Ambos se habían conocido hace meses a través de Internet y ya lo habían intentado matar
Las declaraciones ante el juez de los dos asesinos confesos del empresario Andreu Coll Bennàssar, muerto a golpes el pasado 30 de junio en su finca mallorquina de Alaró -y que recoge ahora el diario Ultima Hora-, dan un nuevo giro al caso.
El hijo mediano de la familia, Andreu, de 19 años, contó en la noche de este viernes ante el juez, Juan Manuel Sobrino, antes de ingresar en prisión sin fianza junto a su cómplice, que lo había planeado todo junto a su amigo Francisco Abas Rodríguez, de 20, a quien había conocido a través de Internet meses atrás y con quien mantenía una estrecha relación sentimental.
Tal es así que el joven zaragozano se había trasladado a Mallorca hace dos semanas para instalarse en la casa de éste, en el mismo escenario del crimen, ante el absoluto rechazo del empresario inmobiliario y dueño de un negocio de máquinas tragaperras, que no aceptaba de ningún modo este tipo de amistad.
Las cosas iban cada vez peor, y lo que no sabía Andreu Coll -que no soportaba verles dormir juntos-, es que ambos llevaban ya mucho tiempo planeando su muerte.
DROGADO
Hubo un intento fallido. Sucedió en la noche del jueves, dos jornadas antes de la definitiva. Ese día lo drogaron con pastillas y, después de que se quedara inconsciente, le golpearon en la cabeza.
Sin embargo, y quizás por los nervios, el golpe no fue demasiado fuerte y el agredido se despertó a la mañana siguiente ensangrentado. En su ignorancia supuso que había sufrido un desvanecimiento y que se había caído de la cama. Nada más lejos de la realidad. Los dos asesinos ya urdían desde su cuarto atacar de nuevo.
La noche del sábado fueron a por todas. Tras esperar a que hicieran de nuevo efecto las pastillas se deslizaron en su habitación, y le golpearon con saña con un palo de madera en cuya punta habían atravesado clavos, así como con otros objetos contundentes como un puntal y un jarrón.
El pobre hombre se despertó y corrió despavorido por el pasillo, escaleras abajo, tratando de encontrar en vano ayuda, mientras los asesinos le remataban con saña. Al final cayó sin vida en la sala del piso inferior habiendo dejado en su carrera un reguero de sangre.
A LA DUCHA
Andreu y Fran no se amilanaron. Con calma y muy concienzudos lavaron el rastro con lejía para, acto seguido, meter el cadáver en la ducha a fin de lavarlo y no dejar más huellas ya que tenían pensando meterlo en el coche Land Rover propiedad de éste. Dicho y hecho.
Tras la ‘labor’ uno de ellos se subió al volante de deportivo Audi que el pobre hombre le había regalado a Andreu y abandonaron la casa de sa Teulera, en la carretera de Alaró a Santa Maria, rumbo al camino de Es Concons, cerca del cementerio de Bunyola. Allí dejaron el cuerpo dentro del maletero del todoterreno y se marcharon prometiéndoselas muy felices.
Con lo que no contaban es que los agentes del Grupo de Homicidios iban a descubrir diez días más tarde restos de sangre en la casa, y menos que iban a ser detenidos el pasado miércoles nada más finalizar el funeral por el empresario en la iglesia de Alaró. Tampoco que se iban a derrumbar confesándolo todo, tras haber pasado la noche en los calabozos.
El crimen ha resultado ser, amén de brutal y trágico, toda una chapuza, puesto que, para colmo de males, al menos para los implicados, la fortuna estimada en 50 millones que Andreu Coll legó en su integridad dos semanas de fallecer a su hijo, el que lo mató, no caerán al final a sus manos. Así lo estipula la ley. Los parricidas no cobran más que lo que se merecen.