junta Electoral.
¿Tan jugosas son las prebendas como para acarrear tamaño sometimiento editorial?
En estos tiempos tan convulsos, ‘El Periódico de Catalunya’ reafirma que su línea editorial es un patrimonio compartido entre el editor, sus profesionales y nuestros lectores, sin injerencia alguna por parte de los políticos que (temporalmente) gestionan los fondos públicos.
Ese es nuestro único compromiso.