Claves del proceso participativo (ya no es consulta)

«El que manda en Cataluña soy yo, no el que lee el ‘Marca'»

"El que manda en Cataluña soy yo, no el que lee el 'Marca'"
Artur Mas vota en el referéndum ilegal del 9N. CT

¿Cuáles son las claves del proceso participativo (ya no es consulta) que se ha montado en Cataluña? Humillar a lo español y sentar un precedente. (@pfbarbadillo)

Da igual que Artur Mas haya demostrado que sea un mentiroso y un cobarde, da igual que el censo sea de risa, que puedan votar los inmigrantes paquistaníes, los menores de 17 años, los erasmus holandeses, que el recuento dure varios días, que no haya ninguna seguridad en los resultados, que se hayan vulnerado la Constitución y las leyes…

Repito da igual, porque los nacionalistas catalanes han conseguido sus objetivos: humillar a todos los españoles, demostrando que en Cataluña, como los matones del colegio que en el patio mandan ellos, y fotos en los medios de comunicación internacionales de catalanes amables, guapos y simpáticos votando de cualquier manera porque el Gobierno español no les deja votar.

Recojo lo que ha escrito hace unos días uno de los publicistas de Artur Mas: Francesc-Marc Álvaro, un artículo muy bien titulado, ‘La fuerza y la foto’, en La Vanguardia del 6 de noviembre pasado.

parece que el objetivo que preside todas las acciones del Gobierno es ganar por KO el próximo domingo, de tal manera que quede claro, rotundamente, quién manda en Cataluña, para decirlo como los castizos. Y sobre todo, que se vea que el Govern da un paso atrás y que, por lo tanto, renuncia a figurar oficialmente como paraguas y cómplice de una revuelta que Madrid dice que sólo tolerará si se puede reducir narrativamente a una protesta civil articulada por la ANC y Òmnium. Como ciertos ministros todavía utilizan categorías de análisis propias de la guerra de Cuba, todo acaba en un planteamiento tan primario como rancio: humillar al Govern Mas para evitar la humillación del Gabinete Rajoy.

Ya estamos viendo quién ha humillado a quién, ¿verdad?

Ante la fuerza de los poderes españoles, el soberanismo sólo tiene la capacidad de hacerse fotografías multitudinarias que puedan superar el peso de la violencia legal y simbólica del campo adversario. Estas fotos resquebrajan el poder condigno de Madrid y, de hecho, lo hacen irrelevante. Por eso las personas que saldremos a votar el domingo no tenemos miedo y hemos conseguido ser bastante impermeables a las constantes advertencias que nos llegan de los palacios ministeriales. Somos conscientes de la fuerza que tiene el Estado pero también somos conscientes de que podemos construir otra fuerza (serena y tranquila) cuando muchos salimos a la calle y pedimos lo mismo. El domingo nos haremos la foto: será de gente que vota o será de gente que quiere votar y no se lo permiten. En ambos casos, ganaremos. Es cierto que no será un referéndum, pero se trata de un ejercicio que tendrá un impacto político de primer orden, dentro y fuera de Cataluña.

Y ya se han hecho la foto. Lo veremos en la prensa y las televisiones internacionales, donde la Generalitat ha sembrado dinero y colocado lobbies.

Francesc de Carreras también comentó los planes de Mas:

en el primer informe del Consell Assessor per a la Transició Nacional, adscrito al Departamento de Presidencia de la Generalitat, publicado en julio de 2013 bajo el título La consulta sobre el futur polític de Catalunya. Al plantearse cuáles pueden ser las vías legales para llevar a cabo la consulta, ese órgano oficial advierte: “Se ha de tener presente que el objetivo primero y fundamental de la Generalitat habría de ser conseguir que efectivamente se pudiera convocar una consulta y, subsidiariamente, si ello no fuera así, resultara evidente, de la manera más clara posible, que el Estado es quien se niega a permitirla y que lo hace por motivos políticos, no jurídicos. Este doble objetivo es importante tanto ante los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña como de cara a la comunidad internacional”. Recuerden que Mas, el martes pasado, en línea con los consejos de su órgano asesor, repitió varias veces que su adversario en Cataluña era el Estado.

¿Y cuál es la alternativa que ofrece el régimen constitucional, ese que nos cobra hasta el último céntimo en impuestos pero que no se atreve a ordenar a la policía catalana, que es española, que cierre los centros de la seudo votación y decomise las urnas de cartón? Cambiar la Constitución para darles más privilegios jurídicos y más dinero. Lo ha escrito en un artículo que sorprendentemente ha pasado desapercibido el navarrico Jaime Ignacio del Burgo. Éste pide una disposición adicional en la Constitución para asimilar a Cataluña al régimen de Navarra y del País Vasco.

Sería posible concertar, sin desbordar el marco constitucional, un nuevo régimen de financiación, o profundizar en la bilateralidad entre la Generalidad y el Estado (que no entre Cataluña y España). Eso exigiría, a su vez, una gran altura de miras al resto de las Comunidades para no emprender la habitual carrera alocada del “café para todos”. Para satisfacer esta fórmula de compromiso bastaría con introducir en la Constitución una disposición adicional similar a la de los derechos históricos de los territorios forales (Comunidad vasca y Navarra).

¿Y por qué la reforma constitucional no consiste en suprimir los restos del foralismo que quedan en España e instaurar la igualdad de todos los españoles ante las leyes y los impuestos?

Pues miren, para esto, por mí que la señora Cataluña se vaya de una vez, como ya he dicho varias veces. ¡Esto es insoportable!

Y mientras Europa se fragmenta y disminuye su población, el eje del mundo se desplaza al Pacífico y a Asia… Lo pagaremos todos los europeos.

CODA: En España, desde la Transición, el poder no ha cumplido la Constitución. Doy varios ejemplos. La admisión de la salud psíquica de la madre como excusa para amparar cientos de miles de abortos, la emisión ilegal del segundo canal de Euskal Telebista en 1986, la concesión de una licencia de televisión privada a un canal de pago, el Estatuto catalán se tramitó como reforma del anterior pero luego aquél derogó a éste, el invento por la Generalitat del derecho a decidir para esquivar el siempre polémico derecho a la autodeterminación, el recurso a una ley orgánica para amparar la abdicación de Juan Carlos I y el TC invocó la interpretación «evolutiva» de la Constitución para legalizar el llamado matrimonio homosexual… Esta democracia nos ha llevado a lo peor de la I Restauración, cuando el liberal conde Romanones dijo eso de: «hagan otros las leyes y déjenme a mí los reglamentos».

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