Pedro y Julita habían avalado a su hija y no podían hacer frente a su propia hipoteca
El Govern balear se dio ayer mucha prisa en lamentar a través de un comunicado la trágica muerte de la pareja de jubilados en Cas Catalá, en el término de Calvià.
El suicidio de ambos ingiriendo pastillas, motivados por la angustia que les suponía un inminente desahucio, sirvió al Ejecutivo ‘popular’ para dar muestras de un enorme pesar, y apelaron así sin un ápice de rubor a que este tipo de sucesos «no deberían ocurrir» afirmando, de paso, que «es un tema que se debe tratar con una sensibilidad absoluta».
El gesto ha quedado no obstante en eso, en palabras, ya que no se ha traducido ni mucho menos en señal alguna de duelo, ni siquiera en la mismísima localidad escenario del suceso.
BANDERAS AL VIENTO
Tanto es así que las banderas de Ayuntamiento de Calvià ondeaban hoy como si tal cosa, mientras se manifestaban bajo la atenta mirada de la Guardia Civil -que no paró de pedir documentaciones- los miembros de la Plataforma de afectados por la hipoteca (PAH) de Baleares.
Bajo el eco de las palabras de su portavoz, Ángela Pons, que lanzó un mensaje de esperanza, la indiferencia de los políticos parecía por tanto harto evidente, a pesar de que esta muerte, si es que alguna muerte sirve de algo, sacudió ayer la conciencia del PP en el Congreso haciendo que al final optara, en contra de una anunciada voluntad en contra, por dar luz verde a la tan traída ILP para regular la dación en pago y paralizar los desahucios.
La en ocasiones agitada respiración de los representantes del consistorio y de la oposición, que se dejaron ver junto a los anteriores en el preceptivo minuto de silencio, ayudó también para dar fe en la concentración de esta mañana, y a modo de suspiro, de esta tragedia que a todas luces debería haberse evitado.
INÚTILES INTENCIONES POLÍTICAS
A Pedro y a Julita, que así es como se les conocía cariñosamente en la zona que les vio morir, poco les sirven ya estas declaraciones de intenciones políticas.
Según el testimonio de algunos vecinos, el haber avalado en su día a su hija en la compra de un piso les ha pasado ahora una factura que nadie esperaba. No es culpa de sus allegados ni mucho menos, que conste, mas sí de una situación que cada vez se torna más complicada, todo ello bajo la anuencia de un Gobierno que hasta ahora ha preferido mirar para otro lado.
El clamor popular, al final y sin comillas, propicia que haya empezado a girar la cabeza, aunque sea de soslayo, y sin gestos quizás histriónicos como el apuntado. Poco importa ya. Las banderas deberían servir, al menos a veces, para unir sentimientos y anhelos, que no sólo para marcar fronteras.