Le llaman «fractura social»; pero bueno, eso es como la diplomacia estadounidense, que cuando dice «cierto malestar», al día siguiente vas a dar una vuelta por tu ciudad, crees que está nublado y no, lo que está es cayendo son como unas 700.000 bombas y alguna tonelada de alimentos para que hagas boca por lo que aún va a pasar.
Pues en Cataluña, me da que es lo mismo, que la «fractura» va a terminar como el rosario de la aurora, con un mosqueo más que generalizado y una paranoia enfermiza hablando siempre de lo mismo: Independencia.
Y es que ya es tener mala suerte, oye. Mira que solo hay una vida, pero solo una, y ¡¡¡hala!!!; en vez de estar más o menos tranquilo como todos, con esos problemas cotidianos que son la chispa de la vida… pues no, das con un iluminado como Sir Artur Mas y te monta un bacalao en la cabeza que no paras y más que una chispa lo que tienes es una bomba intercraneal a punto de explotar.
A mí últimamente los catalanes se me parecen muchos a los argentinos (que como todo el mundo sabe es gente muy parca en palabra) y cuando antes te hablaban del Barcelona, de la industria o de la cultura… pues ahora, de la independencia, de la soberanía, de que son y no son o que dejan de ser pero a lo mejor serían… y tú, que eres gallego, extremeño o andaluz insistes en que no le de vueltas, que si vamos de tapas o de vinillos y pelillos a la mar. Pues no: independencia, idependencia e independencia. Monotema
¿Dónde están aquellas conversaciones que unían tanto en la cocina de si al pa amb tomàquet se le echa más o menos aceite o más o menos tomate? ¿o si la tradición de los ninots tiene su origen en esto o en aquello?
A tomar viento la diversión, llegó el Comandante Mas y mandó parar; aunque igual, quien te dice a ti que lo ascienden a Coronel y no hay quien le escriba, en la cárcel, claro.