Francisco José Garzón Amo, conductor del Alvia que descarriló en Santiago de Compostela, tenía gran pasión por la velocidad, algo que mostró en su perfil de Facebook hace un año, cuando se jactó de la velocidad que usualmente alcanzaba durante su trabajo, aunque admitió:
«Estoy en el límite. No puedo correr más si no me multan».
En un comentario posterior, bromeó:
«Qué gozada sería ir en paralelo con la Guardia Civil y pasarles haciendo saltar el radar. Menuda multa para Renfe».
Un perfil que ha sido ya borrado pero del que ha dado tiempo a recuperar algunas imágenes y comentarios que delatan su pasión por ir rápido. Pese a haber sido borrado es posible encontrar cuentas falsas haciéndose pasar por él (fijense en la fecha de creación del perfil).
Quizá por eso Francisco José Garzón Amo se dio cuenta enseguida de que un posible fallo suyo había causado el accidente que ha provocado la muerte de 80 personas.
«Somos humanos», decía el maquinista nada más lograr salir de la cabina a cuyos mandos se había puesto en la estación de Orense, tras recoger el testigo de un compañero, que pasó a ser un viajero más en los 180 kilómetros últimos kilómetros de la ruta Madrid-Santiago de Compostela, tal y como recoge el diario ‘El País’ en su edición de este viernes y que reproducimos a continuación.
El periódico recoge la biografía del maquinista, que está actualmente ingresado como herido leve en un hospital de la ciudad gallega y que espera a declarar ante el juez después de haber reconocido, nada más suceder el accidente que «la he jodido».
Garzón, de 52 años, comenzó a trabajar en Renfe hace 30 años prestando servicios auxiliares en la estación de Monforte de Lemos, de donde es natural. Se hizo maquinista hace una década.
Después de pasar un tiempo en la línea entre Madrid y Barcelona, decidió pedir el traslado a Galicia hace tres años. Su madre estaba enferma y él, que reside en La Coruña, quería estar cerca de ella.
Con una hoja de expediente intachable, era uno más de los cientos de maquinistas de Renfe.
Tras el accidente participó en el rescate de algunos heridos. Unos minutos antes, todavía atrapado en la cabina del convoy que pilotaba, habló con la radio que lo comunicaba con la estación. Tenía contusiones y le dolía el cuerpo.
«Espero que no haya muertos, porque caerán sobre mi conciencia», dijo entonces.
Minutos antes de esa conversación, Francisco José Garzón Amo iba demasiado rápido en un tren de alta velocidad preparado para alcanzar los 230 kilómetros por hora, pero que no podía superar los 80 en ese tramo.
Después de que el tren descarrilara en esa curva, limitada a 80 kilómetros por hora, Garzón habló por teléfono con el servicio de emergencias de Renfe: «¡Tenía que ir a 80 y voy a 190!».
Lo dijo en presente, aunque el accidente ya era irreversible. Según admitió más tarde el delegado del Gobierno en Galicia, Samuel Juárez, el propio maquinista reconoció que entonces que doblaba la velocidad permitida en el tramo del siniestro.
«Descarrilé, qué le voy a hacer».
El juzgado de instrucción 3 de Santiago de Compostela espera a que desentrañe el tacógrafo, la caja negra de los trenes, para aclarar qué paso. Los compañeros del Sindicato de Maquinistas, al que Garzón estaba afiliado, quisieron «transmitirle su apoyo».