Decía este fin de semana el secretario general de los socialistas de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y coincido con él, en que la trama del caso Gürtel y Luis Bárcenas están cayendo como una losa sobre el Partido Popular. Es verdad. Creo, además, que los miles de parados juran en arameo cuando el día 12 no tienen ni qué dar de comer a sus hijos y ven en la tele que el sinvergüenza de Bárcenas ha estado viviendo mejor que un rey sin hacer ni el huevo, amasando una fortuna de manera ilegal con dinero público. En eso yo estoy de acuerdo y el 100% de los españoles también.
Decía también y lo enfatizaba, que «no todos somos iguales», abriendo distancias con gente como el propio Bárcenas. Pero aquí noté yo que García-Page, que no creo que dé puntada sin hilo, quería dejar claro que él no es José María Barreda, ni José Bono, y él no ha formado parte de la «pandilla» que ha dejado Castilla-La Mancha para el arrastre, con las miles y miles de facturas sin pagar, con pymes ahogadas y empresas públicas en bancarrota. Me da la sensación que ha querido desmarcarse, borrar de un plumazo los años en que ocupó puestos de responsabilidad en el Gobierno regional (y no han sido pocos: portavoz del gobierno, consejero de Obras Públicas, consejero de Bienestar Social y consejero de Relaciones Institucionales, así como vicepresidente Regional). Puede que piense que para seguir creciendo políticamente, tenga que romper con el pasado y renegar de quienes le alzaron.
Las cosas a nivel estatal no le van nada bien al PSOE. Eso es preocupante para el correcto desarrollo de la democracia, pero para quien opta a ser algo dentro del partido este río revuelto le puede venir muy bien. Habrá que estar atentos a ver si es verdad que este «no todos somos iguales» sitúa a García-Page en otra onda, lejos de Bono pero mucho más lejos aún de Barreda, o lo deja simplemente lejos de Bárcenas, que es donde estamos todos.
