… La hispanofobia –más o menos evidente- es la que vertebra el discurso nacionalista, es el referente invisible del relato, es la piedra angular sobre la que se sustenta la “construcción nacional”, ha servido para negar una realidad social y política…
En Cataluña se están dando todos los escenarios que son característicos de un sistema totalitario, el instrumento sobre el que se ha construido el proceso soberanista parece derivar en una continuidad totalitaria, hacia la creación –si la razón y/o el Gobierno no lo impide- de un Estado totalitario.
La Generalitat ha tejido un sistema propiciatorio de un entorno de ruptura y enfrentamiento, ha creado y se ha recreado en la invención de un chivo expiatorio, una víctima propiciatoria sobre la que cargar todos los sentimientos de culpa, toda la rabia y todo el odio de una sociedad tan ensimismada como intoxicada, naturalmente dicha víctima es un concepto desnaturalizado llamado España.
La hispanofobia –más o menos evidente- es la que vertebra el discurso nacionalista, es el referente invisible del relato, es la piedra angular sobre la que se sustenta la “construcción nacional”, ha servido para negar una realidad social y política, engarzando una narración plausible en su lógica formal pero antidemocrática y performativa en su esencia.
Pero ¿por qué afirmo que Cataluña vive en un sistema totalitario?: porque el régimen establecido por el nacionalismo ha creado un nuevo sistema ideológico con valores morales inapelables, porque ha utilizado todos los medios públicos (y muchos privados) a su alcance para conformar una sociedad sumisa a sus postulados, porque desde la recuperación de la democracia no ha habido una alternancia de ningún gobierno no nacionalista, siempre hemos estado bajo la férula del nacionalismo.
La sociedad catalana está sometida a este totalitarismo aparentemente soft, casi imperceptible, imperceptibilidad que prueba su eficacia, eficacia que se demuestra en la asunción casi automática de todo el corpus ideológico nacionalista, en la aceptación que unos derechos básicos como el de la libertad de expresión puede ser cercenado gracias a un asfixiante y unívoco relato mediático, político y social.
Vivimos bajo la perversión del lenguaje, bajo la corrupción de la historia, bajo la inversión de valores, bajo la ideologización de la moral, se parten de apriorismos que lo contaminan todo, que lo impregnan todo, se hacen simposios intencionales, se crean consultas intencionales, se usan símbolos intencionales, todo lo que ocurre, todo acontecimiento debe llevar a un fin predeterminado: la conformación de una mentalidad, de una cosmovisión unívocamente nacionalista.
Esa inversión de los valores les lleva a denunciar como politizado a quién se atreve a denunciar la politización de un simposio como el de “España contra Cataluña”, se tacha de falangista a quién osa criticar el totalitarismo nacionalista (Jordi Barbeta tacha de falangista a Rosa Diéz, UPD y Ciutadans en la emisora RAC1 sin que nadie le contradiga), se hace pasar por verdugo a quién es víctima de la exclusión y la diglosia de la inmersión lingüística, se estigmatiza como traidor a quién simplemente disiente de la Verdad nacionalista.
Se proponen preguntas “inclusivas” que solo incluyen la posibilidad de ser independiente, se confunde a la población con una pregunta doble con la que aumentar la posibilidades de ruptura, una pregunta que parte del principal apriorismo nacionalista: Cataluña es una nación, independientemente de la realidad jurídica, la realidad social y la realidad histórica, cualquier cuestionamiento de dicha prenoción ontológica debe ser combatida como un anatema.
Finalmente la foto, la simbología intencional, contemplar a todos estos representantes políticos, a todos los que han participado y han instrumentalizado en beneficio propio nuestras instituciones democráticas, a los que ocupan el ala derecha de la foto, aquellos que gobiernan recortando derechos sociales, aquellos que promueven una sociedad vasallática… junto a partidos de izquierda otrora internacionalista, todos unidos gracias al magma de la hispanofobia, anteponiendo lo proyectado a lo real, lo imaginario a lo palpable.