Diario de un NO nacionalista

Desmond Tutu, la Constitución y el espejismo nacionalista

Desmond Tutu, la Constitución y el espejismo nacionalista
Desmond Tutu

“… Artur Mas ha dicho: “Si eres neutral en una causa injusta, has elegido la posición del opresor…”… emerge con fuerza esa lógica del conflicto, existe un opresor ante el cual no se puede ser neutral, parece que en Cataluña ya ni siquiera se puede practicar la duda razonable, se moraliza lo que no es más que una opción política, se politiza una moral que debería ser (auténticamente) democrática…”

El relato impuesto por el nacionalismo se ha caracterizado por una lógica de conflicto, por una impresentable inversión de los valores morales y por la creación de un oneroso escenario con el que ocultar un esencialismo que categoriza al ciudadano en función de un catálogo de comportamientos socioculturales, esta increíble paradoja ha sido y está siendo posible gracias a la utilización de recursos públicos en pos de una ideología disfrazada de obviedad, de sentido común, de “normalidad”.

Lamentablemente hay una multitud de ciudadanos que han asumido como propios todo este tipo de maniobras políticas como si de máximas morales se tratasen, todos estos parámetros culturales politizados como si cultura y política fuesen indefectiblemente una sola cosa, esa peligrosa y poco democrática obsesión de territorializar hábitos, costumbres y variedades lingüísticas… ciudadanos que están siendo (cada vez menos) sutilmente discriminados sin que reparen en ello o que, simplemente, asuman un rol secundario en la sociedad ideada por el secesionismo.

“…el premio Nobel Desmond Tutu ha repetido todo el mantra secesionista y, como no podía ser de otra forma, Artur Mas se ha apuntado a la moda reivindicativa adjetivando el independentismo como una “causa justa”…”

Esta cada vez más densa red tejida por el independentismo alrededor de la sociedad catalana hace que creamos que nuestra realidad es el espejismo nacionalista, que la virtualidad de los argumentos sea una Verdad atemporal, una red que ahoga la pluralidad política, uniformiza mentes, seres y estares, que está consiguiendo ocultar una diversidad tan intrínseca a Cataluña como saludable para los sistemas democráticos.

Pero la cuestión es, a mi entender, ¿cómo es posible que una sociedad tan diversa y plural como la catalana no se revuelva ante el intento de homogeneización cultural e ideológica?, ¿cómo es posible que esa mayoría social identitariamente múltiple no reaccione ante la negación de su propia realidad?, ¿cómo es posible tanto silencio ante una política que cercena derechos básicos y obliga a la renuncia de lo propio como ineludible paso para ejercer lo que llaman democracia?

La respuesta la encontramos en episodios como el Premio Internacional Cataluña 2014 entregado por la Generalitat a Desmond Tutu, arzobispo emérito de Ciudad del Cabo y premio Nobel de la Paz, como no, este reconocimiento al sudafricano no es algo inocente, no busca apoyar el proceso de reconciliación de ese país, no, con ese espíritu y práxis totalizadora, los próceres del nacionalismo siempre politizan en clave interna y utilizan como propaganda cualquier evento o personaje nacional o internacional, de hecho lo remarcable de alguien que ha combatido el apartheid han sido unas declaraciones en las que asume esa visión simplista que reconoce una diversidad española pero que la niega para los catalanes, que parte de una visión organicista de la política, que confunde derecho y territorio.

Esa concepción mostrada y convenientemente difundida hasta la saciedad por los medios de comunicación públicos y subvencionados catalanes, presupone que existe una Cataluña cuasi unívocamente independentista y que inevitablemente –la inevitabilidad como algo plausible, convertida en (buenas) costumbres es lo que acrecienta el silencio de los que no comulgan con el relato nacionalista- debe desembocar en la ruptura con el resto de España, el premio Nobel Desmond Tutu ha repetido todo el mantra secesionista y, como no podía ser de otra forma, Artur Mas se ha apuntado a la moda reivindicativa adjetivando el independentismo como una “causa justa”.

“… alguien debería explicar a Desmond Tutu que en Cataluña existe un apartheid cultural, una política que fomenta una diglosia institucional y social promovida desde la Generalitat…”

De hecho las palabras del que tendría que ser el Presidente de todos los catalanes son un compendio de la inversión de valores morales que hablaba más arriba, de esa presión política y social que sufrimos todos los catalanes que o bien estamos en contra del “proceso” o de aquellos que no se sienten vinculados con el mismo, Artur Mas ha dicho: “Si eres neutral en una causa injusta, has elegido la posición del opresor…”, es decir emerge con fuerza esa lógica del conflicto, existe un opresor ante el cual no se puede ser neutral, parece que en Cataluña ya ni siquiera se puede practicar la duda razonable, se moraliza lo que no es más que una opción política, se politiza una moral que debería ser (auténticamente) democrática…

Quizás alguien debería explicar a Desmond Tutu que en Cataluña existe un apartheid cultural, una política que fomenta una diglosia institucional y social promovida desde la Generalitat, que en España no solo se reconoce la diversidad cultural y lingüística de todos los españoles sino que se protege jurídicamente, hasta el punto que en Cataluña llevamos más de treinta años con un sistema de inmersión lingüística obligatoria que pisotea los derechos de cientos de miles de padres y, quizás por un complejo de inferioridad política y moral, ningún partido que haya llegado al poder se ha atrevido a cuestionar.

Pero para lograr inocular en el subconsciente colectivo la “normalidad” de esa lógica no solo es necesario crear una alteridad en forma de chivo expiatorio llamado “España o los españoles”, hace falta denostar y deslegitimar todas las instituciones de nuestra democracia, convertirlas en una herramienta de la “opresión” en vez de garantía de la libertad, invertir la realidad haciendo pasar por oprimidos a los opresores, como víctimas a los verdugos.

El principal objetivo a batir ha sido y es nuestra Carta Magna, y esto es así porque la letra y el espíritu de la misma contradicen ese argumentario victimista agonístico que afirma que en España no se reconocen los derechos lingüísticos ni se protegen las distintas opciones culturales presentes en nuestro país, lo que sorprende es la escasa defensa y la casi nula pedagogía que han hecho los distintos gobienos de nuestra Constitución, máxime cuando ya en el preámbulo se dice:

Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.”.

Lo más preocupante de la situación creada por el secesionismo es que desde partidos políticos nacionales se propongan cambios constitucionales para tratar de saciar a un nacionalismo que concibe la libertad y la estabilidad jurídica como un obstáculo a su objetivo final, lo cierto es que creo que la Constitución puede cambiarse, que el cambio es una cualidad intrínseca a la perfectibilidad democrática, pero lo que no hemos de permitir que el cambio parta de presiones espurias, desde premisas falsas o torticeras, de argumentos interesados.

No debemos caer en un historicismo decimonónico que relaciona axiomáticamente cambio con progreso, porque a la historia nos demuestra que, muchas veces, cambio solo significa retroceso, y en este caso, aquí y ahora, en Cataluña, no debemos tolerar que para diferir unos pocos años el desenlace secesionista, se mercadee con los derechos de cientos de miles de ciudadanos catalanes que únicamente queremos vivir siendo reconocidos como ciudadanos de primera, hablemos la lengua que hablemos, sintamos nuestra existencia como la sintamos, defendamos la opción política que defendamos.

 

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