Arreglar la Constitución para que los nacionalistas se encuentren cómodos es perder el tiempo
«¡Me estoy enganchando a Cataluña, y es más difícil dejar ese vicio que abandonar el alcohol y las drogas!». Así de categórico se muestra en la primera página de su último libro, ‘El derecho a delirar, un año en el manicomio catalán’ (La Esfera de los Libros). ¿Cuál es la cura?
No creo que haya cura, requeriría una desintoxicación radical, como irse a vivir a otra ciudad, otra zona de España u otro país. Mientras esté aquí, me siento irremediablemente enganchado a la realidad.
Me temo que esto lo trae la edad adulta, pasé muchos años de mi juventud viviendo en un solipsismo absoluto, lo único que me interesaba era el nuevo disco de David Bowie o la siguiente película de Wim Wenders. Y me doy cuenta que de un tiempo a esta parte he dejado que la realidad se impusiera.
¿Y cómo es esa realidad?
La realidad más cercana y más cutre que tenemos al alcance, que es la majarada nacionalista en nuestra querida ciudad, sobre todo desde hace dos años, desde que tomaron el mando Forcadell y Casals. Y así me he ido enganchando a absurdos diarios digitales que predican el odio a España.
Estoy totalmente al corriente del asunto y, aunque en realidad me importa un bledo, he acabado adoptando una postura pública que me ha llevado a escribir dos libros, el que has mencionado y ‘El manicomio catalán’, que salió el año pasado. Espero cerrar el tema con ‘El derecho a delirar’, porque creo que la cosa no da para más.