Cuando la cosa se ponga fea no hay más que llamar a un conquense para que solucione la papeleta
No hay persona en España más orgullosa de haber nacido en una ciudad que un conquense. Para un conquense, Cuenca es – la duda ofende – la ciudad más bonita y con más historia de España y su provincia, la más maltratada. La historia ha dejado a Cuenca capital (y provincia) tiritando siendo la resignación y el famoso «ea» una seña de identidad casi tan característica como las Casas Colgadas.
Sin embargo, ese estado de ánimo no esconde el orgullo de un conquense por su ciudad y por su tierra. Deje que un conquense hable del lugar que le vio nacer y podrá escucharlo durante horas: «Sabe que Cuenca es el término municipal más grande de España y el segundo de Europa detrás de Ginebra… Y sabe que El Escorial se hizo con las maderas de los pinos de nuestra Serranía… Y la Armada Invencible también, no se crea…»
Por todo esto, cuando ayer saltó la noticia de que el asaltante vestido de cura que irrumpió en casa de Luis Bárcenas en busca de sus pendrives y amordazó a su mujer, a su hijo y a la asistenta era natural de Cuenca la cosa sorprendió, pero no mucho, y rápidamente se extendió por los diarios digitales locales y, sobre todo, por las redes sociales. De Cuenca tenía que ser.
El asaltante, detenido y sin causar por fortuna ninguna desgracia, hizo alarde de su conquensismo al afirmar que «he venido de Cuenca a Madrid a solventar los problemas de España». Con un par.
Ya saben. Cuando la cosa se ponga fea no hay más que llamar a un conquense para que solucione la papeleta. Por lo menos lo intentará.