Creo que nadie es ajeno a este panorama que nos circunda: pasadas las Elecciones Generales aún no tenemos certeza completa de la constitución de un nuevo gobierno de garantías. Mi intuición me induce a pensar que se convocará nuevo plebiscito con el inmenso coste económico que supone mover toda la maquinaria procesal. Incluso podríamos encontrarnos que los resultados que se obtuvieran fueran equivalentes a los actuales y volveríamos a estar como al inicio desde el 21 de diciembre pasado: el peso de la ingobernabilidad o la fragilidad de las coaliciones de última hora.
Parece que el bipartidismo ha dado paso al policromatismo donde las alianzas posibles llegan a resultar ofensivas al electorado votante. Si nos trasladamos al feudo catalán debo manifestar que después de más de tres meses de negociaciones acaba de ser investido Presidente de la Generalitat C. Puigdemont que a la postre sustituye al cabeza de lista Artur Más.
No deja de ser una componenda para intentar impulsar el independentismo que azuza vehementemente la CUP. Y el tercer escenario es el macro juicio que ha comenzado respecto al caso Nóos: parte de la Casa Real, infanta Cristina y ex duque de Palma, Iñaki Urdangarín, junto a otros gerifaltes y personajes cuyos nombre nos retumban. Delitos varios se imputan en la causa. Llevamos años hablando que estas personas sustantivadas y un largo elenco formaron una trama para adulterar proyectos y beneficiarse del erario público en connivencia con ciertos políticos que muy agradecidos participaban con este nauseabundo dúo.
No os creáis que era una fundación sin ánimo de lucro, sino su antítesis. Yo me pregunto por qué la Agencia Estatal de Hacienda no hizo pre cursivamente diligencias de investigación para detectar estos fraudes sino que todo arrancara de la denuncia de un diputado de las Cortes Valencianas y abriera la caja de Pandora que llevaría hasta el caso Palma Arena. Ya estarán diseñando una serie televisiva para este escarnio cuyo título podría ser: «Nóos, sí es asunto de Estado.»
