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Momentos estelares de Jordi Pujol y Oriol Junqueras en Waterloo

Cuyàs es el protagonista periodístico de la semana. Habló por teléfono con Pujol

Momentos estelares de Jordi Pujol y Oriol Junqueras en Waterloo
Oriol Junqueras, líder ERC. CAT

El Estado llega hasta Queralbs. Dos funcionarias de Hacienda son la pareja posmoderna de la Guardia Civil sin tricornio

¿De qué hablamos cuando hablamos de Pujol?, diría Raymond Carver, el narrador del dolor de muelas más preciso de la historia.

Realismo sucio, como el dinero. La infancia es la fase más peligrosa de la vida. Lecciones indelebles.

Uno de los primeros sopapos que recibían antes los niños sucedía cuando se metían las vueltas de la pescatera en la boca por esa manía suicida de los niños de probarlo todo, hasta las pesetas. Cuanto más palos, más aversión al dinero de mayores.

Como resume genialmente Pablo Pablas en ‘Crónica Global‘, a Pujol eso no le pasó. Se hizo nacionalista con 11 años. Sale en las memorias de Manuel (el «negro») Cuyàs y en la web que mantiene abierta el Centre d’Estudis Jordi Pujol, en el apartado dedicado a los hitos del gran líder. Fue durante una ascensión al Tagamanent.

Probablemente efecto de la altura. El caso es que el niño se sintió transido, pero no de dolor. Y ahí empezó todo, en 1941.

La historia continúa. El personaje en sí tiene un interés muy local, pero su peripecia narrativa es el Catecismo en verso. Está todo, desde los siete pecados capitales a la expiación, de la administración de los Sacramentos a la de los grandes capitales.

Es un dramón y un auto sacramental por mucho que los hagiógrafos (y no sólo Cuyàs) insistan en el carácter olvidadizo, despreocupado y negligente del hombre que ocupó la presidencia de la Generalidad durante 23 años. ¿Cuela? Si coló lo de la honradez…

Pujol ha decepcionado a casi todo el mundo y casi todo el mundo insiste en redimirlo. Hasta el director de El Mundo, Casimiro García Abadillo cree que la culpa de todo la tiene Marta Ferrusola. Recoge la versión de analistas convergentes y convergentes sentimentalistas.

El pujolismo habría sido en realidad un matriarcado en la sombra. Eso apunta María Jesús Cañizares en el Abc. Y Sergi Pàmies en La Vanguardia entrevista a Manuel Cuyàs, protagonista periodístico de la semana por su artículo en El Punt Avui en el que desvela un par de frases de una conversación telefónica con Pujol, la de «soy más burro de lo que la gente se cree» y «no puedo salir a la calle». Cuyàs insiste mucho en el temple católico del ex president, en el término expiación.

De seguir el hilo, el periodista de Mataró sería el quinto evangelista, los hijos del padre, una secta herética y el padre, el Padre.

Sin embargo, cuando hablamos de Pujol hablamos de una causa de la Audiencia Nacional relativa a la presunta comisión de varios delitos (fuga de capitales, fraude fiscal, cobro de comisiones ilegales…) por parte del primogénito, Jordi Pujol Ferrusola.

Hablamos también del caso ITV, que atañe a Oriol Pujol Ferrusola. Y ahora, de una supuesta herencia de cuatro millones de euros oculta durante 34 años en Andorra.

Por contra, los diversos informes de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, más conocido por la «¡¿qué coño es la UDEF?!», elevan el emporio doméstico hasta los tres mil millones de euros, fortuna que situaría a la familia del ex president como séptima más rica de España y le haría entrar en los listados de Forbes sobre los más pastosos del mundo. Está en el sumario del juez Ruz. Y hablamos también del Palau, de la Música y de la letra.

Al margen de la Biblia, los Pujol tendrían más dinero que los Alba de la Cayetana, los magnates indepes del Bon Preu, el conde de Godó y los Messi. Y con la Biblia delante, salvo el de la pereza, el «profeta del proceso» habría incurrido en todos los pecados capitales, además de incumplir no pocos Mandamientos, pero el que esté libre de pecado…

Además, existe la Confesión, la dicha Expiación y la Redención. Eso sí, el arrepentimiento habría de ser sincero, al menos hasta el Papa Benedicto XVI.

Se habla de Oriol Junqueras, del silencio del teórico futuro presidente de la Generalidad de Cataluña. Tal vez medite.

Los suyos le llaman Napoleón, pero el se siente el mariscal Grouchy, «un hombre medio, honrado, íntegro, recto, de confianza», según describe a Grouchy Stefan Zweig en ‘Momentos estelares de la humanidad’, en la «miniatura» titulada ‘El minuto universal de Waterloo’.

Grouchy la cagó en Waterloo. Podría haber decantado la batalla a favor de Napoleón pero prefirió cumplir las órdenes del corso y largarse a buscar ingleses a retaguardia. Cuando sus oficiales le instaron a regresar en ayuda de los suyos se negó aduciendo que él había llegado a mariscal a base de cumplir órdenes, no de pensar.

«A veces, y éstos son los momentos más asombrosos en la historia universal, el hilo de la fatalidad cae durante una fracción de segundo en unas manos por completo incompetentes.

Ante el embate de la responsabilidad, que les introduce de lleno en el heroico juego de fuerzas cósmicas, tales hombres, más que afortunados, se sienten estremecidos, y casi siempre dejan que el destino que les ha caído encima se les escape entre las manos temblorosas», escribe Zweig y a Junqueras le parece que el pequeño gran hombre sigue siendo Pujol.

Por eso, entiende, no está mal pasar por Grouchy mientras Mas (al corriente de todo) se inmola por la vía de la combustión interna espontánea.

¿Pero y Homs?. Continúa Zweig: «Sólo muy rara vez alguno de ellos, enérgico, enaltece la ocasión y con ella a sí mismo. Pues tan sólo por un segundo se entrega lo grande al insignificante. Y al que desaprovecha ese momento, jamás le concede una segunda oportunidad».

¿Y si Homs fuera el ungido? Vayan preparando las maletas y vean, vean la foto de Rajoy caminando por la vida junto al marido de Ana Pastor.

Posdata: el área de acción del Estado español llega hasta Queralbs. El pasado 8 de agosto, dos funcionarias de la Agencia Tributaria entregaron una citación a Jordi Pujol en mano, en el remoto rincón del Ripollés gerundense. Antes se habría personado en el enclave una pareja de la Guardia Civil.

El efecto no es el mismo, pero a Pujol se le cambió el gesto risueño del día anterior, cuando compareció por primera vez ante el mundo después de trece días regando las plantas de las casas de los hijos.

 

 

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