Banqueros, empresarios y líderes mundiales rechazan los planes del presidente independentista

Artur Mas: De fracaso en fracaso hasta el cacharrazo final

El plan soberanista ha logrado una pobre cosecha. Su capacidad de tejer alianzas, dentro y fuera, está cerca del cero absoluto

Artur Mas: De fracaso en fracaso hasta el cacharrazo final
Al desconocimiento de Artur Mas sobre las claves de la escena global se une su incomprensión de las reglas del Estado de derecho. CT

El editorial aparece este 19 de septiembre de 2015 en el diairo ‘El País’ y por la enorme trascendencia que tiene el asunto y la relevancia del medio en que se publica, lo reproducimos:

Es difícil conseguir menos apoyos y más descalificaciones de las que está recibiendo la candidatura Junts pel Sí con la que Artur Mas se propone seguir como presidente de la Generalitat.

España, al contrario de la idea que están difundiendo los candidatos independentistas, es un país serio y considerado internacionalmente, y aunque ha perdido algo de su peso diplomático en Europa y el mundo como consecuencia de la crisis y de la impericia de los últimos gobiernos, sigue contando con la estima y el apoyo de los principales líderes mundiales y es uno de los socios más fiables de la UE y de la OTAN.

Tal como reconoce el propio Artur Mas, el soberanismo ha querido desafiar al Estado en la cancha internacional, en una estrategia que pudiera parecer vencedora. Si no se producía la internacionalización promovida por su Gobierno, significaba que a nadie le preocupaba que Cataluña se separara de España y que la operación se atisbaba fácil y posible. Si se producía la reacción, como ahora ha sido el caso, esto significaba que la propuesta iba en serio.

Mas habrá conseguido el efecto plebiscito que tanto buscaba pero también ha demostrado que su fuerza efectiva y sobre todo su capacidad de tejer alianzas, dentro y fuera, está cerca del cero absoluto. La campaña organizada por el Gobierno catalán ha conseguido la pobrísima cosecha de unos escasos apoyos de subcomisiones parlamentarias a un abstracto derecho a decidir entre las que destaca las de un congresista estadounidense del Tea Party conocido por su apoyo a Putin en la invasión de Crimea.

Ahora la reacción está llegando desde dentro. Primero fue el Círculo de Economía, la prestigiosa institución de la sociedad civil catalana, que rechazó la ruptura con la legalidad y la eventualidad de la independencia.

Luego han sido el Círculo de Empresarios y la Asociación de Banca Española, que han explicitado lo que todos sabían pero nadie osaba decir: que ya han empezado los anuncios de deslocalizaciones y se perciben los desincentivos a las inversiones, y que todo esto irá a más en caso de que se den pasos irreversibles hacia la secesión. En términos similares se ha expresado la patronal de las telecomunicaciones.

A ellos se han añadido un nutrido grupo de exministros de los grandes partidos de Gobierno, UCD, PP y PSOE, que además han pedido el reconocimiento de la singularidad de Cataluña en la Constitución.

La mayor parte de estas iniciativas en contra del proyecto secesionista van acompañadas de propuestas de salida al conflicto, que llegan a incluir una consulta legal y acordada a los catalanes sobre sus relaciones con el resto de España.

A estos reveses se suman los que han infligido las juntas electorales a la extraña idea que tiene Artur Mas sobre la neutralidad de las instituciones, incluida la presidencia, durante las campañas electorales.

El presidente fijó para la Diada el primer día de campaña, con el evidente propósito ventajista de aprovechar la habitual cobertura excesiva y colosalista que TV3 y Catalunya Ràdio, los medios públicos catalanes, vienen prestando desde 2012 a todas las grandes manifestaciones soberanistas.

No tuvo reparo en añadir a esta descarada cobertura partidista una intervención institucional en directo como presidente, con petición de voto incluida, desatendiendo las advertencias y recursos de los otros partidos.

Todo ello ha sido objeto de decisiones desfavorables de los organismos de arbitraje electoral, que han exigido un trato equivalente, mañana domingo, a los partidos que no estuvieron en la Meridiana, y han reconvenido al presidente para que no vuelva a instrumentalizar en campaña su condición presidencial.

Son muy lamentables e impropias de mentalidades liberales y democráticas las reacciones coordinadas de las dos asociaciones convocantes de la Diada y patrocinadoras de la candidatura Junts pel Sí y de la dirección de los medios de comunicación públicos, que han descalificado a las juntas electorales, tachadas de españolas, y han denunciado su arbitraje como un atentado a la libertad de expresión y un estado de excepción informativo.

Para culminar el disparate, la ANC y Òmnium Cultural han llamado a no sintonizar TV3 el domingo por la tarde, cuando la televisión pública se verá obligada a transmitir en directo los actos de campaña de los partidos desfavorecidos por la peculiar campaña iniciada en la Diada por el presidente.

En el escenario internacional y europeo Mas ha demostrado una ignorancia supina; pero ahora demuestra una inquietante incomprensión de las reglas del Estado de derecho y del contenido de las libertades individuales, incluida la de expresión, que en ningún caso sirve para cubrir las arbitrariedades de unos medios de comunicación públicos rendidos al servicio de un partido y de una ambición personal.

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