La víctima le dijo mientras estaba en el baño que esa noche había estado con otro hombre: "Perdí la cabeza"
Mustapha Merzoug, el marroquí acusado de asesinar a su expareja el 31 de marzo de 2013 en la ducha del piso que compartían en la calle Aragón de Palma, -asestándola una cuchillada en el abdomen que la abrió en canal- ha admitido este martes 27 de mayo de 2014 ante el jurado que le juzga que no tenía intención de matarla, y que actuó cegado por el alcohol en un arrebato de celos: «Perdí la cabeza».
LE DIJO QUE HABÍA ESTADO CON OTRO
La abogada de oficio que le defiende, que pedirá su absolución del delito de asesinato, ha asegurado que el acusado, de 39 años, «sufrió un trastorno fulgurante que le hizo perder el control» después de que la mujer, la boliviana Soledad Arnez, de 33, que «venía jugando con sus sentimientos», le dijera que había estado con otro hombre.
La Fiscalía, que solicita para el homicida 16 años de cárcel, intentará probar al jurado que el hombre la mató mientras estaba totalmente indefensa en la ducha por no asumir que ella hubiera decidido acabar con la relación que habían mantenido.
SOSA CÁUSTICA
«No estaba loco, estaba enfadado», ha afirmado la acusadora pública, que sostiene que el asesinato se cometió con la agravante de parentesco, dado que agresor y víctima habían sido pareja, aunque también habría que aplicar la atenuante de confesión porque el hombre, tras ingerir sosa cáustica, se dirigió en taxi hasta la jefatura de Policía de Palma para contar lo que había hecho.
El acusado, que a duras penas ha logrado hacer oír su voz en su declaración en la primera sesión del juicio, ha dado a entender que su ruptura con la mujer no era definitiva y que seguían manteniendo una relación intermitente.
BEBIENDO
Del día que la mató, un domingo en el que él estaba bebiendo desde la madrugada, ha recordado que la mujer volvió después del mediodía a la vivienda que compartían tras salir de fiesta con otras personas y, según su relato, mientras se duchaba le dijo que esa noche había estado con otro hombre.
A partir de eso, solo se acuerda de que acuchilló a la mujer en la ducha, que ella cayó muerta y que la llevó a su cama, donde la policía encontró su cadáver después de que él avisara del homicidio.
Antes, aunque tampoco ha recordado las circunstancias concretas, había ingerido sosa cáustica con el propósito de morir al darse cuenta de que había matado a la mujer que quería por «rabia y celos».
La defensa del presunto asesino, que ha subrayado que la autoría del homicidio es indiscutible, ha centrado su alegato inicial en señalar al jurado que él, ignorante de que ella seguía casada con el padre de sus hijos, residentes en Bolivia, era víctima de los «vaivenes» de la mujer.
«NO PONÍA IMPEDIMENTOS»
Según la letrada, que ha destacado además que ella no ponía impedimentos a los acercamientos del hombre y se paseó ante él poco antes del ataque vestida solo con una toalla, ha responsabilizado a la víctima de no haber previsto que el acusado se podría furioso cuando le dijo que había estado esa noche con otro.
Fue, «en todo caso, un homicidio totalmente inconsciente o al menos semiinconsciente» fruto de que el enfado por lo que él creía una infidelidad «le obnubiló por completo en entendimiento», ha argumentado.
Sin embargo la fiscal ha relatado que el hombre sabía perfectamente lo que hacía, ya que tras acuchillar a su antigua pareja la llevó a una cama, la tapó, limpió su sangre del baño y el pasillo, lavó el cuchillo y llamó a un taxi para presentarse ante la policía.
Ha pedido al jurado que tenga en cuenta que la confesión y el pesar por las consecuencias de sus actos no denotan que el acusado no fuera consciente de lo que hacía ya que las evidencias señalan lo contrario.
También han declarado varios de los policías que atendieron al presunto asesino e investigaron los hechos, que han apuntado que el hombre contó desde un primer momento que había matado por celos a la que él consideraba su pareja, e incluso indicó dónde había dejado el cuchillo con el que le quitó la vida.
Han manifestado además que encontraron varios apuntes manuscritos en los que, a modo de conjuro, el homicida había escrito frases alusivas a su deseo de retomar la relación. Se los puso bajo la almohada :
«Quiero que me quiera y me desee y se enamore perdidamente de mí».
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