Pocos autores españoles merecen con mayor propiedad el calificativo de polígrafo. Desde la publicación, un 23 de enero de 1923, cuando Filgueira contaba apenas 17 años, de un artículo sobre el astuto arzobispo Gelmírez en la revista escolar compostelana Renovación, el autor pontevedrés no cesó nunca de publicar obras de la mas diversa tipología científica y literaria, siendo la última conocida un estudio sobre los poetas de 1935 que vio la luz póstumamente en 2008.
En un estudio obituario publicado por la entonces Caixa de Pontevedra en 1996, se recoge un inventario de 2.136 publicaciones y 4.533 intervenciones en cursos y conferencias, cifras verdaderamente llamativas, difíciles de igualar por casi nadie, fuera de la ingente producción del «Filgueira catalán» Josep Pla.
Es fácil suponer que pocos campos de la gran cultura resultaron inexplorados por Filgueira Valverde, casi siempre con Galicia en el fondo de las cosas, pero tampoco en exclusividad. Así, a través de tan frondosa obra encontramos al Filgueira historiador, arqueólogo, antropólogo, crítico de arte, ensayista y, naturalmente, poeta y narrador.
Difícil, pues, resulta siquiera seleccionar un racimo de obras entre la marea productiva del industrioso pontevedrés. Tal vez, como quiso señalar su amigo Xesús Alonso Montero, deberíamos comenzar cualquier relatorio sobre la obra de Filgueira por el análisis de uno de sus proyectos mas queridos, llamado genéricamente Adral, destinado a recopilar sus artículos de muy variada temática publicados en diferentes diarios, principalmente el Faro de Vigo, entre los años 1979 y 1996. Adral es, particularmente, un sorprendente ejercicio de fina erudición, la obra magna de un «curioso por todo», que representa en sí misma una extraordinaria compilación periodística.
En el campo del ensayo histórico y la divulgación no se puede olvidar su insuperable Guía de Pontevedra, editada por primera vez en 1931, o su magnífico estudio de la sinuosa personalidad del célebre arzobispo Lago (1934). En su vertiente mas académica y científica, Filgueira nos dejó su extraordinaria tesis sobre la cantiga CIII de Alfonso X el Sabio, continuada por numerosos estudios sobre la lírica medieval galaico-portuguesa y la obra del inmortal Camoens.
La historia de Galicia le debe también páginas imprescindibles en torno a Santiago de Compostela y sus monumentos principales, la epopeya de Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, la biografía del ilustrado Fray Martín Sarmiento o la guía de «su» propio y queridísimo Museo de Pontevedra.
Aunque en menor medida, tampoco la narrativa y la poesía resultó ajena a su producción, podemos recordar aquí la colección de cuentos Quintana Viva, recopilación de medio siglo de producción narrativa en tono poético, publicada en 1971 por la editorial Galaxia, incluyendo extraordinarias ilustraciones originales de Castelao, Luís Pintos Fonseca, Luís Seoane, Xosé Sesto y Manuel Torres.
Todavía resulta muy recordada su colección poética Seis canciones de mar «in modo antico» (1941), una muestra mas de su extraordinario conocimiento del idioma pasado y presente. Y, en fin, hasta se atrevió con el teatro para niños, publicando en 1936 la obra Agromar, farsa para rapaces.
No extraña, pues, que Filgueira lo «fuese todo» en el ámbito cultural gallego y español, medalla de oro de Pontevedra y Santiago, miembro de la Real Academia Gallega y de la Real academia de la Historia, fundador del seminario de Estudos Galegos, director del Museo de Pontevedra, director del Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, presidente del Consello de Cultura Galega; cargos, ocupaciones y distinciones que nos hablan de una vida tan intensa como fructífera. En realidad nos encontramos ante la producción y la biografía vital de un «pantófilo» permanentemente ocupado ante el saber y el conocimiento, laureles nada desdeñables en tiempos digitales y mas bien manieristas.
