Diario de NO nacionalista

Independentistas: ¿Por qué esconden los que son (o lo que creen ser)?

este cinismo no solo es accesorio, tiene un objeto, ser homogeneizador, quiere hacer pasar por “normal”, cotidiano o “sentido común”, lo que no es más que una vuelta de tuerca en la presión social (y política) a todo el que no comulgue con los postulados nacionalistas…”

El sociólogo Salvador Cardús, miembro del CATN , responde en el diario La Vanguardia al artículo publicado por José Antonio Zarzalejos en el mismo medio negando que el secesionismo catalán (actual) sea nacionalista ni identitario, para ello hace un recorrido de la historia reciente catalana convirtiéndola en una especie de escalera platónica hacia un desenlace «natural, incluso lógico, un devenir necesario, una fragua atemporal que, de una forma u otra, debe acabar con el «pueblo catalán» convertido en país, en estado, en nación «plena»…

Los análisis sociológicos sobre los que se basan las afirmaciones del Sr. Cardús parecen encuadrarse en esas ciencias (humanas) al servicio de la Causa, estudios que anteponen el método y el rigor científico al proyecto nacional-ista, una intelectualidad reconvertida en guionistas, en muñidores de narraciones con las que vertebrar un imaginario colectivo desde silogismos con premisas adulteradas o sencillamente inventadas, lo único que importa es mantener esa pátina de plausibilidad del discurso, ¡qué más da si es cierto o no!… mientras se repita una y otra vez, mientras se tengan los medios para martillear hasta la náusea la soflama disfrazada de objetividad es más que suficiente…

De todas formas es relevante observar cómo los think tanks del secesionismo están pasando a la defensiva, cómo desde que se ha comenzado a visibilizar una sociedad civil en Cataluña hasta ahora silenciosa (o silenciada), cuando grandes capas de la población catalana están tomando conciencia de estar siendo relegados en este proceso de “construcción nacional” –cosa que puede y debe convertirse en voluntad política no estandarizada-, han empezado a bascular el discurso hacia posturas claramente contradictorias, fantasiosas o, simplemente, cínicas.

Pero este cinismo no solo es accesorio, tiene un objeto, ser homogeneizador, quiere hacer pasar por “normal”, cotidiano o por “sentido común”, lo que no es más que una vuelta de tuerca en la presión social (y política) a todo el que no comulgue con los postulados nacionalistas, me refiero a cuando el Sr. Cardús afirma “…se abandona el nacionalismo y se entra en una nueva fase de afirmación desacomplejadamente nacional…”, este es el fin que buscaba tantos años de ingeniería social: la adscripción (obvia) nacional obligatoria…

 El súmmum de ese “desacomplejamiento” lo encontramos en otra de las afirmaciones del sociólogo reconvertido en asesor nacionalista del “independentismo no nacionalista…”: “…Eso que ahora algunos viven como un clima de coacción es simplemente la expresión de un cambio de hegemonía nacional…” ¿esa hegemonía no pretende uniformizar cultural e ideológicamente a la población?, ¿hasta qué punto es democrático que en pos de la Causa se coaccione a los que no estén dispuestos a tolerar hegemonías totalizadoras?, ¿acaso el lema “Cataluña un solo pueblo”, enarbolado por la izquierda catalana acomplejada y sumisa ante la supuesta superioridad moral y política del nacionalismo, no es un síntoma más de esa voluntad totalizante del secesionismo?, ¿será que ese “un solo pueblo” se referirá a una ciudadanía adepta al Régimen o relegada al silencio o al ostracismo social?

 Es significativo que los argumentos aducidos en el artículo de Salvador Cardús, publicado el día 14 de mayo, que son el núcleo del giro “no nacionalista” del nacionalismo independentista –quizás podrían llegar a escribir en mi blog Diario de un NO nacionalista– coincida con el discurso de Carme Forcadell, Presidenta de la ANC, mostrado en la enésima entrevista en TV3 del pasado día 15 de mayo, naturalmente, en la misma hemos podido observar las contradicciones de un más que forzado relato…dice la Sra. Forcadell: “Yo no me considero nacionalista, me considero catalana”, ¿será que para ser catalán tendremos que ser independentistas? o cuando afirma que “nuestro proyecto nunca ha sido identitario…es un tema de dignidad nacional” ¿pero no habíamos quedado en que no era un proyecto nacionalista?

Y si este proceso secesionista no es identitario, ¿por qué a los castellanoparlantes o a los que simplemente apostamos por un bilingüismo voluntario se nos trata como ciudadanos de segunda relegando uno de los idiomas propios de los catalanes a ser considerado como una lengua extranjera en los colegios, en los protocolos de usos lingüísticos en las instituciones públicas –incluido el del sistema sanitario-?

 Lo curioso de todo este razonamiento es cómo niega la mayor, cómo trata de ocultar ese núcleo mítico-religioso nacionalista que subyace a la narración política cotidiana, cómo trata de hacer pasar por razón lo que es sentimiento, como se instrumentaliza la razón en pos de la Causa, una causa mayor que la contemporaneidad, mayor que las normas democráticas, que el imperio de la ley, que el estado de derecho.

 Esta razón instrumental, esta instrumentalización del discurso democrático, este paroxismo orgiástico que juega con las emociones para domeñar las mentes retorciendo el lenguaje, oculta un pensamiento profundamente irracional: la preexistencia de unas naciones en las que el papel del individuo queda desdibujado de la Gran Política, únicamente debe asumir sumisamente su adscripción a un proyecto ideológico basado en el peor romanticismo decimonónico, debe asumir que su propio ser, su propio sentir, su ontología esta predeterminada por fuerzas ajenas a sí mismo.

 

 

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