¿Sabías que sexo, drogas y rock & roll afectan al cerebro de la misma forma?

Científicos canadienses han encontrado que el disfrute de la música en el cerebro se da mediante el mismo sistema que el del placer que causan las sustancias psicoactivas, el sexo y la comida. Los resultados se publican en la revista Scientific Reports.

La música es un fenómeno cultural universal y uno de los primeros acercamientos al mundo externo, a través de canciones de cuna y posteriormente otras relacionadas a determinadas festividades o celebraciones.

En los últimos 15 años se han realizado varios estudios sobre diversos aspectos de la percepción musical, tanto en su nivel cognitivo como bioquímico. En particular, se demostró que tocar u oír música afecta los niveles de hormonas neurotransmisoras como la serotonina, epinefrina, dopamina, oxitocina y prolactina. Asimismo, estudios prueban que las personas incluyen sistemáticamente a la música entre las diez cosas que mayor placer les traen, por encima incluso del dinero y la comida.

En un sentido fisiológico, la satisfacción que causan la comida, el sexo y las drogas se percibe en dos fases. La primera, al experimentar el deseo y las expectativas por el estímulo, que se extiende por una amplia red de neuronas dopaminérgicas en el núcleo del cerebro. El segundo nivel se da tras el consumo o la escucha y la acción está anatómicamente conectada a una red de neuronas dopaminérgicas en el área restringida del mismo núcleo.

Para averiguar si los sentimientos de placer por la música y por estímulos fisiológicos son de naturaleza similar, 17 estudiantes de la Universidad de McGill fueron invitados a participar en el experimento. Se les pidió que trajeran una grabación de dos temas que les causaran intensos sentimientos de placer. A algunos participantes se les administró un fármaco por dos días, 50 miligramos de naltrexona (sustancia que bloquea el efecto de drogas opioides y reduce el placer tras la actividad física y el comer) o un placebo.

Ni los voluntarios ni los investigadores sabían que se había introducido. Después de la inyección (de naltrexona o del placebo) se dio a los participantes la oportunidad de escuchar su música favorita y dos pistas cuya neutralidad emocional había sido científicamente probada, como control.

La reacción de los participantes a escuchar su música favorita fue medida en ambos casos, subjetiva (los voluntarios evaluaron la intensidad del placer por la música en tiempo real moviendo un deslizador en una escala de 100 puntos y compartiendo sus sentimientos con los experimentadores) y objetivamente (la actividad eléctrica de los músculos responsables de sonreír y fruncir el ceño).

Se encontró que la administración de naltrexona disminuyó la intensidad de las reacciones fisiológicas tanto positivas como negativas (manifestaciones de alegría y tristeza) a la música. Subjetivamente, reduce el placer de la música agradable, pero no influyó en la percepción del neutral. Como ejemplos de reacciones a sus canciones favoritas bajo la influencia de la naltrexona, los comentarios de los participantes fueron: «Sé que es mi canción favorita, pero no se oye como siempre».

Por lo tanto, el disfrute de la música depende del funcionamiento del sistema opioide del cerebro, y por lo tanto, tiene una naturaleza común con el placer de las sustancias psicoactivas, el sexo, la comida y otros estímulos fisiológicos. Según los investigadores, es indicativo del hecho de que la música es un sustrato biológico evolutivo.

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