La solución al rompecabezas del PP-A tiene los días contados. Más todavía tras la dimisión de Juan Ignacio Zoido como presidente regional de la formación.
La presión que los populares andaluces han venido ejerciendo sobre la Dirección nacional del partido y que el propio Mariano Rajoy experimentó en carne propia hace un par de semanas en la Interparlamentaria de Córdoba ha surtido efecto.
Como explican A.M. Beaumont y A.I. Martín en ‘ESD‘, después de varios meses a la sombra de una Susana Díaz en ascenso meteórico, y con Juan Ignacio Zoido cada vez más recluido en su cuartel sevillano, por fin el jefe de filas de los populares ha accedido a desatascar el nombramiento del cabeza de cartel para las elecciones autonómicas.
Los últimos movimientos de María Dolores de Cospedal, incluidos los encuentros con los presidentes provinciales y alguna que otra confidencia sotto voce, apuntan a una fumata blanca antes de fin de año. Un alivio para el PP-A. De hecho, no pocos se echaban a temblar ante la idea de que la presidenta de la Junta adelantara las elecciones -se llegó a especular con hacerlas coincidir con las europeas- para pillarles a contrapié.
A estas alturas del culebrón, la balanza parece inclinarse en favor del secretario general del PP andaluz, José Luis Sanz, un hombre con experiencia en la gestión y conocimiento a fondo del partido que desde un principio mostró su disposición a afrontar el reto. Uno no menor, porque tanto en Sevilla como en Madrid son conscientes de que ganar con mayoría absoluta -no tienen otra forma de gobernar- en 2016 es muy difícil y piensan más en el medio plazo.
A la recta final habían llegado con el suficiente aliento él y el alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, cuyas opciones se han desinflado -al menos eso sugiere la Dirección nacional del PP- en las últimas fechas. En una comunidad con ocho presidentes provinciales es imposible que llueva a gusto de todos, pero al menos Sanz cumple con un requisito que la cúpula popular considera indispensable: tiene mando en plaza. Y en todas las baronías está considerado como una solución buena o, al menos, no mala.
No en vano, en el PP aún recuerdan el precedente de Teófila Martínez. Una candidata que desde un principio sufrió una oposición interna tal que desde algunas provincias boicotearon su campaña. Javier Arenas, en cambio, sabía bien como mantener prietas las filas.
Precisamente una de las claves de la inacción de Rajoy en Andalucía hasta ahora es Arenas. Quienes barruntaban -no pocos- un enfrentamiento entre él y Cospedal por el candidato se han encontrado con que el vicesecretario de Política Autonómica y Local ha optado por no dar esta batalla.
Le ha pillado en un mal momento porque el caso Bárcenas le toca especialmente y para enfrentarse a la secretaria general hay que llevar una buena mano de cartas. Además incluso algunos de sus más cercanos han empezado en los últimos meses a marcar distancias con él, convencidos de que toca pasar página.
Por los interminables capítulos de este culebrón que enfila su final han desfilado desde los ministros Fátima Báñez y Miguel Arias Cañete, que nunca quisieron beber de ese cáliz; al secretario de Estado de Asuntos Sociales, Juan Manuel Moreno, con buena prensa pero considerado algo «verde» por la cúpula popular.
Pasando por la delegada del Gobierno en Andalucía, Carmen Crespo; la alcaldesa de Fuengirola, Esperanza Oña; la diputada nacional Carolina España; el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo… Por candidatos a candidato no ha quedado.