La pobre mujer trata ahora de ser feliz corriendo triatlones paralímpicos
Apryl Michelle Brown, una norteamericana de 46 años con dos hijas de 22 y 21, le acaba de contar su suplicio al diario The Sun. Quiere que su testimonio sirva al menos de advertencia a todas aquellas mujeres que desean cambiar su aspecto físico, sin importarle los riesgos y en qué manos caen. Y de eso sabe mucho, demasiado.
DOS INYECCIONES
Hace ahora cuatro años una mala mujer que le dijo que era una especialista en medicina estética le puso dos inyecciones de silicona en sus glúteos. Las mismas le han estropeado la existencia, y casi acaban con ella.
Se había presentado un aciago día en la peluquería donde ella trabajaba y se ofreció a mejorar su aparencia a un módico precio, mil dólares, desde luego una cantidad mucho más barata que la que se exige en las clínicas privadas. Apryl no lo dudó. Estaba decidida a ponerse un culo más grande: «Estaba cansada de estar lisa por detrás como una tabla y quería parecerme a Janet Jakson, así que le dije que sí». Nadie le dijo sin embargo ese jornada, tras salir del domicilio de la ‘doctora’, que lo que le acababan de infiltrar era silicona de uso industrial, la misma que se emplea para sellar baldosas en los cuartos de baño.
REACCIÓN FATAL
La reacción alérgica no se hizo esperar, y la infección empezó a abrirse camino de forma inexorable:
«Yo había confiado en ella porque parecía muy profesional, y no tenía ninguna razón para pensar que algo terrible iba a suceder. El procedimiento se llevó a cabo en el dormitorio de su hija, donde me dijo que necesitaba otras cuatro sesiones para obtener un buen resultado. La primera inyección nos llevó toda una hora. Recuerdo que le pregunté: ‘¿Tiene que ser tan doloroso?’ Y ella me dijo que sí. Yo sentía como si me estuviera exprimiendo todos mis nervios «.
DOS AÑOS ‘ESCONDIDA’
La peluquera decidió acudir sin embargo una vez más a casa de la especialista, a por otra dosis. Nada más salir supo que algo no iba bien. Su trasero le había empezado a doler de una manera exagerada, y las molestias empezaron a ir a más con el paso de los días: «El dolor era como la combinación de una migraña, el parto y el dolor de muelas, todo localizado en un área».
Aguantó todo lo que pudo, tomando calmantes hasta dos largos años que se convirtieron en todo un suplicio. Incluso pensó en suicidarse. Y todo porque no se atrevía a ir al médico y confesarle que se había tratado en el ‘mercado negro’: » Me sentía abrumada por la vergüenza y la culpa … había pasado porque quería tener un culo más grande».
Al final no le quedó más remedio. Ya no sentía ni la zona afectada, que se le había puesto más negra incluso que su tez, con enormes bultos.
Pero era algo tarde. La gangrena se había extendido.
AMPUTACIONES
Los médicos no tuvieron más remedio que inducirle al coma. Estaba al borde de la muerte. Durante dos meses le operaron un total de 27 veces. En ese periplo no tuvieron más remedio que amputarle no sólo las nalgas, sino las manos y los pies. No había otra salida. Apryl es ahora, y pese a todo, una mujer feliz. Así se desprende de la página de Facebook donde da cuenta de sus vicisitudes diarias, dedicada a correr triatlones paralímpicos y a concienciar sobre las operaciones ilegales:
«Mi mensaje es que tenemos que aprender a amar y aceptarnos a nosotros mismos por lo que somos.»