El partido anticapitalista publica sus exigencias mínimas en las negociaciones con Junts pel Sí

La CUP exige la república catalana en 18 meses y un presidente “de consenso”

El texto contiene tres ejes: ruptura democrática, plan de choque y proceso constituyente

La CUP exige la república catalana en 18 meses y un presidente “de consenso”
Los diputados de la CUP Antonio Baños (d), Anna Gabriel (c), y Benet Salellas (i). CT

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La Candidatura d’Unitat Popular (CUP)ha hecho publicas las exigencias mínimas que ha planteado en las negociaciones con Junts pel Sí.

El texto contiene los tres ejes en los que se dividen las mesas de debate con el partido de Artur Mas: ruptura democrática, plan de choque y proceso constituyente. «Independencia, pobreza cero y basta de corrupción», es el lema.

En el documento reivindican el derecho de autodeterminación pacífica de «los Países catalanes»; detallan las 39 medidas sociales que consideran imprescindibles e inmediatas, como la aplicación de la ILP de emergencia habitacional y la Renta mínima de inserción; e instan al desarrollo de un proceso constituyente «de todos y para todos» hacia la república catalana.

El partido independentista da un margen de 18 meses para acometer la república, que se inició con la declaración de inicio del proceso aprobada este lunes por el Parlament. El siguiente paso es establecer un «calendario de ruptura» y formar «mesas de diálogo».
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En esta base para negociar, la CUP ya especifica que la presidencia deberá «recaer en una opción de consenso, no ligada al ciclo anterior, que abra una nueva etapa no vinculada a los recortes, ni a los casos de corrupción ni a una gestión del proceso que a menudo ha primado los intereses de partido, confundiéndolos con los del país». Además, en el documento se recopilan los distintos casos de corrupción que tiene abiertos Convergència.

Y ARTUR MAS LES DARÁ ESO Y LO QUE PIDAN

Todo indica que los de la CUP obtendran de Artur Mas todo lo que el pidan. Como subraya ‘El País’ en su editorial, este 13 de noviembre de 2015, en su empeño por congraciarse con la formación antisistema CUP, el presidente saliente apuntó una oferta de trocear su futura presidencia en tres compartimentos estancos que supondrían sendos minigobiernos incomunicados entre sí, esa “presidencia coral” tan contraria a cualquier Gobierno que merezca ese nombre.

Y la redondeó con la promesa de que encajaría, encantado, un contrato a tiempo parcial, a renovar a los 10 meses mediante la presentación de una moción de confianza voluntaria.O sea: una Generalitat capitidisminuida y de carácter provisional, auténtica herejía para todo catalanista, algo impensable en dignatarios como Josep Tarradellas. Y pésimo desde el punto de vista de la responsabilidad de la gestión diaria ante los ciudadanos afectados por tales desatinos.

Así se comporta Mas, arrastrando la ley, la dignidad del puesto y la institución de autogobierno con tal de repetir en el cargo: tan es así que de mantener los principios institucionales ya habría -para mejor o peor- otra persona ejerciendo la presidencia.

En este desquiciado viaje, el discípulo predilecto de Jordi Pujol no logró ayer convencer a nadie de que no seguiría rebajando el precio a la patética subasta de sí mismo; que la filosofía moderada que un día le inspiró era arqueología; que no tenía otro horizonte a ofrecer a los catalanes que la peligrosa ilegalidad, la ineficaz pérdida de tiempo y los esfuerzos inútiles. Todo eso mientras sus problemas reales siguen sin obtener un mínimo tratamiento.

Preguntado insistentemente sobre si acataría la resolución del Tribunal Constitucional que suspendió la resolución de insurgencia política, desobediencia legal y desacato institucional, Mas hizo de Mas.

Mientras su vicepresidenta, Neus Munté, había prometido la víspera incurrir en conductas ilegales, el presidente saliente aseguró que actuaría como en el falso referéndum del 9-N, con la despreciable astucia de tirar la piedra y esconder la mano: asegurar su liderazgo político e imputar los actos presuntamente delictivos a los funcionarios. Un gran ejemplo ético.

Mas es políticamente un muerto viviente, aunque aún pueda resucitar para reinar en el cementerio político del Estado de derecho de la mano de la CUP, partidaria siempre de maximizar las contradicciones.

Su derrota de ayer prefiguró su posible salvación en última instancia en una nueva, indeterminada sesión de investidura.

A condición de que siga humillándose en el lodazal, destruyendo lo que aún quede del catalanismo moderado, del respeto a la mayoría no independentista y cediendo vergonzosamente su dignidad residual al mejor postor.

 

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En este desquiciado viaje, el discípulo predilecto de Jordi Pujol no logró ayer convencer a nadie de que no seguiría rebajando el precio a la patética subasta de sí mismo; que la filosofía moderada que un día le inspiró era arqueología; que no tenía otro horizonte a ofrecer a los catalanes que la peligrosa ilegalidad, la ineficaz pérdida de tiempo y los esfuerzos inútiles. Todo eso mientras sus problemas reales siguen sin obtener un mínimo tratamiento.Preguntado insistentemente sobre si acataría la resolución del Tribunal Constitucional que suspendió la resolución de insurgencia política, desobediencia legal y desacato institucional, Mas hizo de Mas. Mientras su vicepresidenta, Neus Munté, había prometido la víspera incurrir en conductas ilegales, el presidente saliente aseguró que actuaría como en el falso referéndum del 9-N, con la despreciable astucia de tirar la piedra y esconder la mano: asegurar su liderazgo político e imputar los actos presuntamente delictivos a los funcionarios. Un gran ejemplo ético.Mas es políticamente un muerto viviente, aunque aún pueda resucitar para reinar en el cementerio político del Estado de derecho de la mano de la CUP, partidaria siempre de maximizar las contradicciones. Su derrota de ayer prefiguró su posible salvación en última instancia en una nueva, indeterminada sesión de investidura. A condición de que siga humillándose en el lodazal, destruyendo lo que aún quede del catalanismo moderado, del respeto a la mayoría no independentista y cediendo vergonzosamente su dignidad residual al mejor postor.

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