Ha tenido que ser una jugada de la casualidad, cosas de las agendas y de San Isidro, pero en la última semana se ha multiplicado el apoyo de la presidenta del Gobierno regional, María Dolores de Cospedal, al sector agroalimentario como uno de los pilares que Castilla-La Mancha tiene que aprovechar para crecer, crear empleo y riqueza. Los datos no dejan lugar a dudas e invitan a pensar que la tierra nunca falla: podrá pasar por altibajos pero siempre está ahí.
El primero de los apoyos fue multitudinario y vino al inaugurar la IX Convención de Asaja Castilla-La Mancha. Allí la presidenta dijo que Castilla-La Mancha puede presumir y estar orgullosa de ser una región eminentemente agrícola y ganadera y dejó claro que nuestro sector primario representa más del 7 por ciento del PIB regional, frente al 2,6 por ciento de la media nacional. El pasado año ha sido el ejercicio que más valor han alcanzado las exportaciones agrarias de Castilla-La Mancha, que con 1.567 millones de euros constituyen el 4,6 por ciento del total nacional.
La importancia del sector agroalimentario queda demostrado con más datos: Castilla-La Mancha cuenta con 2.439 empresas de este tipo, fundamentalmente, industrias cárnicas, vitivinícolas y lácteas; el valor añadido bruto de esta industria asciende a 1.731 millones de euros y genera 22.000 puestos de trabajo.
No es de extrañar, por tanto, que el Gobierno regional apoye este sector con 110 millones de euros en ayudas.
El segundo de los apoyos ha venido con la reunión que ha mantenido Cospedal con los presidentes de las nueve denominaciones de origen del vino en la región. Aquí volvió a insistir en la necesidad de ser competitivos, de no dormirse en los laureles, de que debemos «promocionar, dar a conocer en su valor y demostrar que, además de producir mucho, es un vino de gran calidad».
Toda una declaración de intenciones en un momento clave para fortalecer las bases de la economía regional.
