Diario de un NO nacionalista

El PSC o la fractura social (y política) de Cataluña

El PSC o la fractura social (y política) de Cataluña
Pere Navarro con Artur Mas. CT

“… una minoría nacionalista que impone el relato y su agenda política, todo ello gracias a un “matonismo mediático” que trata de laminar cualquier atisbo de discordancia, de ahí la desproporcionada atención informativa a los díscolos del PSC, para transmitir a la población una sensación de que la consecuencia de alejarse de la senda soberanista supone caer en barrena hacia la anomia, el precio de disentir en Cataluña es la difamación o el ostracismo.”

Los capítulos del serial independentista que sufrimos todos los catalanes parece que están acelerándose, cada episodio va atropellando al siguiente, el guion está más que elaborado, la trama sigue siendo confusa y el desenlace parece estar predestinado, este precipitado acontecer de sucesos políticos nos permite contemplar tanto las consecuencias del “Proceso” como las estrategias seguidas por los cocineros de la receta independentista.

El hasta ahora diputado del PSC y alcalde de Lérida, Àngel Ros, ha renunciado a su escaño por estar en contra de la postura de la dirección socialista respecto a la petición votada en el parlamento catalán para que el Congreso delegue la competencia para celebrar un referéndum de independencia de Cataluña.

De la dimisión del parlamentario socialista me gustaría destacar un aspecto que creo importante porque refleja una realidad ocultada durante muchos años a la población catalana, una realidad deformada por un emponzoñado y falaz “oasis político catalán”: el catalanismo transversal e integrador del que tanto presumían los políticos catalanes era, realmente, un nacionalismo excluyente convenientemente camuflado.

Es el catalanismo tras el que el Sr. Ros se escuda para defender su decisión, “…soy socialista y catalanista…”, aduciendo que deja el escaño por “…por coherencia con mis principios…”, ¿pero de qué tipo de principios estamos hablando?, ¿principios democráticos, de representación, de la defensa de los derechos individuales, del imperio de la Ley y del Estado de derecho?, ¿o más bien se referirá a los principios del Movimiento nacionalista?

Esta semana Àngel Ros nos ha dado una pista inequívoca del talante y el tipo ideología que defiende, si en verdad dice preocuparse por los derechos de los catalanes que representa ¿por qué el consistorio que dirige usa únicamente el catalán en las comunicaciones con sus conciudadanos?, ¿por qué responde (cínicamente) solo en catalán la queja de una ciudadana ilerdense ante esta flagrante discriminación de la lengua propia de millones de catalanes?

El parlamentario dimisionario también ha afirmado que “…creo en el diálogo, en la concordia, en la búsqueda de acuerdos…”, pero ¿qué entiende el nacionalismo por diálogo?, básicamente que se acepten sin cortapisas las premisas del que parte (Cataluña es una nación y, por tanto, debe convertirse necesariamente –por algún tipo de fatalidad histórica- en un Estado) y, a partir de aquí, hablamos.

¿Y por concordia?, concordia en el diccionario de las buenas formas y costumbres nacionalistas significa silencio, adhesión y adscripción a los principios de la Causa, significa silenciar cualquier voz discordante, amordazar la disidencia, disolver la diferencia y al diferente, la concordia nacionalista es la paz de la obediencia, de la sumisión, de la moral del esclavo.

¿Diálogo?, ¿qué tipo situación dialógica podemos encontrar en un juego de suma cero?, ¿en qué enriquece a la Democracia un escenario de ruptura y fractura social?, los problemas, contradicciones y divisiones del PSC son un reflejo de las tensiones que están fracturando a la sociedad catalana. La visión excluyente y esencialista impuesta en la sociedad está partiendo en dos mitades a los catalanes.

Veamos, en el último consejo nacional del PSC la dirección del partido consiguió el aval del 83,5% de los votos para alejarse de los postulados nacionalistas, a pesar de ello, la minoría nacionalista sigue monopolizando tanto las apariciones en el entramado mediático al servicio de la Causa como distorsionando el siempre confuso mensaje político del PSC.

Y este es, precisamente, el esquema que encontramos en la sociedad catalana, una minoría nacionalista que impone el relato y su agenda política, todo ello gracias a un “matonismo mediático” que trata de laminar cualquier atisbo de discordancia, de ahí la desproporcionada atención informativa a los díscolos del PSC, para transmitir a la población una sensación de que la consecuencia de alejarse de la senda soberanista supone caer en barrena hacia la anarquía, el precio de disentir en Cataluña es la difamación o el ostracismo.

Los próceres del nacionalismo han ocupado y acaparado los resortes del poder público catalán durante los últimos treinta años, incluidos los dos nefastos periodos de los Tripartitos, porque el maragallismo no fue otra cosa que los preliminares del desafío independentista, esa corriente política que se decía y se dice “catalanista” ha destapado su verdadera cara esencialista, de hecho, Ernest Maragall ha animado a los críticos del PSC a que rompan la disciplina de voto…como vemos, la política catalana siempre ha estado en manos de los mismos, de los partidarios de la “(de)construcción nacional”.

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