Perdió el interés por todo, y se negó en redondo a comer ya que “no tenía ningún sentido hacerlo porque estaba muerto”
Sólo se sabe que se llama Graham, y que un aciago día de hace ya nueve meses se metió en la bañera de su casa con una firme decisión: suicidarse. Padecía una depresión de cuidado, y no se le ocurrió nada mejor para quitarse de en medio que meter en el agua un aparato eléctrico enchufado. La descarga fue de aúpa aunque, lejos de morirse, se le ‘fundieron todos los plomos’.
El caso es que salió del baño ‘convertido’ en todo un zombi con el cerebro bajo mínimos, ya que las principales zonas del mismo se quedaron en estado vegetativo, esto es, como si estuviera en plena fase del sueño o anestesiado. Así quedó reflejado en varios escaners a los que fue sometido, ante el pasmo de los médicos, que veían cómo hablaba normalmente, aunque siempre con la misma retahíla: «No se molesten ustedes, ya que me he muerto».
‘ENCAJABA’ ENTRE LAS TUMBAS
La cosa llegó a tal extremo que el británico se fue a vivir a un cementerio de su localidad, lugar en donde decía sentirse muy a gusto, tal y como informa The Telegraph:
«Perdí mi sentido del olfato y mi sentido del gusto. No tenía sentido comer, nin fumar, ni hacer nada porque simplemente había perdido hasta el interés por la gente. Estaba muerto. Era una pérdida de tiempo incluso hablar, porque no tenía nada que decir, así que me fui junto a las tumbas, que era donde más encajaba».
Ahora se sabe, tras haberle hecho una entrevista News Scientits, que ha mejorado algo, y que tras meses de terapia puede hacer una vida que se asemeja a la normal.
Los doctores le han diagnosticado tras múltiples pruebas que padece el síndrome de Cotard, una extraña enfermedad que afecta a unos pocos cientos de personas en el mundo, y que están convencidas de que han fallecido. Llegan incluso a sentir cómo se les van pudriendo las extremidades, con nauseabundos olores incluidos.
«NO ENTIENDO CÓMO PUEDE ESTAR DE PIE»
Uno de los médicos que le trata cuenta ahora que «he estado analizando su cerebro y jamás he visto a nadie con un resultado tan anormal. La función del cerebro de Graham se asemeja a la de una persona durante la fase de la anestesia o del sueño; no entiendo cómo puede estar de pie e interactuar con la gente».
El protagonista de la historia se siente no obstante más animado: «No tengo miedo de la muerte, pero eso no tiene nada que ver con lo que pasó. Todos vamos a morir algún día. Tengo suerte de estar vivo».